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Entrevista

Jorge Said, periodista, corresponsal de guerra y documentalista: «Por supuesto que se puede buscar a Dios en Ibiza»

El director del programa ‘Buscando a Dios’, de History Channel, graba un capítulo en Ibiza sobre espiritualidad, pocas semanas después de haber vivido situaciones extremas en la guerra de Ucrania y en la agónica evacuación del aeropuerto de Kabul tras el triunfo de los talibanes

Jorge Said graba en la necrópolis de es Puig des Molins para su serie ‘Buscando a Dios’. Vicent Marí | Gerard Felip

El periodista Jorge Said (Chile, 1965) es un torrente de historias que ha acumulado a lo largo de más de treinta años de profesión. Su vida es una sucesión de contrastes y extremos: ahora graba en Ibiza un capítulo para su serie ‘Buscando a Dios’, poco después de haber vivido experiencias límite en la guerra de Ucrania y en la evacuación de Kabul tras el triunfo de los talibanes.

Said durante la entrevista en Diario de Ibiza junto a su cámara, de la que no se separa.

Corresponsal de guerra, documentalista, ha cubierto la guerra de Irak, la guerra civil siria, la de Afganistán, la del Donbass, la de Ucrania… Ha viajado por todo el mundo en busca de tribus olvidadas… ¿Qué hace Jorge Said en la feria medieval de Ibiza?

Dentro del proyecto ‘Buscando a Dios’, que es una serie de History Channel, hemos visto cómo las grandes religiones tradicionales han ido perdiendo muchos fieles mientras emergen otros movimientos basados por ejemplo en el chamanismo, en algún tipo de espiritualidad new age. Ibiza aparece como un lugar clave dentro de esta nueva espiritualidad. Fue muy popular en los 70 con el hippismo, después se perdió y hay un resurgimiento. Sabíamos que existían estos grupos, amantes de la naturaleza, que hacen estas sesiones sobre la diosa Tanit, y me pareció que era un muy buen punto de partida para hacer un estudio sobre este nuevo tipo de espiritualidad que adora a la naturaleza, al sol, a la luna. Es una espiritualidad tan diferente a lo que ha sido la fama de Ibiza de excesos, drogas, fiestas... Esto me trajo a Ibiza tras salir de la guerra de Ucrania; llegar a esto era otro extremo.

Está grabando para su programa ‘Buscando a Dios’. ¿Se puede buscar a Dios en Ibiza?

Por supuesto, es un lugar que tuvo un pasado histórico importantísimo, un cruce de culturas, la fenicia, el cristianismo. En ese cruce de religiones hay mucha gente que está buscando esa nueva espiritualidad, para la cual Ibiza es una isla mágica, tiene tanta belleza natural y tanto que hay que cuidar que me pareció un buen punto de partida también para vincular Europa con América y esa espiritualidad. Vamos a hacer la mitad de un capítulo aquí y la otra mitad en un gran encuentro, el Burning Man, y en otros sitios donde la gente está buscando. Hace tiempo que quería hacer algo aquí y era el momento, ahora que estamos saliendo de la pandemia. Van a venir nuevas formas de vida, vivir en comunidad como algo contrario a como estamos viviendo en las grandes ciudades, donde hay tanta gente completamente sola… Es algo que yo también estoy buscando, tampoco quiero vivir solo en mi departamento de 400 metros de Santiago de Chile. Poder vivir con otras personas e intercambiar nuestra experiencia. Si no para qué estoy arriesgando mi vida y yéndome a vivir con las tribus si no lo puedo intercambiar con otras personas.

¿Es la primera vez que viene a Ibiza?

Es la tercera vez. No venía desde hace 20 años. Ya le pasó a uno lo de querer ir a clubes, no tenía ahora la misma curiosidad. Esa búsqueda de espirituales me hizo venir. Por eso fui a la fiesta medieval, me pareció interesantísima. [Diario de Ibiza se topó con Said por casualidad tumbado en el suelo en medio del Portal de ses Taules, grabando con su cámara a las numerosas personas que pasaban y le miraban con asombro].

«En la guerra hay sufrimiento pero también podemos encontrar la bondad y el altruismo»

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¿Qué lugares y qué personas ha grabado?

