Aquel 4 de abril de 2002 la noticia cayó como una bomba en la reunión entre los directivos de United Biscuits (UB) y los miembros del comité de empresa de Fontaneda: "La planta de Aguilar de Campoo se cierra". 

A algunos no les extrañó. La familia Fontaneda había vendido ya seis años antes la fábrica por 6.000 millones de pesetas a la multinacional Nabisco -propietaria de UB-, lo que hizo que se quedaran 123 empleos por el camino, principalmente mujeres. 

Pero aquello de cerrar eran palabras mayores. Para empezar, era un golpe a los 131 años de historia galletera de la ciudad.

Durante décadas el olor a galleta al cruzar Aguilar era algo habitual, parte de su idiosincrasia casi, de su esencia. Y es que en esta villa histórica se llegaron a acumular hasta cinco fábricas en la década de los 60: Fontaneda, Gullón, Fontibre, Ruvil y Tefe. 

Nueve de cada diez galletas que se consumían en España, de hecho, se elaboraban en este municipio situado en la margen izquierda del río Pisuerga, entre ellas la mítica Galleta María. 

De hecho, durante años, el nombre de Aguilar estaba impreso en ese producto redondo de cereal que alegraba las mañanas a cientos de miles de españoles. 

El cierre de Fontaneda traía consigo además un drama laboral de terribles consecuencias: la pérdida de 212 empleos. Mientras, otros 109 trabajadores deberían ser recolocados por las fábricas del grupo en el resto del país, a Orozco (Vizcaya) y Viana (Navarra). 

Golpe al alma del pueblo

Era, en definitiva, un golpe al alma del pueblo, de alrededor de 7.000 habitantes entonces, pero donde quien más y quien menos tenía a algún familiar o amigo trabajando en la fábrica. Había incluso familias enteras empleados en la planta. 

Cuando el presidente de Fontaneda hizo el fatídico anuncio, los sindicatos saltaron. "Nos dijeron que eran un plan empresarial y que no había vuelta atrás. Nosotros le respondimos que no se lo íbamos a permitir, que haríamos todo lo posible para que la marca Fontaneda se quedara en Aguilar", recuerda Alfredo Alonso, delegado sindical de CCOO en aquella época y ahora jubilado. Alonso lideró, junto al comité de empresa dirigido por Hilario Álvarez (UGT), una larga lucha de ocho meses que ha quedado como hito de la batalla sindical de nuestro país. 

La movilización se extendió a la provincia entera -llegaban a juntarse hasta 10.000 personas en las manifestaciones-, incluso a la comunidad de Castilla y León. "Se movilizó la comarca entera, y el conflicto llegó a ámbito nacional", señala el presidente de la asociación de defensa del patrimonio de Aguilar Arco, Francisco Gutiérrez, que ahora impulsa la construcción de una escultura que recuerde la tradición galletera de la villa.

La galleta María era el símbolo de Aguilar. La imagen está tomada en el parking actual en los terrenos donde estaba Fontaneda. ALBA VIGARAY

"Es que, si tú implicas a la sociedad, cuando vas a defender algo es más fácil. Y Fontaneda era una marca que te definía como pueblo", añade Alfaro sobre unos hechos que la ciudad recuerda con orgullo.  

Tras el anuncio de la propietaria, se creó un comité de lucha, donde una parte de los representantes de los trabajadores se dedicaba a gestionar las negociaciones y otra a recaudar dinero para "mantener vivo el conflicto". Sólo hubo un paro total, aunque la fábrica dejó de funcionar a ritmo normal: "algo de producción había, pero poco". 

Los trabajadores que no estaban en el turno se concentraban a las puertas de la fábrica, para meter presión. Era una revuelta 24 horas al día. Se vendían pins y otros productos para recaudar dinero, y se sacó un disco incluso con las canciones que se cantaban en las manifestaciones. Algunas asociaciones de la localidad ayudaron a financiar la revuelta, que tuvo su punto álgido, casi clave, el 12 de abril. 

Aquel día directivos de la marca procedentes de toda España llegaron a la fábrica de Aguilar a negociar las condiciones de los despidos. Durante un momento, varios de ellos salieron a otra oficina, y allí un grupo de trabajadores les secuestró. "Fue algo por casualidad, y no fue un secuestro, se les retuvo", puntualiza el representante de CCOO.  

Vista de la actual fábrica de galletas Gullón en Aguilar. ALBA VIGARAY

Eran las 8 de la mañana, y estuvieron más de 16 horas retenidos. Tuvieron que ser sacados por antidisturbios de la Guardia Civil, que usaron incluso botes de gases lacrimógenos para disolver a las más de 2.000 personas -algunos trabajadores, otros vecinos- que impedían el acceso o la salida a la fábrica y que cortaban uno de los carriles de la N-611 (Palencia-Santander).

