Ataques de llanto, temblores, hormigueo, taquicardia, insomnio un miedo anticipatorio a que si se toma una decisión en cualquier contexto la respuesta o consecuencia vaya a ser siempre negativa. Los trastornos que desencadena o de los que puede venir acompañada son tan amplios como los pacientes (depresión, fobias, trastornos de la conducta alimentaria...) y por eso es tan difícil cercar un muro alrededor del Trastorno de Ansiedad Generalizada. A pesar de que las enfermedades relacionadas con la salud mental están cada vez menos estigmatizadas, la sociedad aún no comprende la naturaleza de la ansiedad y, en muchas ocasiones, se llega a confundir con el estrés o con un cambio de comportamiento negativo del individuo, provocando el aislamiento de quien lo sufre.

Marta Ortega tiene 31 años, es de Elda y comenzó su tratamiento hace cinco años, su diagnóstico: Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG): “De pronto rompía a llorar sin aparente razón […] cuando no tenía que ir a trabajar no podía salir de casa, me quedaba en el sofá y no podía levantarme”. Además, Marta sufría mareos acompañados por una subida de las pulsaciones (taquicardia).

M.ª Angustias Oliveras (Granada, 1944) es psiquiatra y lleva tras de sí más de cuatro décadas de trayectoria profesional como psiquiatra, psiquiatra forense y docente en esta misma especialidad. Además, ha dirigido diez unidades de Salud Mental, dos de infanto-juvenil, una unidad de Trastornos Alimentarios y un programa de Patología Dual. Ha sido hasta hace unos meses coordinadora de las áreas de Psiquiatría en los dos departamentos sanitarios de Alicante (Hospital de Sant Joan y el Hospital General). Lo primero que la doctora deja claro es que hay que distinguir el estrés, la ansiedad y la angustia:

  • “El estrés es una reacción fisiológica que suele conllevar la vivencia de angustia, pero es la respuesta del organismo ante una serie de cambios ambientales”.
  • La ansiedad, por otra parte es “la reacción normal del miedo y la vivencia de peligro (lo que pasa es que cuando no hay un peligro identificable es puramente mental, pues uno no se puede defender) el organismo reacciona sintiéndose en peligro”.
  • La angustia sería quizás la otra cara de la moneda: “La angustia psiquiátricamente y psicopatológicamente es distinta. La angustia es un bloqueo. Si con la ansiedad te pones alterado (se te seca la boca, se le dilatan las pupilas, tienes hormigueos… el cuerpo reacciona con miedo), con la angustia sientes un sentimiento de bloqueo (un nudo, no poder tragar, sentirse indefenso y perdido) y es casi más desagradable que la ansiedad. La ansiedad puede ser normal en un momento dado, en cambio con la angustia se sufre un bloqueo en el que no puedes hacer nada y rara vez es “normal”.

Con “normal” hablamos de esas fobias que todos tenemos, situaciones o contextos que no podemos afrontar con facilidad, como la fobia a los perros, los ascensores, a las alturas… “Todos tenemos algún punto dentro de estas fobias” asegura la doctora Oliveras. “Una cosa es tener ansiedad en un momento dado, ser ansioso… y otra cosa es pasar un nivel en el que cumples criterios de que estás padeciendo un trastorno por angustia o por ansiedad”. La psiquiatra subraya que “para que sea enfermedad tiene que existir un intenso sentimiento subjetivo que empeore tu calidad de vida y que haya determinadas situaciones que no puedas soportar”.

La doctora María Angustias Oliveras. AJ. Fuentes

El "vaso de Duralex"

Pero, ¿qué ocurre cuando la ansiedad deriva en un TAG? Según la doctora Oliveras, este trastorno es especialmente dañino para quien lo sufre, pues se empiezan a tener cogniciones negativas anticipatorias: “Están pendientes del futuro, cosas que van a pasar y que suelen ser negativas terminan bloqueándolos y causándoles una ansiedad que no pueden abordar, esto puede acabar desarrollando otras patologías como una agorafobia, al anticiparse de que en cierto lugar se van a poner mal”.

“La vibración de los altavoces de un concierto o el cine me recuerdan al principio de un ataque de ansiedad: la última vez que fui a un concierto acabé llorando”.

Marta Ortega

En este sentido, Oliveras señala las conductas evitativas derivadas de las fobias: “llega un momento en el que por no enfrentarte a la ansiedad evitas los estímulos y eso no es vida. Los seres humanos somos biológicos, psicológicos y sociales, esa es una estructura que no se puede dividir ni delimitar, es un todo. Estamos inmersos en el ambiente con el cual nos comunicamos de forma constante”.

La somatización es otra forma que tiene el cuerpo de advertirnos que algo está pasando: taquicardia, hormigueos en las extremidades, tensión muscular, temblores; náuseas, diarrea o síndrome del intestino irritable, irritabilidad, tendencia a los sobresaltos… Los síntomas físicos que traen consigo: caída del cabello, bruxismo o contracturas, entre otros.

