Fiestas en Ibiza: Ni la santa del cordero se libra del escándalo

La imagen de Santa Agnès vuelve a ver la luz del sol tras dos años sin procesión por la pandemia

Vídeo del día grande de las fiestas de Corona

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Marta Torres

Marta Torres Molina

Marta Torres Molina

La primera, en la frente. Bueno, en la plaza del pueblo. Un escenario, de Sonitec, obviamente, a medio montar cubre la fachada de la iglesia de Corona, que empieza a llenarse de gente para su día grande. Si alguien pretendía olvidar el escándalo por la reiterada contratación a dedo de la empresa de un amigo de la infancia del concejal de Fiestas de Sant Antoni, los chalecos de los operarios, en los que se lee perfectamente el nombre de la compañía, lo ponen complicado. Eso sí, a algunos el escenario no les deja ver el detalle. Es el caso del edil de El Pi, Joan Torres, que anda tan concentrado en pedir explicaciones a la presidenta de la Asociación de Vecinos de Corona, Maria Ferrer, que no se ha fijado en quién está montando las tablas para el concierto de la noche. Al caer el 21 de enero en fin de semana coinciden el día grande, con su celebración tradicional, y el sábado, la jornada en la que se organiza habitualmente el concierto. «Era la única opción. No podíamos colocarlo de espaldas al bar ni más abajo, porque se tapaba un camino», comenta Ferrer, poco antes de entrar en la iglesia.

Faltan unos minutos para el mediodía y en la plaza se congregan ya balladores y sonadors, algunos vecinos y una cuota sorprendentemente reducida de políticos para ser año electoral. Debe ser que es sábado. El escenario en mitad de la plaza no es sólo una cuestión estética sino que rompe los esquemas de los religiosos, que no saben dónde colocar los contenedores para que no afeen mucho la ya inusual estampa. Los obreros de la parroquia los van colocando allá donde les dicen. Al final, acaban en una esquina, uno de ellos medio tapando el cordero blanquiazul bajo el que se lee ‘Agnus Dei’. Una de las payesas, recién bajada del coche, pide que le anuden las espardenyes, algo que, entre la falda y todos los faldellins, ella no puede hacer. Una mujer reclama la ayuda de la policía local. Los vehículos están ocupando la zona reservada en el aparcamiento para los carros y los caballos con los que concluirá la mañana de fiesta.

«Que seamos silenciosos», comenta uno de los operarios a sus compañeros minutos antes de que castanyoles, flaütes y tambors marquen la entrada a la misa del día grande de santa Inés, la mártir del cordero. El alcalde de Sant Antoni, Marcos Serra, acompañado del presidente del Consell de Ibiza, Vicent Marí, y el concejal de Fiestas y quien asignó cientos de contratos a la empresa, Miguel Tur, pasan junto al escenario y los técnicos de Sonitec como si la cosa no fuera con ellos. El templo se llena de fieles. Las terrazas de los dos bares de la plaza, de leales a la sacrosanta tradición del vermut. Mientras en el interior de la iglesia el obispo de Ibiza, Vicent Ribas, oficia la misa, Telma, de apenas tres añitos, aprovecha para ver, y hasta para tocar «un poquito» los ponis. Sin soltarse de la mano de su madre.

Cuando el son de las campanas anuncia el fin de la misa, la barra instalada en la plaza lleva ya un rato despachando cervezas. Santa Inés, abrazada a su borreguito, sale en procesión, junto con las otras imágenes del templo, tras dos años de encierro. «A la imagen no le hemos hecho nada en este tiempo, pero sí hemos aprovechado para pintar un poco la iglesia, quitar el salobre y arreglar la casa del párroco», explica la presidenta de los vecinos. Así, cuando son casi la una y media del 21 de enero, el sol, que luce generoso, vuelve a iluminar la imagen de la patrona de Corona, que no veía la luz natural desde hace tres años.

Eso sí, el aire es gélido. El frío que hará por la noche, cuando Joven Dolores tiene previsto subir al escenario, es el gran tema de conversación en la plaza, donde quienes no han salido en procesión toman posiciones para el ball pagès, el vino, los bunyols y el desfile de carros. «¡Marina, esta noche nos vamos a congelar!», le gritan a una de las camareras que atiende la barra. «Me gusta mucho la fiesta, pero esta noche la cambio por una chimenea y una botella de vi pagès», apunta Vicent Escandell mientras pide una cerveza. «Para mí, esto ya es mucha fiesta, no suelo salir de la finca», comenta Pep Planells, que confiesa que desde la pandemia lo de juntarse con mucha gente no lo lleva muy bien. Luce, de hecho, una mascarilla en la barbilla que no duda en colocarse bien en cuanto las imágenes vuelven a entrar en la iglesia y en la plaza se arremolinan algunos centenares de personas. Y no pocos perretes, entre ellos Nelo y Estrella.

Integrantes de las colles del municipio —«en Corona no tenemos ninguna y se juntan de todas», explica Maria Ferrer— bailan al sol. Y no dudan en sacar a bailar a algunos de los políticos que asisten a la fiesta en primera fila y que salen del apuro como pueden. No es la única jugarreta que les depara el día de fiesta. Pageses y pagesos se montan en altos carros tirados por caballos. A Vicent Marí y Marcos Serra les han reservado los ponis. «La próxima vez te vas a subir tú», le grita el alcalde a su compañero y diputado Miquel Jerez, que no duda en retratar el momento.

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