17 agentes heridos

"Todo aquello coincidió con los telediarios de la noche, el pueblo no les quería dejar salir y hubo graves enfrentamientos, hubo varios agentes heridos", rememora el presidente de Arco. 

Los agentes llegaron a cargar contra la muchedumbre. En total, 17 agentes tuvieron que ser atendidos tras el lanzamiento de piedras y objetos contundentes, y dos manifestantes resultaron intoxicados por el humo. Varios coches de las fuerzas de seguridad quedaron también dañados. 

"La compañía pensaba que les daría buena publicidad, pero aquello nos ayudó a nosotros a visibilizar el conflicto", rememora Alonso, que afirma que desde ese momento políticos de la comunidad comenzaron a interesarse por las protestas, que se extendieron en muchos frentes. 

Un vecino de Aguilar pasa frente a una pintada de apoyo a la lucha de los trabajadores de Fontaneda. SANTI OTERO

Los piquetes llegaban incluso a parar los trenes del Talgo que iban camino Santander para dar paquetes de galletas a los viajeros, a los que se les explicaba el motivo de la lucha. "Era todo pacífico". La ciudad se llenó de pintadas en apoyo a los trabajadores. "Aguilar en lucha", se podía leer en una de ellas.

"Llegamos a traer un día a Luis del Olmo a hacer el programa, creo recordar que él cobró menos, pero aquello costó dinero... aunque teníamos claro que si el conflicto se quedaba solo en Aguilar perdíamos", asegura el delegado de CCOO. "Fuimos a todas las provincias de Castilla y León y manteníamos contactos periódicos con las administraciones". 

Durante una visita a la fábrica, el entonces secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, se comprometió ante el Comité de a presionar ante los organismos correspondientes para evitar el cierre de la galletera, ya que no había "razones objetivas ni de mercado" para su clausura. El consejero de Agricultura, José Valín, también colaboró, dicen en el comité de empresa, para que la fábrica no se trasladase. 

Vista aérea de la plaza principal de Palencia durante una protesta de los trabajadores.

En diciembre se hallaba una solución. "Fue un toma y daca, durante los ocho meses mantuvimos el conflicto vivo y visible, aquello podía salirnos bien o acabar como el rosario del aurora... y al final conseguimos que la fábrica la comprara el grupo Siro, que se comprometió a quedarse con todos el personal. Se pactó también una serie de prejubilaciones, y hubo varios trabajadores, creo que diez, que aceptaron irse a Viana a trabajar", afirma Alfaro, que lamenta, sin embargo, que se perdiera la marca de Galleta María, que pasó a fabricarse íntegramente en las plantas de Viana y Orozco. 

Homenaje

A principios del pasado abril los comités de empresa de las fábricas de galletas asentadas en la actualidad en Aguilar de Campoo: Siro, Gullón y Vida organizaron una concentración en el aparcamiento donde un día estuvo la célebre galletera. Un parking de arena con vistas a la Iglesia de Santa Cecilia y las ruinas del castillo que rara vez -algunos días de agosto o eventos especiales- se suele llenar. 

Allí se presentó la maqueta de la escultura elaborada por el artista local Juan Fuentes que pretende recordar aquella lucha y a las distintas generaciones que desde finales del siglo XIX hasta nuestros días se han dedicado a la industria galletera, desde las grandes compañías a las pequeñas factorías. 

Con un precio aproximado de 18.000 euros, tiene forma como de banco, y medirá 1,80 metros de alto por tres metros de largo. "Nos gustaría que todo el mundo que venga busque la foto como un icono, que con ella se sepa que han estado en Aguilar", aprecia Francisco Gutiérrez. 

Francisco Gutiérrez, presidente de Arco, posa con la maqueta de la escultura prevista para homenajear a los trabajadores de la galletas de Aguilar, con los terrenos donde estaba la fábrica de Fontaneda, al fondo. ALBA VIGARAY

El proyecto ha arrancado con un crowdfunding, y las compañías galleteras ya han anunciado que colaborarán para sufragarla. Queda por definirse el emplazamiento, aunque la primera intención de Arco es que sea en la plaza del pueblo, frente a la Colegiata de San Miguel.  

"Me gusta que se haga este homenaje porque compañías como Gullón y Siro siguen sosteniendo la comarca, y es necesario también mantener vivos los recuerdos", concluye el delegado de CCOO, uno de los artífices de uno de los grandes logros sindicales de nuestro país.