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POLÍTICA EDUCATIVA

La escuela rural de Aragón, un ejemplo a seguir y un espejo donde mirarse

Los directores de los centros destacan la ventaja que les brinda la diversidad y su ratio | «Para dar el libro de texto no hace falta hacer Magisterio», defiende un maestro

La comunidad educativa de Alpartir celebró una jornada de bienvenida con la preparación de este mural. SERVICIO ESPECIAL

Son la alegría de los pueblos. Van todos juntos a clase y les da igual jugar en el recreo con los mayores o con los pequeños. "Es supervivencia", no les queda otra y no conocen otro cole. Son los niños de la escuela rural de Aragón, una bendición para los pueblos que siguen disfrutando de ellos.

"Es un reto atender esa heterogeneidad de distintos niveles y culturas y entiendo que nos hace mejores profesionales. Para dar el libro de texto no hace falta hacer Magisterio. Lo enriquecedor de esto es trabajar por competencias, plantear proyectos y atender esa diversidad de los pueblos". Así de fácil resume Juan Antonio Rodríguez, director del CEIP Ramón y Cajal de Alpartir, lo que debe ser el modus operandi en la escuela rural. Estos centros cuentan, además, con una ratio reducida, el otro punto que este maestro destaca de la educación en estos pueblos.

Primer día de clases en Alpartir durante este curso, el pasado jueves. SERVICIO ESPECIAL

Los centros rurales juegan un papel vital en la vertebración de un territorio tan castigado por la despoblación. "Hay que apostar por hacérselo más fácil a los que deciden quedarse en los pueblos. El impacto que tiene la escuela en el medio rural es mucho mayor que en la ciudad. En un pueblo pequeño, la escuela es el motor cultural de la localidad. Está fijando población, como aquí en Alpartir", defiende Rodríguez, quien aprovecha para explicar que en este centro trabajan a partir de ciertas problemáticas que se pueden dar en la localidad: "En matemáticas tenemos una cocina solar, pero no hacemos solo matemáticas porque ahora recogeremos moras y haremos mermeladas. Estás trabajando el currículum de matemáticas porque estás pesando y haciendo proporciones. Trabajas el currículum de lengua porque estás elaborando recetas. Y trabajas el currículum de ciencias porque estás trabajando la sostenibilidad, el cambio climático y las energías renovables".

"En una clase pura y dura de matemáticas si toca explicar el mínimo común múltiplo lo vemos para todos. No le dices al de 4º que se tape los oídos"

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Respecto a la teoría, el director de esta comunidad educativa apunta que, normalmente, "no se lleva libro de texto". Ellos tienen claro cuáles son los criterios de evaluación de cada curso y el nivel de exigencia. "En una clase pura y dura de matemáticas si toca explicar el mínimo común múltiplo lo vemos para todos. No le dices al de 4º que se tape los oídos. Que lo ha pillado, bien. Que no, pues ya lo pillará cuando le toque", desarrolla.

El éxito de esta enseñanza es el trabajo por competencias que tanto se demanda a día de hoy. "En cuanto a contenidos, van como la media de la comarca, ni mejor ni peor. Pero luego se salen en habilidades sociales, expresión oral o trabajo con las TIC", justifica. Según este maestro, las evidencias constatan que lo que hace falta para mejorar el rendimiento se encuentra en la escuela rural: "la participación de la familia y el agrupamiento del alumnado por grupos heterogéneos".

La interinidad, un problema

El principal hándicap al que se enfrenta la escuela rural en Aragón es la movilidad del profesorado. De hecho, apunta Rodríguez, el 60% de las plantillas de los centros cambia cada año en nuestra comunidad. "No hay manera de darle continuidad a ningún proyecto porque es empezar de cero todos los años. Falta un equipo consolidado para dinamizar las actividades", apostilla este maestro, quien ejemplifica lo que sucede: "Muchas veces venimos con el chip de colegio grande y, como tampoco tenemos una formación inicial en escuela rural, queremos homogeneizar. Entonces, no funciona. Y cuando te das cuenta de que tienes que trabajar en grupo heterogéneos ya te tienes que ir".

Con él coincide plenamente Ángeles Aguarón, directora del CRA Aranda-Isuela en Jarque del Moncayo, quien lamenta que esa falta de continuidad genera "un desgaste" para las familias, los niños y el centro. Dejando a un lado este problema, Aguarón destaca tres aspectos de su oficio: la cercanía entre las familias y la escuela, la riqueza de compartir experiencias entre alumnos de diferentes niveles y la condición de ser aulas ideales para experimentar.

"Nuestra escuela puede ser el pueblo entero"

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Esta directora argumenta que los materiales curriculares no están hechos para colegios pequeños, por lo que se mueven a través de proyectos. "Parece que somos escuelas de segunda, pero de eso nada, somos muy diversos y ricos en valores y experiencias. Y nuestra escuela puede ser el pueblo entero". 

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