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Educación

La cara B del acoso escolar: cuando se queja el “profe”

Una encuesta a 360 docentes gallegos destapa un “elevado” porcentaje que asegura ser víctima de maltrato o agresión

Un aula en tiempos de pandemia. Alba Villar

Uno de cada cinco estudiantes gallegos matriculados en enseñanzas no universitarias asegura ser víctima de conductas contrarias a la convivencia, con datos recogidos por la Xunta en una macroencuesta escolar realizada el pasado año. La preocupación por el fenómeno ha llevado a impulsar la figura de un coordinación contra el acoso en los centros escolares y existen protocolos para orientar a los profesores en la detección de posibles casos. No obstante, ese profesorado que debe ayudar a veces es también víctima de esas conductas.

Durante el curso en el que hizo irrupción la pandemia, 2019-2020, el último del que se ofrecen datos, un total de 83 docentes, en su mayoría de Secundaria, se pusieron en contacto con el Defensor del Profesor de Anpe Galicia para denunciar, sobre todo, problemas para dar clase y situaciones de acoso, insultos y amenazas de los alumnos, pero también ofensas y denuncias de padres, problemas con la dirección, y no de tipo administrativo o presión para modificar notas. Una encuesta contestada por 363 profesores gallegos también deja en evidencia el problema. Entre las conclusiones, destaca que “es elevado el porcentaje” de docentes “que manifiestan sufrir o haber sufrido situaciones de acoso, maltrato o agresión por parte de las instituciones y miembros de la comunidad educativa”.

De hecho, la autora, la profesora de educación Secundaria en Asturias María González Álvarez, considera que las administraciones deben “intervenir con urgencia” para solventar este tipo de cuestiones.

En concreto el “Análisis de la situación laboral del profesorado no universitario de la comunidad autónoma de Galicia”, publicada en la Revista de Investigación en Educación, de la Universidade de Vigo, recoge cuántos docentes responden “sí” o “no” a posibles situaciones de acoso, maltrato o agresión por parte de las administraciones educativas, inspección educativa, equipos directivos, profesorado, alumnado y familia de los estudiantes. En el caso del “sí”, se da a los profesores una escala para calificar la gravedad de la experiencia, desde “leve” hasta “muy grave”.

Encuesta

Con esas premisas, los datos reunidos en la encuesta elevan a un máximo de 28 por ciento a quienes aseguran haber sufrido ese tipo de comportamientos por parte del alumnado, mientras que en el extremo opuesto se situarían quienes las asocian a inspección, con un 12,7%. Entre los dos porcentajes, el abanico es amplio: un 26,2% se las atribuye a algún familiar de los estudiantes, un 24,4 por ciento al equipo directivo; un 19,4 por ciento a miembros de su colectivo, el profesorado; mientras un 14,6% alude a la administración educativa.

En general, las situaciones calificadas de muy graves por las víctimas representan un porcentaje muy pequeño –el más alto es de un 4,7% aludiendo a equipos directivos, seguido de un 4,4 por ciento relativo a familiares del alumnado–. El grueso lo constituyen ofensas leves: uno de cada diez docentes denuncia ese tipo de casos con alumnado y otro tanto con parientes.

La consulta buscaba trazar una radiografía –estudio exploratorio, señala la autora– de la satisfacción laboral del profesorado –teniendo en cuenta estudios que indican que un profesorado satisfecho con su trabajo se encuentra “más motivado para conseguir los objetivos educativos, más dispuesto a la experimentación metodológica y más comprometido con su trabajo y formación”, y la perspectiva del bullying es una de las analizadas.

Por sexos, las profesoras son las que afirman estar más contentas con su trabajo. En general, el artículo concluye que el profesorado valora como medio-alta la satisfacción con sus relaciones interpersonales, el reconocimiento que recibe de la comunidad educativa por su labor, el ambiente en el que desempeña su trabajo y las instalaciones y recursos de los que dispone el centro. Puntuarían más bajo –valor medio– su satisfacción con las instituciones y el reconocimiento que percibe desde ese ámbito, mientras que en el nivel más bajo, estaría la formación, que se encuadra en medio-baja. A tenor de estos resultados, el artículo aboga por que las administraciones deben “mejorar” su relación y el reconocimiento a los docentes y “prestar una mayor atención a la formación”.

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