Es una decisión "personal y muy sopesada" y extremadamente difícil de hacer entender a los demás, pero hay quienes deciden entregar un riñón a una persona que ni conocen ni conocerán nunca para regalarles "un pedacito de salud", un "pasar por la vida aportando algo" que no dudarían en volver a hacer.

Son los donantes "buenos samaritanos", a los que este año la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) ha querido rendir homenaje con motivo el Día Nacional del Donante de Órganos, Células y Tejidos dándoles la oportunidad de expresarse en público.

Así que, después de confirmar que ya ha pasado el tiempo suficiente para evitar una posible trazabilidad de donante a receptor que pueda vulnerar el anonimato exigido por la legislación, ha permitido a 3 de 18 buenos samaritanos que ha reclutado en España conocerse y compartir sus experiencias.

"Si no es la mejor, es de las mejores decisiones que he tomado o podré tomar nunca", asegura Pablo, médico de 54 años residente en Euskadi. Eso no quiere decir que fuera fácil, porque es "una decisión muy personal y muy sopesada, y cuando decides que es algo que quieres hacer, le das muchas vueltas".

Ahora, "la satisfacción de haberlo hecho es enorme", aunque su paso sea a veces "mal comprendido y no se entienda". "Pero eso a los que hemos donado no nos frena y tampoco hace sentirnos especiales porque somos gente muy normal, como cualquier persona".

De hecho, una de las conclusiones de un estudio pilotado por Marta García, enfermera coordinadora de la ONT, para conocer la experiencia de estos donantes, es que quieren precisamente que se normalice.

"Estoy encantado, tengo mucho que agradecer por lo que he hecho, es muy gratificante, pero sin sentir en ningún caso que soy especial o un héroe porque no lo somos", apunta Pablo sin titubear cuando añade que "lo volvería a hacer, sin ninguna duda".

De hecho, anima a quien se lo esté planteando a que "miren esa posibilidad, hable con personas que lo han hecho y se ponga en contacto con la ONT. Ver que alguien que lo necesita, que tiene un problema y puede tener algo que a ti te supone tan poco, realmente a nivel personal merece la pena".

"Les das un pedacito de salud", comenta con sus compañeros. "Es un gesto que está bien -insiste- pero no nos hace diferentes a los demás".

A sus 61 años, María Jesús goza de una salud excelente, pero su hermano no; a él no puede ayudarle, pero su enfermedad rara la empujó a valorar la opción de mejorar la calidad de vida de un desconocido.

Un programa de pacientes renales en diálisis fue el detonante: "Me llegó al corazón y me di cuenta, aparte de la enfermedad de mi hermano, de la mala calidad de vida que tienen estos enfermos", explica.

De manera que se encontró ante "la obligación de hacer algo" en la medida de sus posibilidades, "porque si hubiera tenido mucho dinero, habría hecho una gran donación a la investigación de enfermedades raras". Pero lo que tenía para dar era su riñón.

Y esta trabajadora en una empresa de alimentación en la Comunidad Valenciana decidió donarlo: "Es una manera de dar gracias a lo bien que estoy y lo mal que lo están haciendo otras personas", ilustra.

Sin embargo, ella también se encontró con algo que no esperaba: "La incomprensión de las personas del entorno", a quienes les cuesta entenderlo. "Pero lo vas salvando" y, a día de hoy, está "muy contenta" porque su calidad de vida sigue siendo la misma, pero ahora puede decir que ha pasado por la vida "aportando algo".

¿Lo volvería hacer? Tampoco duda: "Sí, por supuesto, y no sé si podré donar algo más, pero no lo descarto"

"Considero la donación como un acto cívico, que es lo correcto. "Más que por qué donar, me pregunté por qué no iba a donar (...) "¿Por qué no voy a ayudar a una familia, a una persona, a una madre, a un hijo, a un padre que necesita ayuda, que puede morir, si yo puedo vivir con un riñón igual que con dos?, se pregunta Carlos, donante de 36 años que vive en Cataluña.

Tras valorarlo, contactó con la ONT y empezó el proceso, que dura entre 8 y 10 meses. "Se hacen muchas pruebas -físicas y psicológicas-, pero vale la pena, no para mí porque tú no recibes nada, pero seguro que valió la pena para la gente que mejoró su calidad y esperanza de vida y las de todas sus familias".

"Lo volvería a hacer, no me arrepiento y animo a quien piense así a donar", invita Carlos, convencido de que "por hacer esto no eres buena persona, ser buena persona es un trabajo diario".

Pero avisa de que hace falta "empatía" y ponerse en lugar del paciente y su familia. "Es un rasgo que, si no lo tienes, no puedes hacerlo".