“En mi caso he sentido hormigueo en las manos alguna vez, pero yo sobre todo me mareaba, también he tenido taquicardias”. La caída del pelo es uno de los síntomas que reconoce que le han pasado.

Marta Ortega

Cuando la ansiedad se convierte en algo que empeora la calidad de vida de quien la sufre hay que atajarla cuanto antes. El tratamiento, según Oliveras, debe ser multimodal. "Una vez se llega al punto de sufrimiento intenso hay que arreglar el disco duro. La psiquiatra lo explica: “normalmente esto conlleva a nivel neurobiológico anomalías de los neurotransmisores, estos se alteran y hay que arreglar la neurofisiología del cerebro y aliviar los síntomas porque, si te encuentras mal, este malestar de por sí te genera ansiedad”.

“A veces no hay raíz, a veces es una evolución”, señala Oliveras. “Es como la teoría del vaso de duralexque llegado a un punto no puede más y revienta”. Sobre el origen o la raíz del trastorno destaca que no siempre se puede conocer: “cuando se sabe claramente lo que le ha desencadenado se llama trastorno adaptativo mixto depresivo-ansioso: cuando tienes identificado un elemento o situación que en un momento dado superan la capacidad de afrontamiento de una persona y se viene abajo, esto es distinto de un TAG o de una agorafobia”.

Falta de inversión

La eldense Desiré Poveda es periodista y padece TAG que acabó mezclándose con una anorexia nerviosa y depresión. Tiene 28 años y comenzó su tratamiento en julio de 2020. Así recuerda sus primeros recuerdos con la ansiedad: “como me marcaba unas mecas tan altas, y yo pensaba que era lo que los demás esperaban de mí, quería llegar a unos resultados académicos que me creaban esa ansiedad. Una vez llegada la época laboral eso se traslada al trabajo. Al final se crea una angustia vital que es en todos los aspectos de tu vida, vives con esa ansiedad y convives con ella. Llegas a malvivir con la ansiedad. Se traspasa a tus amigos, a tu pareja, a tu familia…”. Al final, su caso se convirtió en algo más complejo que el miedo: “La ansiedad me derivó en un TCA (Trastorno de Conducta Alimentaria) que, a su vez, derivó en una depresión. Ahora estoy aún en tratamiento por depresión y anorexia nerviosa. Fue como una cadena de acontecimientos".

Sobre qué es necesario, Desiré lo tiene claro: inversión. “Acudí a mi médico de cabecera, que evidentemente me derivó a la unidad de Salud Mental: tardaron más de siete meses en llamarme. Me pesaron, me tomaron medidas y me hicieron una serie de preguntas y me dieron cita para dentro de tres meses”. Cuando Desiré le contó a la psiquiatra que había acudido a la privada la respuesta fue contundente: “me dijeron que continuara en la privada porque no podían ofrecerme una terapia semanal, ni cada dos semanas, ni siquiera cada mes”. En este sentido, la joven destaca la necesidad de apoyo, ya no por parte de los profesionales, sino por parte de las instituciones públicas: “Creo que la sociedad a día de hoy sí que estamos preparados, concienciados y sensibilizados, creo que es más un problema de los estamentos políticos y las instituciones públicas porque sí, mucho hablar de la salud mental y hacer campañas pero... ¿Dónde está ese apoyo socioeconómico?

Desiré, que llegó incluso a tratar de quitarse la vida, es consciente de que la sanidad privada es algo que muchas personas no se pueden permitir. Tiene la suerte de acudir a una clínica donde psiquiatra, psicólogo y nutricionista trabajan en conjunto. Ahora, además de su trabajo como comunicadora y actriz, dedica su tiempo a concienciar en redes sociales sobre salud mental y visibilizar su lucha contra la ansiedad, la depresión y la anorexia.

“He tenido un intento de suicidio y di muchas señales... eso que dicen de que no se puede saber no es verdad. Tuve la suerte de tener a mi familia y pude recurrir a la sanidad privada si no, no sé si ahora estaría hablando contigo”.

Desiré Poveda

Enseñar a conocerse

La psiquiatra Oliveras subraya que conocer el funcionamiento del TAG en uno mismo es fundamental para poder sobrellevarlo: “la psicoterapia es fundamental, aunque rara vez a suficiente. Hay que enseñar a la persona a conocerse mejor a sí misma y a manejarse para que el mundo no le pueda”. Asimismo, señala que la infancia es un momento clave donde los TAG pueden empezar a germinar: el miedo a no encontrar grupo en el patio, a salir a la pizarra… “eso mantenido durante mucho tiempo acaba agotando todos los recursos y son más vulnerables a tener una depresión o un TAG”. Además, destaca la importancia del deporte y la actividad física para superar o evitar recaídas de dolencias a las que podemos tener tendencia.

Sobre el sufrimiento psíquico y lo que implica, Oliveras tiene claro que existe y no se puede mirar a otro lado. “No se puede hacer como que no existe, no es un asunto menor. Es delicado y hay que abordarlo de forma muy respetuosa, con garantías de ayuda, apoyo e itinerario terapéutico”.