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Tribuna

Queridos Erwin y Christina Bechtold

Mariano Guasch, Sira Hernández, Christina Bechtold, Mª José Marcos, Antonio Colinas, Antonio Baciero, Erwin Bechtold, Jaime Ferrer con su nieta Àngels y Sra. Gómez-Pablos el 20 de agosto de 2017, tras el concierto de Baciero en el Centro de Sant Carles. | C. C. SANT CARLES

Erwin es un nombre masculino, de origen germánico, común en Alemania, Austria, Suiza, los países nórdicos y en otros. Etimológicamente Erwin significa amigo noble, persona noble, justa, leal. ¡Qué nombre tan acertado!

Por su parte, Christina es un nombre femenino, de origen griego, común en la mayoría de países europeos, cada uno con su propia ortografía. Christina proviene de Christos, cristiano, seguidor o discípulo de Cristo y, ampliada su etimología en el imperio romano, significa “la que tiene las ideas claras”. ¡Cómo atinó tu estimada madre!

Erwin era una persona de una integridad única, de gran nobleza (personal y profesional), un sentido del humor genial, muy respetuoso (fuese con una sargantana, un galerista, un político o un vecino), siempre disponible para amigos y compañeros artistas y con un deseo ilimitado de conexión a la actualidad. Nació un domingo, el 12 de abril de 1925, seguramente un lluvioso día primaveral, en la ciudad alemana de Köln (Colonia). Curiosamente fue Ostersonntag, Domingo de Pascua.

Christina es una mujer de personalidad fuerte, con gran sentido común, racional, conversadora y sociable. Siempre ha puesto todo su empeño en lograr sus metas junto a Erwin, le ha acompañado como fiel y romántica compañera vital y ha sido su cerebro y agenda profesionales. Nació un domingo, el 6 de diciembre de 1936, seguramente un lluvioso día otoñal, en la ciudad alemana de Heidelberg. Curiosamente un Nikolaustag, día de San Nicolás o Santa Klaus, que llena de regalos los zapatos infantiles germanos.

Quizás esta feliz coincidencia de dos niños rubios, de entreguerras, nacidos en domingo ha determinado vuestra personalidad magnética con un aura brillante. Predestinados a encontraros, esa triple festividad que supuso vuestro nacimiento con la obvia alegría familiar, en día no laborable y en una festividad señalada del calendario alemán, definió vuestra visión entusiasta de la vida, al tiempo que determinó la audacia creativa, la nobleza, la vitalidad, el rigor y la “tozudez” creadora en el sentido de una constancia perenne en encauzar las ideas propias.

Ibiza fue primero un descubrimiento (1954) y, después, vuestra elección (desde 1958). En las décadas de 1950 y 1960, la isla estaba “cerca” del mundo artístico (un trayecto en barco hasta Barcelona), “lejos” de la represión franquista (Madrid y las capitales de provincia), era un lugar barato para vivir, con clima amable y, definitivamente, una isla sin “distracciones” ni “obligaciones”. En repetidas ocasiones nos confesaste que podías trabajar días y días, meses y meses sin tener que asistir a cumpleaños, fiestas, inauguraciones de compañeros como sí era preceptivo en otras ciudades. Tanto era así que tu taller no tiene ventanas para contemplar el exterior, sino ventanas a la manera de claraboyas para iluminar. Nobleza y determinación en la dedicación.

El escritor estadounidense Elliot Paul, tras vivir un lustro en Santa Eulària des Riu (1931-1936), definió la sensación que le producía llegar a Ibiza en su libro’ Vida y muerte de un pueblo español (1937)’: “Aquí está la paz por fin. Esta es la vieja sabiduría que el hombre lleva buscando tanto tiempo. He llegado a una zona de contemplación en la que las voces del mar y la tierra dicen: ya puedes descansar. Ya puedes reorganizar tus recuerdos: difuminar unos y bruñir otros. Te ofrecemos siglos de civilizaciones a las que tú traes una nueva y amorfa que aclarar”. Elliot vivió cinco años en Santa Eulària des Riu. Erwin y Christina vivieron más de seis décadas en Sant Carles de Peralta. Aquí, en vuestra Can Cardona amada, Erwin contempló mar y tierra, descansó, reorganizó recuerdos y alumbró una nueva estética pictórica de vanguardia, geométrica, irrepetible y emocional.

Can Cardona, el hogar común durante más de seis décadas, se convirtió en Can Bechtold. Aquellos dos jóvenes peluts, estrangers, alemanys, altos, delgados y guapos fueron, muy pronto, unos vecinos más de Sant Carles. La antigua casa payesa mantiene su estructura arquitectónica ibicenca por adición. El encalado, los muros gruesos, las vigas de sabina, los dinteles de puertas bajos hechos a la medida de sus primeros moradores… Siempre recordaremos a Erwin, con sus casi dos metros de estatura, cruzar las puertas encorvándose al ir y venir del estudio por unos dibujos. He aquí eso que decíamos de respetar y preservar. A este hogar básico inicial, se fue añadiendo, poco a poco y por respetuosa adición, el hogar funcional-profesional: los estudios, el taller, el almacén, porches, terrazas…

Los sencillos pilares encalados que dan la bienvenida a la finca muestran una humilde placa metálica en color azul de Prusia o azul berlinés con el apellido familiar en finas letras mayúsculas blancas: BECHTOLD. Así de simple. Así de suficiente. En su porche, junto a las esculturas de su amigo Franco Monti y la obra de otros muchos amigos artistas, compartimos charlas que duraban horas, mientras respirábamos la brisa del mar, el embat que sube colina arriba, sin pereza, hasta llegar a Can Cardona.

Curiosamente, en el año 1925, año del nacimiento de Erwin, la Real Academia de la Lengua Española incluyó en su diccionario el verbo “piropear”. Querido Erwin, querida Christina, intentaremos seguir piropeando vuestra trayectoria personal y profesional que fue alemana de cuna, ibicenca por elección en el corazón y en la profesión e internacional por amor. Siempre, siempre, siempre, muchas gracias por crear en, por, para, con, desde Ibiza.

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