La agenda política internacional está priorizando impulsar un nuevo modelo energético que impulse las fuentes renovables ante el gran reto que supone el cambio climático. Pero si hasta hace unos meses el cumplimiento de la agenda verde era una prioridad compartida a nivel europeo, el enfrentamiento de Rusia y Ucrania y la consiguiente crisis energética ha puesto en jaque los planes de Europa para llevar a cabo la transición hacia modelos más responsables con el planeta. La conciencia medioambiental convive ahora con la necesidad de asegurar el abastecimiento energético ante el corte de suministro energético por parte de Rusia, que ha llevado ya a algunos países como Alemania a dar un paso atrás y volver a recurrir al carbón, mientras que Italia, Austria y Países Bajos se plantean la misma solución de emergencia de cara al invierno.

Los gases renovables: energía limpia y autóctona

Rusia ha sido hasta ahora uno de los grandes proveedores energéticos del continente europeo, por lo que la sustitución de su energía por alternativas procedentes de otras partes del planeta supone un enorme desafío. Según Eurostat, el 38,7% del gas importado a Europa en 2021 procedía de este país.

El desarrollo del hidrógeno y el biometano supone una alternativa sostenible y realista para hacer frente a la crisis energética y, al mismo tiempo, mantener el ritmo de crucero en la lucha contra el cambio climático

En esa carrera para independizarse de Rusia, los gases renovables constituyen una alternativa limpia y efectiva para reforzar la seguridad de suministro con energía autóctona y ecológica. La apuesta por el desarrollo del hidrógeno o el biometano, por ejemplo, cristalizan una alternativa sostenible y realista en la lucha contra el cambio climático. Los gases renovables están llamados a jugar un papel crucial en la sustitución gradual del gas fósil y, por lo tanto, en el camino para alcanzar los objetivos de descarbonización. Las metas establecidas incluyen tanto la mejora de la calidad del aire como la ampliación de la integración de energías renovables en el consumo de energía final o la disminución de las emisiones de CO2. El uso del biogás es una solución esencial en la gestión y aprovechamiento de residuos, pero también en la reducción de emisiones con el objetivo de descarbonizar el consumo y la economía a nivel nacional.

Planta de producción de biogás

España dispone de un alto potencial para la producción de biogás gracias a su actividad agrícola y ganadera y podría convertirse en la tercera potencia de Europa por detrás de Francia y Alemania, según el informe publicado en abril de 2020 por la Comisión Europea “Impact of the use of the biomethane and hydrogen potential on trans-European infrastructure”, donde se prevé un potencial de biometano para España en el año 2050 de alrededor de 120 TWh/ año, lo que nos sitúa como el tercer país europeo en capacidad de producción. Además, la Comisión Europea ha identificado la extensa infraestructura de gas existente en España como principal ventaja competitiva para el desarrollo del biogás frente a otro tipo de tecnologías en el proceso de transición energética, ya que los gases renovables se integran en las redes ya existentes, sin necesidad de mayores inversiones para el desarrollo de nuevas infraestructuras, ni de cambio de equipos en casa de los consumidores, como calderas o quemadores.  

La extensa infraestructura de gas existente en España es una de las principales ventajas competitivas para el desarrollo del biogás, ya que los gases renovables se integran en las redes ya existentes, sin necesidad de mayores inversiones

Considerando el máximo potencial posible de producción de biogás, se podría llegar a sustituir hasta el 32% de la demanda nacional de gas natural de 2021 con una reducción de la huella de carbono de entre un 20-56%, cubriendo una parte importante del consumo doméstico-comercial e industrial actual. Además, contribuiría en los procesos de economía circular dando una solución a la gestión de determinados residuos. España es el país de Europa que acumula un mayor volumen de sanciones debidas a infracciones ambientales por la gestión de residuos.  

