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Adolescentes y salud mental

"Me autolesionaba hasta cinco veces al día solo para aliviar, por un momento, mi angustia"

Sofía Hernández, divulgadora de temas de salud mental, explica cómo superó "la necesidad" que tuvo durante la adolescencia de infligirse daño

Sofía Hernández, que colabora con la entidad Obertament.

Hay frases que se dicen demasiado rápido para los abismos que esconden, pero aquí va la de Sofía Hernández. Esta joven mexicana de 24 años se autolesionó casi a diario de los 13 a los 18. "Llegué a hacerlo hasta cinco veces al día". Por aquel entonces, cuenta, fue la única manera que encontró de aliviar "por apenas unos segundos" la angustia que la devoraba.

"Es difícil de explicar, pero hacerme daño se convirtió para mí en una vía de escape, en la forma que aprendí para descargar el malestar -añade-. El dolor físico me permitía huir de mí misma, porque, por unos segundos, lograba no sentir el emocional". Y aunque llegó un momento en el que autolesionarse se "convirtió en una necesidad, en una especie de adicción", con el paso del tiempo ha logrado convertir su experiencia en casi una prueba testifical de que de los infiernos también se puede regresar.

Un síntoma de algo más

Sofía colabora con la entidad centrada en salud mental Obertament y mantiene encuentros con estudiantes universitarios y de grados de FP en los que explica su caso en primera persona. "Así contribuimos a romper el estigma y a iniciar conversaciones muy necesarias", explica.

Y una de las cosas que suele aclarar respecto a las autolesiones -un fenómeno que afecta a entre un 20% y un 45 % de los adolescentes, con especial prevalencia entre las chicas- es también lo que vienen repitiendo los especialistas en salud mental: que hacerse daño no tiene que ver con los intentos de suicidio. Que es un síntoma de algo más. De un mal momento, un cuadro de ansiedad, una depresión, una necesidad de atención. "En mi caso, me diagnosticaron un trastorno límite de personalidad y un trastorno alimentario, y supongo que no supe afrontar lo que me pasaba ni tampoco pedir ayuda o aceptarla".

Manual en redes "para que no se note"

Todo empezó, cuenta, con 13 años. Empantanada por el malestar y la angustia, tuvo la tentación de probar algo -"un alivio"- que, en las redes sociales, había visto que igual le podía funcionar.

Y aquí llega una de las grandes advertencias de Sofía. Instagram, TikTok y compañía no son solo escaparates que las 24 horas del día repiten a las adolescentes que ni su cuerpo ni su vida son suficientes. También pueden convertirse en una guía tóxica "y destructiva" de las mil maneras en las que puedes herirte sin que se te note ni, por supuesto, se dé cuenta tu familia. "Incluso hay muchas cuentas en las que las autolesiones, como los problemas de salud, se romantizan", denuncia Sofía, quien añade que este tipo de contenidos "deberían estar prohibidos".

Ella tomó buena nota de este todo este manual perverso y clandestino. Pero, claro, su familia no tardó demasiado tiempo en darse cuenta. Ahora, con la perspectiva que brindan el tiempo y el tratamiento, entiende que su entorno hizo cuanto pudo. Pero, por aquel entonces, su casa pasó a ser para ella una asfixiante prisión custodiada por sus propios familiares. "Se convirtieron en mis enemigos, en mis carceleros. Todo lo que hacían me lo tomaba muy mal: la vigilancia, los ingresos, que retiraran de mi alcance los objetos con los que me podía hacer daño. Yo creía que hacían todo aquello para perjudicarme".

Convivir con la enfermedad

Tras algún ingreso y tratamiento en México que no acabaron de funcionar, Sofía voló hasta Barcelona, donde siguió una terapia que, esta vez sí, resultó efectiva. "Supongo que yo ya había empezado a aceptar que tenía una enfermedad y que necesitaba ayuda".

Desde hace tiempo, esta estudiante de Trabajo Social ha encontrado la forma de convivir con la enfermedad -"sé lo que me pasa y puedo seguir adelante"- y ha dejado atrás las autolesiones.

Cicatrices

De ellas, al menos físicamente, apenas quedan unas cicatrices que a veces comparte en redes sociales. No como fetiche, por supuesto, sino como una poderosa imagen que a ella le sirve para combatir el estigma de la enfermedad mental y también para recordarle las aguas bravas que ha logrado remontar.

"Ahora hay una explosión de casos de autolesiones porque también hay muchísimo malestar. Pero a las chicas que se hacen daño solo les diría que ese no es el camino, que pidan ayuda porque, como a mí me dijeron una vez, si lo bueno siempre se acaba, lo malo también. Si algo he aprendido en este tiempo es que el malestar nunca es para siempre". Para aliviar angustias, ahora tira de bazas menos lesivas como la meditación y los ejercicios de respiración.

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