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Colisión de mundos por Sant Bartomeu

Sant Antoni de Portmany celebra sus fiestas patronales de verano con una jornada en la que están presentes las diversas caras y realidades de este pueblo

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Festes de Sant Bartomeu (2022) J.A. Riera

Según la tradición, San Bartolomé -o Sant Bartomeu- fue uno de los doces apóstoles de Cristo y sufrió martirio siendo desollado por lo que la iglesia católica, en un gesto de humor negro, lo convirtió en el patrón de todos aquellos oficios que trabajan la piel, como los curtidores. Sin embargo, ¿por qué también es tan celebrado en Sant Antoni de Portmany?

Mientras espera que comience la misa para festejar al patrón, Manuel Rubio, portmanyí nacido en Andalucía, me explica su teoría: «Un payés me contó que en una ocasión rescataron a un marinero que se pensaban que se moría y eso sucedió en el día de Sant Bartomeu, por eso la gente de la mar le tiene fe».

No piensa lo mismo Margarita Serra Tur, que media hora antes de la misa ya ha cogido sitio en su banco favorito de la iglesia y se abanica enérgicamente para combatir el bochorno: «Los marineros de quien han sido siempre es de la Virgen del Carmen. ¿Por qué Sant Bartomeu? Pues no lo sé, pero desde que era yo pequeña, y de eso hace ya muchísimos años, siempre lo hemos celebrado». El santo ha dejado huella profunda en el pueblo, y son muchos los portmanyins que lo llevan en su nombre de pila: «¡Tengo dos sobrinos que se llaman Bartolo!», nos confirma Margarita.

Un momento de la actuación de la Colla de Portmany. J.A.Riera

El mas allá y el más acá

La misa solemne para celebrar al patrón comienza puntual, a las ocho de la tarde. Tras una lectura inicial de un pasaje del Apocalipsis, Vicente Piedra, párroco de Formentera y que ha sido invitado para hablar en la homilía de este día tan especial, toma la palabra para recordar con verbo preconciliar la vida y el martirio del santo: «Fue desollado vivo y sufrió castigo con invicta paciencia porque a pesar del tormento no paró de ensalzar las divinas bondades de la fe».

Unas palabras que suenan a dos manzanas escasas de la zona de ocio del West, lo que confiere a esta iglesia un aire de fortaleza, de reducto de la fe frente a la versión actual de los festivales dionisíacos paganos -los cuales, dicho sea de paso, son muy rentables y mueven la economía del municipio-.

Después es el turno del párroco de Sant Antoni, Francesc Xavier Torres Peters, quien realiza un parlamento apegado a la tierra y a la realidad cotidiana. Recuerda que 350 familias de Sant Antoni con escasos recursos dependen de la ayuda que ofrece Cáritas en este municipio, y le señala al alcalde que la aportación que realiza el Ayuntamiento a esta entidad se ha quedado insuficiente: «O tenemos más ayudas o habrá que cerrar», y hace también un llamamiento al conjunto de la población para que se implique en acciones de voluntariado para ayudar a quienes más lo necesitan.

La misa estuvo presidida por el párroco de Sant Antoni, Francesc Xavier Torres Peters. J.A.Riera

Una procesión y muchos mundos

Tras la homilía, es el momento de la procesión de las imágenes de la parroquia, que incluyen también las aportaciones de las diversas comunidades que se han instalado en el pueblo y que han contribuido al crecimiento de Sant Antoni.

Así, procesiona también la Mare de Déu dels Desamparats, portada por portmanyins de origen valenciano, mientras que la comunidad de raíces andaluzas desfila una imagen del Rocío y la Simpecado. «Es el primer año que la llevo», comenta Ismael Suárez, un joven sevillano que se acaba de instalar en Sant Antoni y que ya forma parte de la Hermandad del Rocío. Pese a la novedad, explica que no está nervioso porque ya tiene experiencia en portar imágenes en Andalucía: «Esto es otra cosa», señala.

Las imágenes salen de la iglesia y son portadas en un recorrido que baja por la calle Ample, alcanza el Passeig de ses Fonts y regresa al punto de partida subiendo por la calle del Bisbe Torres. Un trayecto breve pero suficiente para que dos mundos antitéticos se solapen. Así, al bajar por Ample y alcanzar el paseo, La bandera de la Virgen que abre la procesión se choca de frente ante una explosión de luces, voces, y ante el frenesí de una marea de británicos semidesnudos, tatuados y vociferantes.

«¿Están rodando una película?» me pregunta estupefacta Ann, una muchacha de Glasgow que observa la imagen del santo con la misma extrañeza como si observara un pokemon. Viste con un pantalón corto de color rosado y la parte superior de un bikini, consultan la carte de un restaurante y su preocupación y la de su grupo de seis amigas es decidir a dónde irán después de cenar: «¡¡Hay tantas discotecas que no nos decidimos!!».

Este choque entre universos es breve, ya que pocos minutos después las imágenes ya han regresado a un lugar seguro, la iglesia parroquial. Los participantes se trasladan a la plaza trasera de la iglesia, donde hay una muestra del ball pagès a cargo de la Colla de Portmany. El Ayuntamiento ha instalado también una barra donde se tiran cañas de cerveza y se reparten botellines de agua gratis. Los concejales de todos los grupos políticos, además, se encargan de repartir entre los asistentes las bandejas con los tradicionales bunyols y orelletes.

La música de nuestra vida

A las diez de la noche, la atención se traslada hasta la playa de s’Arenal. Más de un millar de personas vibran con la última actuación este año de Ressonadors, que abren su concierto con su eléctrica versión de ‘Sa Calera’ que UC grabara allá por el año 1976 y que tiene la capacidad de conectar de manera instantánea con el público. Después interpretan ‘Sa fauç’, en un concierto por el que pasarán todos los amigos que han ayudado a conformar este proyecto musical: Carlos Trafford, Omar Alcaide, Tito Zornoza, Ramon Mayol, Xumeu Joan, Ángela Cervantes, Gerard Quintana y David Serra, entre muchos otros.

Ressonadors arrancó el concierto con una aclamada versión de ‘Sa Calera’. J.A.RIERA

Las bandejas con los clásicos ‘bunyols’ y ‘orelletes’ siempre son muy bien recibidas. J.A.RIERA

La asistencia se ha desbordado y la multitud se extiende por el paseo marítimo a lo largo de s’Arenal, como si todo Sant Antoni hubiera salido a la calle y, por un día, los turistas no son mayoría en el pueblo. Hay también feria, con puestos de churros, crepes, nubes de algodón, intenso olor a frito, juegos para capturar un patito de plástico, camas elásticas para los niños, autos de choque y atracciones como el Súper Dragón o el Jumper Jumper, siempre con una abigarrado color chillón de puro barroco popular. Suenan por la megafonía las canciones de Rosalía, Bad Bunny, Morad y Quevedo, y los adolescentes aúllan ‘Que ya no quiero nada/ Que no sea contigo/ Quédate/ Que las noches sin ti due-e-e-e-len’, y tal vez muchos de ellos jamás olviden esta noche de Sant Bartomeu porque quizás este sea el mejor verano de sus vidas.

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