El plan de la Unión Europea para asegurar el suministro energético 

El ‘Green Deal' de la UE para hacer frente a la emergencia medioambiental tiene como objetivo alcanzar la neutralidad climática de la Unión Europea en el 2050. Y, de aquí a la próxima década, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 55% respecto a las cifras de 1990. Esta necesidad por optar por gases renovables respetuosos con el planeta ha incrementado su urgencia debido a la crisis sociopolítica actual derivada de la guerra de Ucrania, donde el impulso de esta alternativa sostenible juega un papel esencial para reducir la dependencia energética de Rusia por parte de la Unión Europea. Así, de cara al 2030, la Unión Europa se ha marcado como meta impulsar la producción de biometano hasta los 35.000 millones de m3 dentro del plan REPowerEU, donde el objetivo es reducir, al menos, 155.000 millones de m3 de uso de gases fósiles (lo que equivale al volumen de gas natural importado por Rusia a Europa en 2021). Dentro de esta carrera para impulsar los gases renovables, la propia Comisión Europea aprobó un ambicioso plan de apoyo valorado en 4.500 millones de euros a la producción de biometano en Italia, a través del Recovery and Resilience Facility (RRF), que de forma paralela a la reducción de la dependencia de Rusia, tiene como objetivo reforzar los esfuerzos de este país por reducir gases de efecto invernadero e incrementar su producción de energía renovable. 

En paralelo, y de cara a la posibilidad de que Rusia deje sin suministro a sus vecinos europeos el próximo invierno, la UE ha impulsado el plan ‘Save gas for a safe winter’ con el objetivo de que sus 27 estados miembros reduzcan el consumo de gas en un 15 % hasta la próxima primavera, una medida que entró en vigor el 1 de agosto y permanecerá hasta el 31 de marzo de 2023. Este documento enfatiza en la necesidad de avanzar en el desarrollo de alternativas energéticas sostenibles como los propios gases renovables. 

España, en situación privilegiada para liderar el futuro de la energía

A diferencia de otros países europeos, la situación de España ante un corte de suministro por parte de Rusia es más optimista, ya que el abastecimiento energético no depende en exclusiva del gas ruso. El país dispone de un abastecimiento sólido a través del gasoducto Medgaz conectado con Argelia, las reservas del sistema se encuentran al 80% y hay operativas un total de seis plantas regasificadoras (y una más a punto de entrar en funcionamiento) para recibir el Gas Natural Licuado (GNL) procedente de distintas partes del mundo. España es el país de mayor capacidad en este tipo de infraestructuras que son clave de cara a la independencia energética ya que hacen posible importar GNL en buques desde cualquier país y convertirlo después en gas natural. En total, las seis plantas españolas tienen una capacidad máxima de vaporización de más de 60.000 millones de m3 al año, cuatro veces más que Italia y casi el doble que Francia. Sin embargo, un corte total y prolongado en el tiempo sí golpearía con fuerza a otros países europeos que no cuentan con estas instalaciones como Finlandia, Estonia, Lituania y Letonia, donde el recorte de la demanda podría llegar al 54%. Le seguirían países como Hungría, Croacia, Grecia y Bulgaria, y, con recortes menos extremos, Alemania, Bélgica o Dinamarca. 

Barco con Gas Natural Licuado llegando a una planta regasificadora.

La situación privilegiada de España–según datos de Gas Infrastructure Europe (GIE), tiene la capacidad de almacenar el 32% del gas de toda la UE– y sus conexiones por gaseoducto con Francia, podrían convertir a nuestro país en el salvavidas y suministrador principal de Europa ante una crisis energética global. La incógnita es si este escenario energético retrasará la agenda climática y echará a perder los avances logrados durante los últimos diez años. Una muestra de ello es la decisión de Alemania de volver a quemar carbón como alternativa para cubrir las necesidades energéticas de sus ciudadanos, una acción que inevitablemente supondrá un incremento de sus emisiones de CO2. Iniciativas similares que puedan llevar a cabo otros países europeos ante un escenario extremo con el objetivo de reducir el consumo de gas, ponen en interrogante el cumplimiento de la exigente agenda climática europea. 

En este escenario, la apuesta por los gases renovables como fuente de energía se posiciona como una alternativa necesaria por un doble motivo: hacer frente a la crisis energética impulsada por Rusia y apostar por una fuente energética renovable y sostenible a largo plazo que permita cumplir la agenda climática europea.