El mercadillo hippy, círculos de mujeres que están tratando de reencontrarse. Estuve en una fiesta de la luna llena, con un grupo de holandeses, otro de mujeres que se llaman las Hijas de la Tierra, argentinas y españolas, que se unen por intereses musicales y espirituales. Tendremos reuniones con seguidores de la diosa Tanit, que hacen rituales en la cueva, con antropólogos, en el Museo Arqueológico. Vamos a grabar durante ocho días para History Channel y Canal 13.

Su vida es una sucesión de contrastes brutales: en poco tiempo pasa de la huida agónica del aeropuerto de Kabul o de estar en primera línea de fuego en Ucrania a la Ibiza del inicio de temporada… nada que ver con esas vivencias extremas de las que usted viene. Debe de ser complicado encajar en la vida estos contrastes tan tremendos.

Son muy interesantes también, porque nos hacen entender la vida en su simplicidad y su complejidad. En la guerra la crueldad y el sufrimiento se unen con grandes historias humanas. En la guerra podemos encontrar este sufrimiento pero también la bondad y el altruismo de las personas. En Ucrania veía a todas estas personas generar grupos de ayuda, se juntaban todos para llevar a las mujeres a la frontera, se daba sangre en los hospitales, se conseguía la comida, la gasolina, se creaban grandes cadenas humanitarias… Nos vamos a encontrar con mucha gente buena en los conflictos. En una guerra entro grabando y no apago la cámara más. Es en esos extremos donde encontramos grandes historias periodísticas. Ahora vine a Ibiza porque necesito cubrir esa nueva espiritualidad, pero rápidamente regreso a la guerra.

¿A qué guerra?

Voy a hacer varias. Una, Ucrania. La situación en los Balcanes es muy mala, quiero ver qué ocurre, desde mi serie ‘Buscando a Dios’, en Bosnia (país musulmán), Serbia (ortodoxo cristiano), Croacia (católico) y Kosovo (musulmán), todos países que han sido satélites de la Unión Soviética. Georgia, donde viene otro problema más con Osetia. Armenia y Arzeibayán, que están en estado de guerra. Nos podemos encontrar con una situación tremenda. Pero también quiero grabar la hambruna: Etiopía, Somalia, Kenia. Debido a la situación en Ucrania, no está exportando el trigo y en el cuerno de África son dependientes del trigo ucraniano.

"En una guerra entro grabando y no apago la cámara más"

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¿En qué se diferencian?

Cada guerra, cada conflicto, es distinto. Por ejemplo, en Ucrania somos corresponsales acreditados por el ministerio de Defensa, en cambio en Etiopía o en el Sinaí tenemos que entrar ocultando nuestra identidad, es mejor pasar como turista. Este tipo de cámara me permite disfrazarme de fotógrafo, nunca revelo mi identidad, no les digo a las fuerzas etíopes que soy periodista, si no hay problemas porque los periodistas no son bienvenidos. Tenemos estos dos tipos de conflictos, áreas donde hay que ir y mostrarse y otros donde hay que pasar desapercibido. En la guerra de Ucrana sentimos mucho miedo sobre todo al principio, todo el mundo pensaba que Rusia tomaría Kiev en 15 días. En Ucrania lo que más sufrí fue la falta de sueño, que se sufre en todas las guerras, pero en Ucrania dormíamos solo tres horas diarias, en refugios. Los principales problemas los teníamos con las fuerzas ucranianas, porque creían que cualquiera podía ser un espía, y nos revisaban 24 horas al día y nos podían borrar o quitar el material o dispararnos. Hay una gran cantidad de civiles armados.

Volviendo a Kabul, sus vídeos sobre la huida de Afganistán y cómo logra coger in extremis un avión militar español, junto con tres mujeres afganas a las que ayudó a escapar, dieron la vuelta al mundo. El País los publicó con el título ‘Los últimos cuatro días en Kabul’. Son documentos estremecedores que transmiten la angustia y desesperación de las miles de personas que se agolparon en el aeropuerto para huir de los talibanes. ¿Cómo recuerda aquellos días? ¿Temió por su vida?

