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Historia humana

Gulalai Hotak, una jueza liberada del infierno talibán

La magistrada logró escapar de Afganistán gracias a la Asociación Española de Mujeres Juezas que ya ha sacado del país a más de 150 mujeres y sus familias

La ministra de Justicia, Pilar Llop, junto a la jueza afgana, Gulalai Hotak. ELVIRA URQUIJO A.

La profesión de Gulalai Hotak la llevó a estar en una lista de ejecución talibán con otras mujeres juezas. En solo unos meses pasó de meter a los terroristas en la cárcel a tener que huir de Afganistán para evitar que esos mismos prisioneros acabaran con su vida. Esta jueza es una de las 152 que han logrado huir del régimen, que tildan de "infierno", gracias a la Asociación Española de Mujeres Juezas y a organización International Association of Women Judges que todavía trabaja por tratar de sacar a otras 80 mujeres del país.

Hotak contó este jueves su historia en el 36 Congreso Nacional de la Asociación de Jueces y Juezas para la Democracia, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria, con el objetivo de "dar voz" a las mujeres afganas víctimas de la guerra "silenciosa y silenciada" que atraviesa su país.

La directora de la asociación española responsable del rescate, Gloria Poyatos, explicó que la persecución a los jueces es especialmente intensa en el país ya que estos formaban parte del sistema democrático contra el que se dirigen los terroristas, pero en el caso de las mujeres con esta profesión es aún más grave porque no solo "juzgaron a los talibanes sino que se atrevieron a juzgar a hombres". 

Por ello, las organizaciones se han volcado en trasladarlas a países en los que ellas y sus familiares estén seguros. En total ya han sacado a 710 personas de Afganistán. Hotak, que actualmente está en trámites de asilo, es una de las ocho juezas refugiadas en España. El resto se ha trasladado a Australia, Nueva Zelanda, Reino Unido, Polonia, Alemania, Canadá o EEUU. Todas tienen en común que tuvieron que "salir con lo puesto" ya que les habían bloqueado hasta las cuentas bancarias. Ahora la asociación las ayuda a insertarse en la sociedad, les ofrece ayuda psicológica y les gestiona los trámites de asilo. 

Las que quedan allí tiene que cambiar de piso cada tres semanas para "evitar ser rastreadas", según explicó Poyatos este jueves.

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