La figura de Arturo Miranda permanece como memoria intacta en sus seres queridos, donde su imagen se suspende ampliada dentro de esas múltiples perspectivas que su vívido ingenio supo materializar con su arte. De mente ampliamente despierta y con una inquietud insaciable, fue un hombre que indudablemente dejó una imborrable huella testimonial allá donde estuvo, brindando a su alrededor un mundo lleno de color y una amplia sonrisa bien marcada en su rostro. Paciente de temperamento, afrontó una vida dilatada e inseparablemente artística (ya que él era un artista por sus cuatro costados), de manera en la que nunca se le vislumbrara ninguna queja al respecto, sino puro gozo, dentro de los complejos avatares que esto lleva consigo en su desarrollo.

El pintor Arturo Miranda, fotografiado en Eivissa. | DI

Consagrado artista multifacético en la bohemia contracultural santiaguina de los años 80, emigró a Ibiza en el año 88, donde su despliegue creativo se prodigó de manera infatigable, y donde alcanzó en ambos lados del Atlántico grandes cuotas de popularidad.

Cultivaba un universo repleto de sensaciones plasmadas en diferentes territorios, tanto visuales como sonoros, con los que convivió constantemente, elaborando con todos ellos un amplio y enriquecedor discurso de vida. Era muy gozoso verlo cuando te recibía, muchas veces pintando, con su superequipo de música a todo volumen, disfrutando como un loco. Una imagen imborrable.

Pintor, ilustrador, diseñador, escenógrafo, productor de eventos musicales, percusionista, dj en Art-Party, en la mítica Amnesia: «Eran momentos particularmente eufóricos, música por todas partes; los nuevos 90 eran el despertar a la música electrónica y el baile. Uno de mis primeros trabajos fue la escenografía, pero a poco andar, frente a ese paisaje, empecé a descubrir la luz, el color y, en el fondo, continuando con mi práctica de niño: dibujar y pintar mientras escucho mi música favorita. Eso es lo que me mantiene lúcido, mirar a mi alrededor», dijo el artista. Un sinfín de actividades relacionadas con el mundo artístico formaron parte de su proyección y labor tanto creativa como social, vinculadas paralelamente tanto a su país de origen, Chile, como a Ibiza y Formentera, y de las que formaron parte contextual sus amigos artistas, sus familiares, o sus compañeras sentimentales, y donde a través de la naturalidad de un corazón abierto consiguió ligar. Como muchos de sus amigos más allegados coinciden y destacan de su personalidad, era un ser de carácter entrañable y noble, un amigo incondicional que mantenía una relación con sus seres queridos como si fueran su familia de sangre. Compartía un humor ágil, y de particular acidez, del cual muchos allegados pudieron disfrutar jocosamente. Muchos lo recuerdan como alguien muy divertido. Tenía una destacable y grave risa, que se contagiaba con facilidad.

No poder viajar de Chile a Ibiza era como perder la vida, porque para él no estar en Ibiza era como no estar vivo

Particularmente, mis sentimientos hacia él fueron correspondidos dentro de un espacio en el que bajo el pecho sabíamos que había un profundo lazo compartido. No nos hacían falta demasiadas palabras para describir lo que ya sabíamos y sentíamos el uno por el otro, como de todo lo que iba aconteciendo a nuestro alrededor. Instintivamente coexistía un veloz rayo definitorio, que hacía hincapié a través de nuestros sentidos. Fiel a sus sentimientos, los cuales atesoraba de manera perseverante, mantuvo una coherencia notoria entre sus narraciones pictóricas, las cuales manifestaba de manera prolífica, y sus propios hechos vivenciales.

Ávido de curiosidad

Vital y ávido de curiosidad, siempre estaba atento e interesado por el hallazgo de las nuevas tendencias en cualquier tipo de ámbito. Tanto su inteligencia, como su poder creativo poseían cualidades extraordinarias, que se salían de los márgenes convencionales, y hasta diría que revelándose ante ellos. No olvidemos que en sus orígenes formó parte destacable de la contracultura que se puso de manifiesto frente a la dictadura chilena, y este hecho seguro que generó y pronunció en sus adentros un gran impulso liberador. Como rebelión a cualquier imposición, siendo el arte un instrumento amplificador de conciencia, él siempre adoptó una postura acérrima a sus principios y muchas veces, por mantener lo que para él era integridad artística, y más que artística personal, renunció a reverenciar o admitir cierto tipo de actitudes con las que no comulgaba, y que en determinados momentos pudieran haber acelerado sus ingresos. Esta actitud estaba intrínsecamente relacionada a no ultrajarse a sí mismo. No se casaba con nadie, podía parecer irreverente y por momentos, a veces lo era, aquejado de su orgullo, pero esto ya lo sabíamos los seres queridos, y que, sabiendo valorar sus virtudes, lo pasábamos por alto, o nos dábamos un respiro.

En su último paso por este mundo, con su salud deteriorada y sin poder viajar desde Chile a Ibiza, era como perder la vida misma, porque para él no estar en Ibiza, era como no estar vivo. Así lo relata su amigo íntimo Mirko Sharika de entre sus confidencias.

Hablando de su pintura, que ha sido su trabajo más destacable y extenso, como artista que soy también, debo significar lo importante que fue a mi llegada de la península, el poder encontrarme con sus creaciones. Fue y sigue siendo un impulso alentador y de afirmación al grado artístico por excelencia. El reconocimiento ante su propia evidencia es inmediato, rotundo, implacable e irrefutable.

Versátil en todas sus facetas plásticas, inventor de múltiples fractales actuando al unísono, conocedor del color desde sus infinitas gamas, su interacción y vitalidad, el ingenio con el que presenta sus perspectivas imposibles haciéndolas posibles. La transitoriedad de sus enfoques, sus elementos entremezclados.

Te podía hacer del interior de una vivienda un paisaje submarino donde flotaban sus figuras y hacerte flotar junto a ellas, o hacerte gravitar junto al mobiliario por alguna fuerza misteriosa.

El hipnotismo que habitaba en la sincronía de sus simbolismos, sus mares abovedados, sus cielos multicolores, sus manteles de flores que parecían animalarse de vigor, sus mesas llenas de cachivaches y comidas acompañándose de playas, sus cajones llenos de secretos. «Yo, de niño, hacía mucha vida debajo de la mesa, era mi refugio. En mi país suele haber terremotos y, cuando se producían, me solía agazapar debajo de la mesa y allí me sentía protegido».

Es una pintura que da ganas hasta de comérsela, como un manjar.

Y sus olas... esas últimas olas en las que te veo danzar, o presidir desde tu nueva sonrisa, querido Arturo... o como diría alguien más joven que yo... te enseñara a surfear desde lo alto de su cresta.

Y me conciliarás con tus nubes, tus nuevos deseos y el amor que te conectó a este Mundo.