Lo recuerdo con mucha emoción. Hemos sido parte de la selección del festival Input de Barcelona con ‘Escape de Kabul’, este relato que se transformó en película documental. Como ocurre con muchas de mis obras, no las veo hasta que están en el aire porque si no no acabamos nunca… Recuerdo a estas familias que logramos sacar de Afganistán. El viaje final fue mi tercero al aeropuerto a buscar aviones españoles, dejaba a las personas listas y cuando ya hacíamos el contacto con Javier, de las fuerzas de inteligencia españolas, y las lograba entregar, volvía a buscar a más.

¿A cuánta gente ayudó a escapar?

A 20 personas, familias. Un grupo está en Salamanca, otro en Orense, otro en Sigüenza. Las visité luego para ver cómo estaban y fue muy emocionante. Nosotros nos vimos involucrados de una manera accidental, estábamos en Kabul antes de que llegaran los talibanes, entrevistamos a muchas defensoras de derechos humanos, mujeres que estaban relacionadas con actividades prohibidas en este Islam extremo. Por el hecho de haber estado con nosotros ellas corrían peligro. Nos vimos con cierta responsabilidad hacia ellas y por eso no pudimos salir en aviones norteamericanos, porque no las iban a dejar subir.

Decide no salir con los americanos [tiene nacionalidad chilena y estadounidense] porque le prohíben llevar el material.

Pensé «estás loco, yo no voy a dejar mis películas, mis cámaras, acá, si yo arriesgué mi vida es para sacar el material». Cuando me dicen que además a esta gente, estas niñas, no las van a sacar porque no tienen pasaporte... Están involucradas en todos tus problemas porque trabajaron para el gobierno norteamericano, que tengan los papeles o no es otro tema, ustedes dijeron que con las personas que habían colaborado tenían la responsabilidad no solamente moral sino política de evacuarlas, si no nadie va a velar por ellas. Simultáneamente estábamos hablando con España, nos dijeron que podíamos salir con el avión español y que empezáramos a hacer las listas. Me comunicaba con altos representantes del ministerio de Defensa y pudimos sacar a bastantes familias. Ese es el orgullo de una misión que acabó con final feliz.

En uno de los artículos que escribió para El País cuenta que cuando está en medio del caos del aeropuerto de Kabul, donde no se puede dar un paso por la multitud que se agolpa intentando escapar, pierde a su productor, que lleva el material que ha grabado para el documental. Usted no lo duda, da la vuelta para ir a buscarlo: “Les digo a Azadeh y a su hermano que yo me vuelvo a por mi bolso. Que sin mi bolso yo no sigo, que ese material es mi vida”. Es una frase que le define muy bien: su vida es su profesión. Su vida es lo que graba, y no le importó perder ese avión, perder incluso la vida, usted lo que necesitaba era recuperar esas grabaciones.

Por eso yo no salí con los estadounidenses, porque no permitían sacar el material, los discos duros, había que dejar espacio en el avión; teníamos que salir sin maleta, sin nada. Además, no querían periodistas ni gente que estuviera con cámaras dentro de los aviones.

¿Cuáles han sido los momentos más extremos que ha vivido, en los que ha pensado que no iba a salir de esa?

En Irak, en Kirkuk, iba a coger un taxi y un montón de mujeres me dicen ‘un hombre aquí no puede entrar’, así que tomo el que viene más atrás. Era un coche bomba, en el que no me dejaron subir, y 50 metros mas atrás explotó. Subimos cuatro o cinco metros en el aire y veo a los soldados, los cuerpos, empiezan a disparar para todos lados... La mujer que llevaba el cinturón bomba (ellas sabían que lo llevaba) quería reventarse en el control militar que estaba un poco más adelante. En otra ocasión caemos en un enfrentamiento con Estado Islámico, yo estoy con gente de Nusra, de Al Qaeda, y otras milicias, y nos vamos a una casa de seguridad y empiezan ellos a balazos. Estado Islámico viene a atacarlos y me dicen «te tienes que ir»; digo «pero por dónde, puede pasar cualquier cosa»... Tengo que subir a una camioneta pick up llena de milicianos y dicen «tenemos que ir a dejar el agua e ir a buscar unas cosas a una aldea, uno tiene que ir a ver a su madre». Yo pienso que me van a intercambiar, ahí pierdo toda esperanza, esta gente me va a vender a Estado Islámico. Finalmente no, llegamos a la aldea, sale la mamá de uno de ellos, le sacan los bidones de agua que teníamos que llevar, les pasa sacos de lechugas para un campo de refugiados… Era verdad, iban a ver a la madre. Fueron dos horas infernales.

