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Territori

«¿‘Performancer’? Hijo, busca un trabajo de verdad»

Siete artistas de la ‘performance’ explican a 120 alumnos de la Escola d’Art los pormenores de esta complicada, pero enriquecedora, rama creativa en una nueva actividad de la tercera edición de Territori

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La directora de Territori, Isa Sanz (izquierda), presenta a los siete artistas participantes en la charla. J.A.Riera

Jesús Silverio Cavia Camarero, aka Silberius de Ura, confiesa que aún le duele que su padre le ningunee: «Me dice que lo que hago ni es música ni es nada». ¿Cómo explicarle que es uno de los músicos vanguardistas más relevantes del mundo, que es un modelo que se sigue en Argentina o que en China hablan maravillas de su arte? Resulta difícil, sobre todo cuando en vez de tocar el acordeón, que es lo que le reclama que haga su progenitor, crea música polifónica ‘paleolítica’ con huesos de buitre o aparece en cueros en ‘Ragen’, un libro que fue presentado en el Museo de la Evolución de Burgos. «Le parece una locura que me gane la vida así», admite «dolorido».

Fue la explicación que Silberius de Ura dio a a la pregunta formulada por uno de los 120 estudiantes de 1º y 2º de Bachillerato Artístico de la Escola d‘Art de Ibiza que ayer, en el salón de este centro, asistieron a la charla que dieron siete de los artistas que participan en la tercera edición de Territori, un encuentro internacional especializado en performance. «Mis padres piensan que, si bien estoy loco, al menos se me ve feliz. Y eso parece que les satisface», se consuela el músico.

A Ivanna Ray Singh le sucede algo parecido, pero con su madre: «No me siento aceptada por ella», explica la artista, que el domingo actuó en el Espacio Micus. Y eso que su progenitora proviene del mundo del teatro. Abandonó la creación cuando formó una familia: «Dejó entonces de existir como ser creativo». Cree que su padre, que murió, habría entendido mejor que, en un momento determinado de su vida, decidiera que su arte debía «brotar». ¿Quién tiene la culpa de que su madre no la entienda? «El sistema patriarcal, pues impidió que fuera como quería ser», acusa.

¿Quién tiene la culpa de que su madre no la entienda? «El sistema patriarcal, pues impidió que fuera como quería ser», acusa

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De ahí que aconseje a los jóvenes estudiantes que construyan «una red de seres similares para tener un soporte» vital en lances como el de escoger el camino existencial que desean seguir. El de ser performancers no es, avisó, fácil: «Es muy duro no ser comprendido por la familia». Se pasa por momentos «solitarios, difíciles».

Fue mencionar la palabra patriarcado y saltar, como un resorte, la boliviana María Galindo, definida por la organización de Territori como «militante anarcofeminista, psicóloga y comunicadora». Galindo se convierte en un torbellino taquilálico en cuanto se activa. Y no deja indiferente, que es lo que persigue cuando comienza a improvisar su discurso: «Hay que desautorizar el derecho a la censura de la familia», cuyas reglas son «excluyentes, misóginas, transfóbicas y coloniales». Se exponen los artistas del performance a la «exclusión aberrante, cruel y caníbal» de los designios de padres y abuelos. Ante eso, «ni caso» a las palabras del «papá». Frente a la resignación, frente a acabar como la madre de Ivanna, ahora parcialmente redimida por su hija (ha conseguido que vuelva a pintar, olé), «hay que patear la puerta, romper candados».

«Hay que desautorizar el derecho a la censura de la familia», cuyas reglas son «excluyentes, misóginas, transfóbicas y coloniales»

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Silberius de Ura prefiere optar por un método menos agresivo: «Hay que tener una fe profunda en lo que haces», aforismo propio de manual de autoayuda que en realidad tanto sirve para ser artista de la performance como redactor de este diario. Y si se le añaden unas dosis de triptófano, aún mejor.

Galindo supo captar la atención de los estudiantes desde el primer momento, desde que pronunció la palabra mágica, pene, tan ligada al patriarcado: «Un pene, cualquier pene, es siempre una miniatura, y no hay mucho más que decir», fue su primera (e inexplicable) frase, con la que despertó del letargo a los chavales: «Yo te amo no es igual a yo tu amo. Que vivan las gordas, que vivan las morenas, quiero ser mujer sin modelos que imitar», siguió improvisando en su presentación ante la audiencia, quizás emulando en modo performance los lemas de una manifestación del 15-M. La performance a veces es así, inescrutable.

Día de confesiones, Galindo comentó que jamás habría venido a Ibiza. «Ni pagada». Le desagrada «la idea de un lugar carcomido [...] por el turismo, que consume, maltrata y crea sentido de superioridad» y que convierte los destinos en lugares «aburridos e infernales». Porque «donde hay turistas no hay interlocutores y se destrozan los tejidos sociales». Frente a eso, la Escola d’Art es, sin embargo, un oasis, que ayer también visitó la brasileña Priscila Rezende, muy recomendada por Galindo. Rezende crea performances a partir de sus experiencias como «mujer y negra», es decir, sobre racismo y machismo. Ambos términos, bien por separado, bien mezclados (y agitados).

Incomodar

Su país, alerta, no es ese paraíso de postal que se vende al exterior. Ni todo el día están de carnaval, ni bailando samba al estilo de Vinicius (De Oliveira, no de Moraes) en una esquina del Metropolitano, ni son tan felices como aparentan: «Nuestra realidad es muy dura, sobre todo para las mujeres negras». Brasil es, afirma, «muy racista», resultado de la «esclavitud y de la colonización», que, ojo, «aún no ha acabado». Es en lo que basa sus actuaciones, que ejecuta de manera «cruda», con el propósito de «incomodar» al público. Ibiza, dice, se parece a su país en que, si se rasca un poco, se ve su podredumbre: «No es ese paraíso que publicitan. Quienes viven aquí conocen otra realidad», la de ese turismo que esquilma territorio y aliena a sus habitantes, justo ese al que se refería Galindo.

«Nuestra realidad en Brasil es muy dura, sobre todo para las mujeres negras»

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¿Y qué les indujo —preguntó otro estudiante— a hacer performances, en vez de tocar en una filarmónica o actuar en el teatro María Guerrero? A Silberius, desprenderse de la educación «pudorosa» que le inculcó su familia, y que le inducía a «autocastrarse» (metafóricamente, claro) y a «limitar» su expresión artística. «Las artes escénicas me ayudaron a liberarme de esos escrúpulos, ataduras y prejuicios», explicó a los alumnos de la Escola d’Art. Llegó a detestar ese cuerpo que ahora muestra sin rubor. Incluso pensaba que tenía los dedos del pie demasiado gordos, tanto que los escondía bajo la arena de la playa para que nadie se los viera.

«Las artes escénicas me ayudaron a liberarme de esos escrúpulos, ataduras y prejuicios»

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A la cuestión de qué artistas de la performance les inspiran, Ivanna Ray Sing mencionó a Mario Montoya, y coincidió con Priscilla Rezende en alabar a Ana Mendieta, icono del arte conceptual y del feminismo. Pero María Galindo, iconoclasta, manifestó sentirse, en ese aspecto, «profundamente huérfana». Le «abruma», por ejemplo, Marina Abramovic: «Quizás no sepan quién es —dijo a los presentes—. No se preocupen, no se pierden nada».

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