5 de marzo de 1973

50 años del accidente aéreo de Nantes: "Fue un milagro, volamos media hora sin un ala"

Una azafata mallorquina recuerda cómo fueron los minutos posteriores a la colisión con otro avión: "Todos pensamos que moriríamos"

VÍDEO | La azafata mallorquina superviviente del accidente aéreo de Nantes en 1973 relata la colisión de los dos aviones en pleno vuelo.

VÍDEO | La azafata mallorquina superviviente del accidente aéreo de Nantes en 1973 relata la colisión de los dos aviones en pleno vuelo. / BERNARDO ARZAYUS

Jaume Bauzà

"Todos dicen que fue un milagro, que un avión con cinco metros menos de ala no podía volar. Y nosotros recorrimos así 150 kilómetros. Yo estoy segura de que fue un milagro. ¿Quién puede vivir para contar que ha chocado con otro avión a once mil metros de altura y no ha sufrido ni un rasguño? Eso solo sale en las películas", relata Isabel Gil, jefa de tripulantes de cabina en el Coronado de Spantax que el 5 de marzo de 1973 colisionó con otro avión en el cielo de Nantes.

Aquel día esta mallorquina que entonces contaba con solo 20 años volvió a nacer, como el centenar largo de pasajeros que habían despegado de Madrid con destino a Londres. Suerte muy distinta corrieron los 68 ocupantes del otro avión, que también se dirigía a la capital británica después de despegar de Palma. Fallecieron todos como consecuencia de la colisión, incluidos doce mallorquines.

"Era la hora del café, todo el mundo tenía sus bandejas en las mesas. Entonces notamos un golpe tremendo. Yo estaba en la cocina, y el café y las bandejas saltaron por los aires", recuerda Gil sobre una catástrofe de la que este domingo se cumplen cincuenta años.

El avión en el que iba acababa de perder cinco metros de una de las dos alas como consecuencia de la colisión; el otro aparato, un DC-9 de Iberia, acabaría explosionando en el aire. Gil señala que no supo que habían colisionado con otro avión hasta que hubieron aterrizado. "No éramos conscientes de que nos faltaba un ala, al menos yo. El avión no era estable, subía y bajaba mucho, pero lo único que supe en ese momento es que un avión militar nos estaba escoltando", indica.

Isabel Gil, tripulante de cabina del Coronado de Spantax que colisionó con otro avión.

Isabel Gil, tripulante de cabina del Coronado de Spantax que colisionó con otro avión. / B. RAMON

"Recuerdo que después del impacto el comandante me dijo que prepara a los pasajeros para un aterrizaje de emergencia. Cogí el micrófono para darles las instrucciones que marcaba el protocolo, pero no funcionaba, así que las di a través de un megáfono. Mis compañeras y yo fuimos pasajero a pasajero, la gran mayoría ingleses, para indicarles que se abrocharan los cinturones, se inclinaran hacia adelante y se quitaran las dentaduras postizas y las gafas, si llevaban", evoca esta tripulante de cabina que voló con Spantax hasta la quiebra de la compañía en 1988.

Fueron unos minutos muy largos, casi media hora, hasta que el avión logró aterrizar de emergencia en la base aérea de Cognac, a unos 40 kilómetros de Nantes. "Todos teníamos mucho miedo, los pasajeros y nosotros. Los pilotos dijeron después que pensaban que íbamos a morir. Y yo también lo pensé. Después de dar las instrucciones me senté en mi lugar y recé. Le dije a Dios que si alargaba mi vida, le serviría. Fíjese si me la ha alargado. Y espero llegar al menos hasta los 97 que tiene mi madre", celebra Gil.

La pericia del comandante del avión, Antonio Arenas, salvó la vida de tripulantes y pasajeros. "Arenas era inspector de Spantax, sabía mucho. Tuvo mucho mérito porque además tuvimos que aterrizar en una pista muy pequeña que no estaba preparada para un Coronado. Así que al aterrizar tuvo que pegar una frenada espectacular, con el consecuente riesgo de incendio. Habían llenado la pista de espuma. Nos esperaban bomberos y ambulancias, y los pasajeros salieron por un tobogán", subraya Gil.

Solo después de haber aterrizado Gil fue consciente de la magnitud del accidente y del peligro que habían corrido. "Lo supe cuando hacía de intérprete entre los pilotos y los responsables de la base aérea. Yo hablaba francés y mientras traducía me enteré de que habíamos volado casi media hora sin un ala. Mientras traducía flipaba, pensaba que me estaban contando una película", subraya Gil, que habla nueve idiomas y está aprendiendo coreano, el décimo.

Homenaje en La Planche

Han sido 50 años celebrando su buena suerte y, además, Gil no perdió el miedo a volar: "Al día siguiente cogí un avión, nuestras vidas están en manos de Dios".

Este domingo descendientes de las víctimas mallorquinas del otro avión asistirán a un homenaje en Francia organizado por el consulado español en París y el Ayuntamiento de La Planche, una pequeña localidad a 20 kilómetros de Nantes donde cayeron los restos del aparato siniestrado. La colisión se debió a un error de los controladores aéreos franceses, que aquel día eran militares por una huelga.

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