Y en Kabul.

Con los talibanes en Kabul cuando íbamos avanzando hacia el aeropuerto también perdí la esperanza. Yo iba con 20 personas, ancianos, niños, no podíamos avanzar, les digo espérenme acá, me voy, llegó un momento que había tanta gente que no se podía pasar, pierdo toda esperanza y vuelvo, y ya la familia no estaba, había desistido. Me dieron ganas de llorar, todo el esfuerzo que habíamos hecho para llevarlos hasta allí, los autos que habíamos conseguido, 48 horas caminando para que ellos desistieran cuando faltaban los 200 metros finales… Fueron los momentos en que pierdo el bolso, me perdí con el traductor, era tanta la multitud, los talibanes pegando a la gente con cadenas, disparando al aire y yo era un extranjero… para cruzar fui con la capucha y la cámara súper escondida, tuve que volver a pasar el control de talibanes.

Pero logra encontrar el material.

Me quedo ahí, espero seis horas y de repente me encuentro con mi bolso y mi productor, él no quiere seguir y le digo «el último intento». Empiezo a recibir mensajes de mi hermano, que desde Chile me decía «cuidado, que están avisando los norteamericanos de que un grupo de Estado Islámico va a poner una bomba en el puente, en la salida de Erbil, se anuncia un atentado de Estado Islámico. Mientras, veo que no hay más solución que tirarse al agua, el productor no quiere, las tres niñas bajan conmigo, los otros deciden quedarse, también el hermano de una de las niñas. Avanzamos hasta que algunos militares noruegos sabían de los militares españoles, y me dicen «¿son ustedes los que andan buscando el batallón español?». Dicen «OK, eres tú más tres mujeres, te tengo en la lista, anda a buscar a las mujeres», vuelvo a por ellas… Otra vez no apago la cámara, le paso al comando la cámara encendida. Todo es muy rápido, nos llevan a la base militar y dicen «Jorge, te vienen a buscar los norteamericanos, te vieron con el dron, saben que has estado grabando. Te vamos a esconder, anda y súbete porque si no no te van a dejar salir». Subimos, el avión parte e inmediatamente me llaman y me dicen que acaba de haber un atentado. Somos el último avión, después no sale nadie más, los norteamericanos no van a dejar salir a nadie, porque van a querer a quien mató a los marines. Dije tengo las imágenes, fui el último en grabar, salí grabando de ahí, y nunca más quise verlas. Ahora las estamos editando. Me dijeron que no dijera a nadie que había sido el atentado, porque había que investigarlos a todos.

¿Ha habido algún momento a lo largo de su vida profesional en el que se haya desmoronado y haya dicho ‘no puedo seguir más, me tengo que dedicar a otra cosa’?

Sí, muchas veces. Me pasó en un campo de refugiados en Siria. Me llevan al área más dura y un montón de niñitos me empiezan a seguir, y les hago fotos, tenía chocolate, dulces, me empiezo a encariñar, les hago entrevistas, eran 30 o 40. Regreso a Turquía y escucho un mensaje de la gente de Naciones Unidas: «¿Jorge, dónde estás? Un coche bomba ha reventado en la parte donde tú estabas, hay muchos muertos». Eran los mismos niños que yo había fotografíado, más de 34 niños muertos. Decidí hacerles un homenaje, estos niños se me aparecían, su sonrisa, sus gritos… Dije no vale la pena, me fui de la guerra de Siria, hice una exposición con las fotos de los niños con grandes paneles. Estuve como un año fuera, no podía volver a esto. Pero volví, creo que los conflictos hay que grabarlos, hay que cubrirlos, hay que estar.

"Creo que los conflictos hay que grabarlos, hay que cubrirlos, hay que estar"

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Hay que grabarlos para que se conozcan, que es la función fundamental del periodista, contar lo que ocurre.

Es fundamental.

Si no se cuenta lo que ocurre, por ejemplo ahora que no hay periodistas en Afganistán, no sabemos lo que está pasando.

