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Ganadería

Una toxina que induce vómitos y náuseas, la forma de ahuyentar al lobo del ganado

Investigadores prueban un método para reducir la depredación basado en provocar malestar al cánido con cebos tóxicos y aromas de vainilla

Lobos en las instalaciones del centro de interpretación del lobo de Belmonte el lunes. | EFE

¿Y si a los lobos no les gustara la carne de oveja, ni la de vaca? ¿Y si estos temidos carnívoros rechazaran atacar a ese tipo de animales porque tras haber comido cebos de esa carne habrían sufrido una intoxicación leve que les provocó entre 30 minutos y dos horas de náuseas y dolor abdominal?

En esa nueva iniciativa, basada en la aversión condicionada, trabajan desde hace casi diez años expertos del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos, ubicado en Ciudad Real. Y esa iniciativa ha llegado a la fase de prueba con el lobo en el campo, gracias a un proyecto piloto financiado por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, con ayuda del Fondo Europeo Agrario de Desarrollo Rural (Feader).

Se trata, a fin de cuentas, de intentar salir del bucle que tiene cada día más enfadados y enfrentados a ganaderos y conservacionistas. Ni habría que resignarse a las muertes del ganado a manos de los lobos que campan en un número creciente por los montes, ni habría que complicarse con las siempre polémicas batidas. La protección del ganado se lograría, explican los investigadores, dando a los lobos un cebo de carne de oveja, de vaca o de lo que se quiera proteger, que llevaría añadida una sustancia aversiva –un tóxico que acaba haciéndole vomitar–. A la vez, el cebo iría impregnado en un olor –ahora usan esencia de vainilla– que será el que potencie en el recuerdo del lobo esa asociación del malestar que le generó la comida. Luego ya solo quedaría que el ganado a proteger oliera a esa misma esencia.

"Empezamos en 2013 a estudiar el uso de la aversión condicionada para reducir la depredación sobre determinadas presas y, de esta forma, resolver conflictos relacionados con la ganadería, la caza o la conservación", explica Rafael Mateo Soria, director del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos y junto con Pablo Ferreras, investigadores principales del proyecto y codirectores de dos tesis hechas por Jorge Tobajas Lucía del Río.

A través de un proyecto financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación el equipo de trabajo identificó una serie de sustancias con posibilidad de ser usadas como aversivos, cumpliendo la premisa de que no fueran muy tóxicas.

"Una vez seleccionadas un par de sustancias las usamos en un experimento de varios meses con perros en animalario para ver el grado y duración del rechazo que se podía generar frente a un alimento. En esta fase también estudiamos la incorporación de una señal de olor para ver si de esta forma se potenciaba el condicionamiento aversivo", relata Mateo. El resultado de estos experimentos les permitió llevar la técnica al campo. Inicialmente estudiaron si era posible producir aversión condicionada en el zorro frente a nidos de perdiz y conejos de repoblaciones.

"Los resultados fueron muy buenos y se pudo observar una clara aversión a esas presas en los zorros condicionados. Como consecuencia de esto se observó una mejora en la productividad y densidad de perdices y una mayor supervivencia y abundancia de conejos en las zonas donde habíamos actuado", cuenta.

En un trabajo posterior se estudió también la forma de generar ese mismo tipo de rechazo en el lobo en cautividad. "También ahí pudimos comprobar que se podía producir una aversión al alimento con una señal de olor durante más de dos meses", asegura Mateo.

Con esas bases sólidas, ha llegado el momento de dar el paso de probar la técnica con el lobo salvaje. "Se llevará a cabo el estudio a lo largo de los dos próximos años en una zona de la Sierra Norte de Guadalajara y hay posibilidades hacerlo en alguna otra zona que aún está por determinar. No podemos asegurar que vaya a funcionar como lo ha hecho con el zorro, pero creemos que hay posibilidades de reducir en algún grado los ataques porque la aversión condicionada se desarrolla bien en los cánidos como un método innato de defensa", reconoce el responsable.

Mateo recalca que las sustancia tóxicas no son muy peligrosas y que la señal de olor es una sustancia "totalmente diferente, que no repela ni atraiga al animal. De hecho el aversivo no debe oler. Nosotros estamos usando una esencia de vainilla, que ya hemos visto que aceptan bien, pero también detectan fácilmente. Hay que pensar que el olfato e un cánido está mucho más desarrollado que el nuestro". Luego tocaría llevar a cabo la protección del ganado, lo que se resuelve "aplicándoles solo la señal de olor para que el depredador lo asocie al malestar que ha experimentado antes. Este olor se puede aplicar pulverizado o con un dispositivo en el collar que libere la esencia. Ahora también estamos trabajando en desarrollar esta parte", cuenta. Por el momento, nadie de Asturias "ha contactado con nosotros para probar esta técnica allí", dice. Aún se podría estar a tiempo.

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