Rúa de Carnaval de Ibiza: Sin médicos y a lo loco

Un sanitario con un maletín que rebosa billetes anda en tratos con la parca. Sólo les falta el apretón de manos, que la muerte tiene ocupadas blandiendo la guadaña. Es el colofón al desfile de sanitarios de ‘S’Insalut’, la comparsa con la que la Asociación de Romanos y Cartagineses denuncia en la rúa del Carnaval de Vila la situación en la que se encuentra la delicada sanidad en la isla. La carroza, una reproducción del edificio del Hospital Can Misses de la que tira un vehículo disfrazado de ambulancia y, a sus pies, decenas de sanitarios con pancartas: «Se busca urgente: oncólogos permanentes», «No quiero milagros, quiero a mi médico», «De aplausos y ovaciones, hasta los fonendos», «Sanidad privada, sanidad hipotecada», «Atención Primaria en peligro de muerte», «Recortes cero, la sanidad primero», «Menos banderas y más enfermeras»...

Es, junto a ‘Ibiza es rebel·la’, el único toque de crítica social del Carnaval de Vila. Dos chispas que recuerdan a aquella sátira brutal de los desfiles de los años 80, en los que no quedaba títere con cabeza. «We don’t need jets privats...», canta el ejército de payesas emprenyades, pero muy emprenyades, en una belicosa versión de ‘The Wall’, de Pink Floyd. «Sólo saben derrochar», «Emisiones sin parar», «Prou jets privats» rezan las pancartas negras, que portan algunos de los rebeldes, a los que acompaña una gigantesca majora de papel maché que deja ojipláticos a las miles de personas que siguen el desfile, . Y ya. Ahí se acaba la crítica social del Domingo de Carnaval de Vila, en la que, eso sí, una de las academias de baile rememora, pandereta en mano y a ritmo de Tanxugueiras, el desastre del ‘Prestige’ y homenajea a los ibicencos (David, Esther, Rosa...) que hace ya veinte años ayudaron a limpiar las costas gallegas de chapapote.

Estas tres comparsas se llevan premio, algo que, todo hay que decirlo, no es especialmente complicado, ya que casi hay más premios que grupos participando. Eso sí, para el próximo año el Ayuntamiento de Ibiza podría plantearse entregar alguno más: uno para la comparsa con menos personas disfrazadas (llevar camisetas del establecimiento que la organiza no es ir disfrazados, algo que debería ser obligatorio en una rúa) y otra para la que sume más padres y madres dentro del desfile grabando a sus retoños, sin disfrazarse, por supuesto.

Sólo dos se marchan con los bolsillos vacíos y, con un poco de suerte, con el alma llena y una mañana divertida a sus espaldas. En realidad, sin premio se marchan tres. Y es que los hechiceros del C19 de Vila, que abren el desfile, como son de la casa, no compiten. Sus marmitas humeantes, sus druídicos bastones, sus maquillajes celtas y sus capas desfilan fuera de concurso.

Libélulas y caballitos de cartón

«¿Están hechos con cartón?». Es la pregunta que se plantea una familia que sigue la rúa desde el final de la avenida de España cuando pasan por delante las ‘Olivèl·lules’ del colegio S’Olivera. Y sí sus enormes y coloridas alas son puro cartón reciclado de cajas. Lo mismo que las colas y los pelos sensitivos de las patas. Hasta la estructura de los mastodónticos ojos es de cartón forrado con medias de rejilla. La pregunta se la vuelven a plantear minutos más tarde, cuando los caballitos del ‘Carrusel’ de Can Cantó hacen su aparición por la avenida. Y sí. De nuevo un montón de cajas de cartón se han convertido, por obra y gracia de las tijeras y la goma eva (sin olvidar el arte de quien los maneja) en corceles de feria: guerreros caballos de justas medievales, brillantes alazanes, monturas zaínas y hasta de pelaje blanco con crines multicolores que hacen sospechar que son fruto de un amor intercultural de bayo y unicornio.

Los de ‘Ibiza es rebel·la’ no son los únicos aviones que planean por la rúa de Vila. También está el Boeing 666 de ‘Viajes Pavón’, que llega cargado de azafatas al más puro estilo ‘Los amantes pasajeros’, que tratan de controlar a Paris Hilton (perrillo en el bolso incluido), su equipo de seguridad, un teutón hasta arriba de cerveza, una amante de las fiestas Flower Power y toda la fauna turística típica del verano. Todo ellos al son del ‘Volare’ de los Gipsy Kings y el ‘Adiós amigo’ de la añorada Raffaella Carrà, canciones que retrotraen a muchos de los adultos que se agolpan en las aceras de Vila a los carnavales de su infancia. Lo mismo que la voz de Marisol, que acompaña con su ‘Tómbola’ a los vecinos de es Pratet en su comparsa homónima. Los cartones gigantes, cada uno con su lápiz, recorren las calles mientras decenas de bolas bailan en un ciclópeo bombo y el mostrador de premios luce una ristra de peluches: desde un pitufo a Krusty el payaso, pero sin rastro del imprescindible perrito piloto.

Una rifa tras la que se concentran la gran mayoría de las academias de baile, que cierran el desfile casi una hora después de que los hechiceros y brujas lo inauguraran. La mayoría del público se marcha tarareando, aunque sea por lo bajini, el estribillo de ‘Bloody Mary’ de Lady Gaga, la tiktokeada canción del baile más viral del año que repite el batallón de Miércoles Addams de Capricorn, encargado de cerrar el desfile.

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