Lo único que sabemos es que se está poniendo cada vez más feo, reimplantaron el burka total, que las mujeres no pueden salir a la calle, no pueden tener trabajo y ahora tampoco pueden ir a la escuela, solo hasta los 12 años. Como todos los ojos están puestos en Ucrania ellos aprovechan.

¿Qué es lo que más le gusta de su profesión?

Estoy enamorado de hacer estos capítulos en los cuales hay historias de una gran humanidad, con las que se puede pasar un gran mensaje al mundo. Se pueden contar historias que son conmovedoras y pueden generar un cambio. Estoy enamorado de la posibilidad que nos da el periodismo de a través de grandes historias generar una transformación en el ser humano.

¿Y lo que menos?

Lo que menos me gusta es toda esa parte del poder político, corrupto, la manipulación del periodismo. Cuando me encuentro en situaciones en que ellos tienen el control, no nos dejan grabar, esa es la negación de la información y de la libertad. Estamos en un mundo con cada vez más control de los medios de información y por eso es muy importante defender la libertad que tenemos en Europa, la libertad editorial, la creatividad, poder defender a los que no tienen voz… El periodismo asociado al gran capital y las fuerzas armadas o los gobiernos autoritarios es lo que menos me gusta, eso es propaganda. Lamentablemente más de la mitad del planeta no tiene libertad periodística. Creo que la libertad de información es un gran baluarte, debemos cuidar la libertad de los medios de comunicación en países de Europa y Latinoamérica, porque otros continentes no la tienen.

¿Cómo hay influido la pandemia en su trabajo?

Muchísimo. Ha sido uno de los problemas más grandes que hemos tenido, ha permitido crear una especie de paraguas informativo, ha generado una tremenda censura, muchas veces autocensura. Nos hemos olvidado de grandes problemas que existían antes, como la destrucción del planeta, con el covid no se ha podido hacer nada. No pudimos viajar durante dos años. Yo, que viajo muchísimo, tuve los más grandes impedimentos.

¿No siguió viajando?

No pude en 2020, empecé a viajar en junio de 2021. Para salir de Chile había que conseguir autorizaciones de generales. También se habían acabado los rituales, las grandes peregrinaciones en el mundo.

Usted ya estaba haciendo ‘Buscando a Dios’.

Sí, empecé en 2019 y era la serie más vista en History Channel, tuvimos un gran éxito, y querían que hiciéramos la segunda temporada. ¿Y cómo la hacemos si no tenemos rituales, peregrinaciones ni nada? Ahí es donde surge la idea de hacer peregrinaciones y conflicto, porque eso sí que hay, y grabamos en Afganistán, Siria, Irak, Líbano, Turquía, Cuba... donde hay mucho conflicto. También hay situaciones humanas tremendas y son las que quiero empezar a cubrir ahora: Sri Lanka, Madagascar, Etiopía, Somalia, Níger, Chad, Mali... Hay una cuarentena de países con hambruna. Hay una necesidad urgente de mostrar esos grandes conflictos. Si tuviéramos que agruparlas en tres áreas diríamos que por un lado están la guerra y las crisis sociales; los conflictos humanos con la hambruna, y la crisis ecológica, están todos unidos. Nos encontramos con un mundo que va directamente a la catástrofe. El cóctel que nos hace entrar en una situación preapocalíptica.

Usted ha grabado también una serie sobre las últimas tribus que le ha llevado por todo el mundo: Papúa-Nueva Guinea, Burkina Faso, India, Kenia, Camerún, el Sáhara, Filipinas… ¿Qué aprendizaje ha sacado de este contacto con sociedades tan ajenas a nuestra forma de vida?

Cuando empecé este proyecto empezamos a hablar de las últimas tribus como los últimos grupos étnicos del planeta, pero le hemos querido dar la vuelta a las tribus como los guardianes del planeta, es decir, si hay alguien con conciencia ecológica son justamente las tribus. Por eso la necesidad de cuidarlas y protegerlas, porque son el símbolo y la esperanza de nuestro planeta. Mi intención es seguir con estos dos proyectos, el de las tribus y ‘Buscando a Dios’, que se unen porque cuando haga el de las tribus voy a hacer mucha espiritualidad. Las dos son para Canal 13 de Chile, History Channel es un distribuidor latinoamericano.

Es algo muy desconocido.

