"A mi padre le faltaban 50 metros para llegar a casa, había ido a dar su paseo de por las mañanas y estaba cruzando por el paso de cebra", relata Reme Alcocer Cano, vecina de Utiel en una conversación con Levante-EMV, del grupo Prensa Ibérica. Dice que su padre, Juan Alcocer, estaba a solo un metro de la acera. Tan cerca pero, a la vez, tan lejos.

El lugar de Utiel donde atropellaron a Juan Alcocer.

"Nos lo arrebataron", dice Reme diez meses después de que su padre fuera atropellado de forma mortal por un conductor bajo los efectos de la cocaína, del cannabis y de la bebida. Cuadruplicaba la tasa de alcoholemia cuando desplazó brutalmente a Juan a 12 metros del paso de cebra de una calle de Utiel.

Este domingo fue la primera vez que Reme vive como afectada el Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas de Accidentes de Tráfico, fecha por la cual la Asociación de Víctimas realizó un acto en la Plaza del Ayuntamiento de València. "A día de hoy no se me va de la cabeza, es un recuerdo que va siempre conmigo: las palabras de mi hermano cuando me dijo que habían atropellado", rememora Reme, con la voz encogida al teléfono. Hace unas semanas, la hija inició junto a sus dos hermanos una petición en Change.org para buscar justicia en el caso de su padre. Esta última semana, las firmas se han disparado y han conseguido llegar a las 63.000 personas. Es una de las peticiones más firmadas.

El caso de Juan tiene una vuelta de tuerca más. "Mientras nosotros estábamos dando sepultura a mi padre, el hombre que lo atropelló ya estaba en libertad", afirma Reme. Y, de hecho, esa persona sigue en libertad, paseando por el pueblo. Ella se ha tenido que mudar.

"No voy a mi pueblo porque no me lo quiero cruzar", espeta. Lo define como "asesino".

Una vida en silla de ruedas

El juicio no se ha celebrado todavía pero la persona que atropelló a Juan no llegó a pasar una noche en una celda. La lucha de Reme y sus hermanos por intentar aumentar las penas en casos como el de Juan para que haya "un mínimo de ocho años de prisión". En otra historia, la de José María Valero, la fortuna quiso que el final fuese diferente. José María cuenta que, cuando recuperó la conciencia después de desmayarse al volante y con el pie pisando el acelerador a fondo. Dio una vuelta de campana con su Toyota Célica recién estrenado en 1998, oyó desde la parte de atrás a su hijo Edén, que tenía cinco años, preguntándole si estaba bien.

No estaba bien, pero al menos estaba vivo. "Al ver que no podía mover ni los brazos ni las piernas, yo ya supe enseguida que estaba parapléjico", relata desde su casa en la Pobla de Vallbona. En el coche iba también su sobrinita. Todos sobrevivieron. "Lo peor me lo llevé yo y fue lo mejor que pudo haber pasado", expresa. Ya son 24 años repasando lo que fue aquel accidente que lo cambió todo. Los fármacos que se estaba tomando para recuperarse de un posoperatorio en los días previos le provocaron el desmayo. Lo suyo no fue por alcohol, pero sabe que un coche "es un arma muy peligrosa". "Y no se puede ir al supermercado a comprar más vida".

Antes del accidente, se había comprado el coche que siempre había querido, ese Célica que tan de moda estaba a finales de los 90. Había terminado su casa en un terreno a las afueras de su pueblo. Las cosas iban bien con su mujer.

De un día para otro, pasó a ser completamente dependiente. "Cuando te envían a casa te espera otra aventura", lamenta. Su mujer, superada por la situación, se separó de él. "He tenido mis altibajos durante todos estos años", comenta José María.

La vida ha querido que, muchos años después, se reconcilie con su mujer. Edén, el niño que gritaba para ver si su papá estaba vivo, le acompaña en casa cuando tiene permisos en el Ejército de Tierra.