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Fiestas en Ibiza: El encanto de la pequeña escuela de Santa Agnès

La Apima y los docentes de este colegio de 25 alumnos celebran su fiesta más familiar para recaudar fondos

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Galería escuela de Santa Agnès J.A.Riera

La directora de la pequeña escuela de Santa Agnès, Teresa Marí, tiene bien claro que no cambiaría de destino. «Aquí he encontrado mi sitio», subraya. Tampoco su compañera Izaskun Rueda que, al igual que Marí, impartió clases en varios centros grandes de la isla hasta recalar en Corona. «Aprenden muchos valores al estar todos los niños juntos, porque los mayores ayudan a los pequeños y, como son pocos, les puedes dar una atención más individualizada», valora.

El centro cuenta con 25 alumnos, seis maestros fijos y otros cuatro itinerantes, repartidos entre los otros colegios pequeños, y que pasan alguna vez por semana. Hay un aula para Educación Infantil, otra para primero y segundo y una tercera hasta sexto de Primaria.

Las maestras participan activamente en el evento que ha organizado este domingo la Asociación de madres y padres de alumnos (Amipa) para las fiestas patronales. «Como todos los padres se conocen entre ellos y nos relacionamos estrechamente, hay un sentimiento de hermandad», apuntan.

"Como todos los padres se conocen entre ellos y nos relacionamos estrechamente, hay un sentimiento de hermandad"

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Junto a Rueda y Marí, la presidenta de la Apima, Elena Sala, coincide en que los alumnos se benefician de un contacto más familiar en clase y en el patio. Su hijo, de nueve años, estaba matriculado en un colegio concertado hasta que, hace un año y medio, se cambió a Santa Agnès. «Los niños están más involucrados y se ayudan, sobre todo a los que tienen alguna dificultad para el aprendizaje. He vivido los dos tipos de escuela y veo que esta es una maravilla», destaca.

Los viajes de fin de curso son un claro ejemplo de este espíritu. Se celebran cada dos años con los alumnos de quinto y sexto juntos. «Una vez me tóco ir con solo cuatro alumnos a la nieve en Andorra», recuerda la directora. Este año viajarán junto a los niños de la misma edad del colegio de Sant Mateu, de idénticas características.

El festín

La fiesta cuenta con actividades para los pequeños, la actuación del Mago Dantés y una paella que cocinan un grupo de padres para 250 comensales. Además de las familias y docentes, la asociación de vecinos colabora en el evento.

A la espera del arroz, los comensales tienen a su disposición un buen surtido de repostería dulce y salada, también elaborados por la Apima. Destacan unos bollos de canela, brownies y tartaletas rematadas por una corona de hilos de chocolate, un surtido digno de un restaurante de alto copete. Tiene truco: el autor es Toni Tur, Coques, profesor de Repostería en el IES Sa Serra, cuya hija va a segundo de Primaria en Santa Agnès.

"No eres consciente de la calidad de vida que hay aquí hasta que te mudas"

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Mercedes Costa es una de las madres que atiende tras la barra. Tras toda una vida en el centro de Sant Antoni, su entorno cambió por completo cuando, hace diez años, se casó con un coroner y se trasladó al campo, en Can Batl·le. «Ahora, cuando voy a casa de mis padres en la calle Progrés, me sorprende que se oyen los coches y los vecinos. Aquí solo escuchas los pájaros», compara. «No eres consciente de la calidad de vida que hay aquí hasta que te mudas».

Mientras la Apima sigue con los preparativos, termina la misa del mediodía. Sale un grupo de mujeres y se dirigen hacia la paella popular. Todas ellas estudiaron en la escuela unitaria Santa Agnès. Catalina Riera, de 89 años, iba de pequeña justo frente al templo, en el Restaurante Sa Palmera. «Allí vivían los dueños de la casa, pero la sala que ahora es el bar era la escuela de niñas».

Su hija, Catalina Costa, de 60 años, y Cati Tur, de 62, estudiaron en el pueblo hasta los doce y, para seguir en Bachillerato, tuvieron que internarse en el colegio de La Consolación. «No había electricidad en el pueblo ni bus diario y teníamos que vivir en las monjas de lunes a viernes. Ir a Vila fue un cambio brutal, porque aquí no llegaba la red eléctrica, solo había algún generador en el pueblo», recuerdan.

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