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Incendios forestales

Afectados por el incendio de Bejís: "La España vaciada se está convirtiendo en la España calcinada"

Los vecinos de Viver, confinados por el avance de las llamas hasta los límites del pueblo por el incendio que se inició el lunes en Bejís, y los de Alcublas se quejan de la falta de mantenimiento de los bosques en medio de un escenario dantesco

Un hombre pone a salvo a sus burros en el término de Alcublas. Germán Caballero

Manu Ayala repone fuerzas en el restaurante El Cristo, en una recta entre las curvas del Ragudo donde el fantasma de una chica vestida de blanco se aparecía de noche a los conductores, según una de esas leyendas de miedo que se difundían entre los niños. Manu es piloto de un AT08, un hidroavión que intenta apagar el fuego en Viver. "Este incendio está muy extendido y va a costar apagarlo. Pero estamos en ello", asiente con un gesto de convicción antes de atacar un bocadillo de tortilla de gambas.

A apenas un kilómetro, en el núcleo urbano, el último bando del ayuntamiento recuerda que la población debe seguir confinada. El incendio que comenzó el lunes en Bejís por culpa de un rayo -a falta de la investigación- ha desalojado ya a vecinos de Bejís, Torás y Teresa y un cambio en la dirección del viento acercó peligrosamente el fuego a esta población del Alto Palancia, lugar de veraneo de mucha gente de València. Los comercios están cerrados y la gente no puede salir de sus casas. Es un remake del inicio de la pandemia, pero con un escenario apocalíptico: El cielo es gris anaranjado, hay mucho humo y un ruido constante de avionetas y helicópteros en el cielo. Al lado del campo de fútbol, en la parte oeste del pueblo, Lourdes Martín tiene el coche preparado para salir pitando por si el fuego conquista este tramo del municipio. Está cerca. "Tenemos el maletero cargado con las fotos antiguas de mi padre, el álbum de bodas y las escrituras de la casa. Por si acaso", explica desde la puerta.

Por la calle aparece con su Opel Corsa Carmen Fernández, otra vecina del pueblo. Carmen tiene licencia para salir. Es exbombera de la brigada forestal de Barracas. Nos hace una lectura rápida de la situación: "Esa parte del monte ya se quemó hace unos años, pero se regeneró muy rápido. El problema es que el monte no se limpia. Hay mucho sotobosque (masa forestal baja). Hay que limpiar más el monte. Se ha quemado mucho, desde la sierra del Toro hasta el Ragudo. Van a tardar días en controlarlo, pero yo creo que hoy (por ayer) lo estabilizan porque no hay viento y hay muchos medios aéreos tirando agua y retardante", un producto químico que potencia los efectos del agua.

Carmen no es la primera, ni la última, en lamentar la falta de mantenimiento de los montes. Es el mismo discurso de los vecinos de Casas de Moya, a principios de julio, en el incendio que quemó 3.000 hectáreas del término de Venta del Moro. A 5 kilómetros, en dirección hacia Torás, un vaquero del pueblo critica "el ecologismo de ciudad". "Preguntad a los políticos, que parece que son más listos que nosotros", afirma. Sus vacas se han salvado por los pelos tras desplazarlas a la otra parte del pueblo. Dos kilómetros arriba, la CV-235 es una carretera fantasma. Todo está quemado a un lado y al otro, no pasan coches ni tampoco se escucha a los pájaros. Sale humo de casi todas partes. El paisaje es espantoso. De repente, un coche de la Policía Autonómica. "¡Por favor, aquí no se puede estar! ¡Vuelvan inmediatamente a Viver!", exclama el copiloto con cara de susto. En medio de esta carretera comarcal, en los límites de Castelló y Teruel, aparece ahora un coche de bomberos con las sirenas azules a toda velocidad en dirección a Alcublas.

Tres helicópteros circulan, perfectamente sincronizados, de norte a sur del término de Viver para apagar el fuego. Cargan sus ‘bambis’ en la Balsa de la Comunidad de Riego de Viver, la descargan sobre los límites del perímetro de las llamas, y vuelven a por más. Así toda el día. Tanta agua, sumada al retardante que sueltan las avionetas, provocan una agradable sensación de humedad en una de las lomas donde algunos vecinos se suben para ver la evolución de los trabajos de extinción. En otros sitios abrasa el calor, pero ahí, en ese punto de Viver, parece que esté lloviendo y hace hasta fresquito.

En el pabellón de Viver, 86 personas que fueron evacuadas de otras poblaciones apuran la comida. Cruz Roja les da cobijo y alimentos. También hay mascotas, que no tienen ningún ánimo de romper la convivencia. Al contrario. Un San Bernardo se tumba boca arriba y ofrece su pancha al forastero para ser rascada. "El lunes por la tarde ya notamos que había que dejar nuestras casas en Torás. Los bomberos le echaron muchos huevos para retener el fuego. Esto es un combate y en las guerras los aviones vuelan también de noche. Y estos pilotos son los mejores de las academias. Es lo único que falta aquí", explica Toni.

En Alcublas, a donde el fuego se aproximaba ayer por la tarde, las Fiestas de Verano en Honor a la Virgen de la Salud siguen en marcha, pero hay un contraste incómodo entre las jóvenes vestidas de churra y el humo y el fuego que se avista a pocos kilómetros. Un hombre que baja con tres burros por una pista forestal para ponerlos a salvo, se queja: "No nos dejan limpiar el monte. Nos multan cuando nuestras vacas cruzan la carretera. Cada vez nos dejan interactuar menos con el monte. El ‘ecologismo de salón’ nos está matando. La España vaciada se está convirtiendo en la España calcinada".

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