Mi idea es entrar por el Amazonas a finales de septiembre, después de cubrir las guerras aquí, ir por Belén a ver qué pasa con las tribus del Amazonas, hay más de 300. Ni siquiera yo sé dónde están. Estoy en comunicación con la directora del museo de Sao Paulo, ella sí sabe, hay algunos antropólogos que sí se han metido. Sabemos que las quieren exterminar para que puedan entrar las corporaciones.

Es un aventurero, para hacer lo que hace hay que ser muy valiente.

Pienso que he tenido mucha suerte, porque hay muchos periodistas que quisieran poder hacer el trabajo que hago. He tenido que buscar hacerlo con medios económicos muy limitados. Son ambas cosas, corro riesgos pero tengo mi recompensa, por ejemplo estar acá, en Ibiza. Es mi vocación.

El reportero que nunca apaga su cámara

Said sostiene que vivimos «el momento más crítico después de la Segunda Guerra Mundial»

Jorge Said siempre lleva la cámara encendida. Funde su vida con su profesión de corresponsal hasta tal punto que lo primero que hace cuando descubre horrorizado que ha perdido todo el material que ha grabado en Alepo, en Siria, es encender la cámara y grabar su propia desesperación mientras busca su bolsa. Él mismo lo cuenta con cierta sorpresa hacia su reacción: «¿Cómo puede ser que este tipo esté tan loco que en ese momento en que está sufriendo decide apretar el botón y seguir corriendo, y seguir grabando, y al taxista, y me pongo a llorar, había perdido todo, todo, todo. Había entrado desde Irak arriesgándome muchísimo, de encontrarme con el Estado Islámico, y había estado con el grupo Al Nusra, que es una facción de Al Qaeda». Corrió hasta la frontera con Turquía, siempre con la cámara encendida, y estaba tan fuera de sí que los guardias le dejaron pasar. Allí al fondo estaba el bolso, con todo el material.

«Me hago el tonto y grabo»

Said había hecho como habitualmente, dejar la bolsa en el suelo y grabar disimuladamente: «Me hago el tonto y me acerco y grabo, pero estalló una pelea con disparos entre refugiados y guardias turcos y en la precipitada huida olvidé la bolsa».

En otra ocasión, también en Siria, perdió el pasaporte norteamericano y el dinero, por la noche, y junto a sus acompañantes tuvo que retroceder y hacer una larga y penosa caminata por la montaña para volver a buscarlo en pleno desierto. Lo encontraron, todo esparcido por el viento. Se le había caído al grabar una refinería de petróleo ilegal. «Son muy arriesgadas de grabar, porque los señores de la guerra no permiten que se graben, están robando petróleo», recuerda. 

«Estas situaciones me han pasado varias veces y he encontrado el material. Hay algo fortuito, como que me encuentro con Dios. Me lo han preguntado: ¿ha encontrado a Dios a través de estas series de ‘Buscando a Dios’? Y les digo sí, he encontrado a Dios, quizás no lo he encontrado en el interior de una gran religión ni del catolicismo, pero sí en el interior de mí mismo, en darme cuenta de que la espiritualidad y las religiones son todas lo mismo, más allá de los aspectos doctrinarios e históricos», prosigue el documentalista. Said considera que todas las religiones «buscan la trascendencia del ser humano, no quieren que termine con la muerte, buscan dar una explicación a la vida, y todas son iguales en ese sentido, hablan de la compasión, la sabiduría, igualdad frente a Dios y de la justicia». 

«Cuando hay guerra, crisis, covid, la gente vuelve a la espiritualidad porque se sienten más débiles, más cerca de la muerte, y cuando nos sentimos más cerca de la muerte también nos sentimos más cerca de Dios. La religión y el conflicto están muy unidos», asevera este veterano documentalista, que está convencido de que estamos viviendo «el momento más crítico después de la Segunda Guerra Mundial».

Said se pregunta «cómo puede ser que en un momento en que el planeta tiene más bienestar y prosperidad que nunca en una parte, en otra haya una pobreza tan grande, con más de 10 millones de personas amenazadas por el hambre»: «Vamos por el camino equivocado. Los científicos dicen que si no hay un gran cambio dentro de la humanidad estamos acercándonos a una situación preapocalíptica».

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