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FILÓSOFO DE LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA

Javier Echeverría: "Un político no puede tomar decisiones de calado sin contar con las matemáticas"

“España está bien situada en el actual contexto internacional y para ello fue decisiva su entrada en la Unión Europea, si no ahora sería un Marruecos bis”, dice

Javier Echeverría Ezponda, en los pasillos del hotel de La Reconquista de Oviedo. VALENTINA CIUCA

Javier Echeverría Ezponda (Pamplona, 1948) es filósofo de la ciencia y la tecnología, también es uno de los fundadores de la Facultad de Filosofía de la Universidad del País Vasco y del Instituto de Filosofía del Centro Superior de Investigaciones Científicas. En su perfil aúna competencias científicas y humanísticas y con ese bagaje se ha estrenado en el jurado del premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales.

¿Favoritos?

Hay presentadas candidaturas de entre 10 y 12 personas que yo leo habitualmente, como entre ellas hay hasta cuatro mujeres de altísimo nivel, en la medida de lo posible yo intentaré que la premiada sea una mujer. No hay tantas mujeres premiadas a lo largo de la historia del galardón y en este momento hay que hacer acciones positivas en favor de la visibilización de las mujeres con un alto desempeño profesional, nivel académico y prestigio internacional.

¿Visibilizar y romper techos de cristal?

En filosofía sucede eso, es una de las áreas donde la visibilización de las mujeres es menor que en, por ejemplo, la medicina. Ingeniería, de todos modos, es el área más problemática. Hay una estructura secular a la que las mujeres se han incorporado en los últimos cien años, en los medios universitarios y la alta investigación científica, y es muy difícil de cambiar. Hay que ir paso a paso, poco a poco, el proceso es lento. Hay techos de cristal, en plural. No es solo uno, una vez que se ha sobrepasado uno aparece otro y otro más y otro más. El techo de cristal es un fractal, detrás de un cristal hay otro y otro y otro. Estar en un jurado como el del “Princesa de Asturias” es una oportunidad de romper techos. Como en los Nobel: hay pocas mujeres, pero poco a poco habrá más, y en los premios Princesa lo mismo. La igualdad y la visibilidad de las mujeres es difícil de lograr y requiere también del apoyo de los hombres, es imprescindible.

Se está dando marco legal a nuevos derechos femeninos.

La cuestión es social, no es jurídica. Está bien que haya sensibilización y que se amplíe el marco normativo, que se reconozca el derecho a la baja de las mujeres que sufren menstruaciones más dolorosas que les imposibilitan desempeñar sus trabajos o sus estudios –a mi hija le sucedía–, pero si la propia sociedad no apoya que esos derechos ampliados sean reales y se ejerciten no pasarán del debate político y jurídico. Transformar la sociedad es algo extraordinariamente difícil. Estamos hablando de estratos depositados a lo largo de los siglos. La fisiología femenina no es la misma que la masculina. Ahí está la menopausia, que es un tema tremendo que todavía no se ha tratado y plantea problemas muy considerables a mujeres muy cualificadas, en altos cargos políticos y en tribunales.

El feminismo está impulsando el cambio social, pero también la tecnología, las matemáticas...

Yo estudie matemáticas en la Complutense, por las mañanas iba a la Facultad de Matemáticas y por las tardes a la de Filosofía. Las letras y los números son dos formas de la racionalidad humana. Hay que cultivar la sensibilidad hacia la literatura, las lenguas, el arte, pero los números son imprescindibles. Yo hablo de tecnomatemática, que pasa por las pantallas de los ordenadores y los algoritmos, una matemática mucho más compleja que la de hace cien años. Tiene una influencia económica creciente, y también política. Un político –e incluso diría yo, un juez– que toma decisiones de calado sin atender a los números y a los datos no está funcionado de manera correcta. Tiene que tener valores humanos, pero acompañados de números y datos comparados.

¿Qué dicen los números sobre la situación internacional?

Hay un cambio geopolítico, eso lo dice todo el mundo. Cayó el muro de Berlín a finales del siglo pasado y ahora vivimos la instauración de un nuevo orden. La caída del imperio soviético tuvo consecuencias en toda la Europa del Este, quedaron muchos desajustes, estalló la guerra de los Balcanes, que fue una guerra europea, muy violenta y muy cruenta. Todo eso fueron efectos colaterales. Ahora hay otra variable a tener en cuenta: el auge de China, y el futuro auge de la India. Europa tiene que reflexionar muy mucho sobre donde se va a ubicar en ese nuevo orden mundial. En la guerra de Ucrania hay variables históricas, no todo lo marca la economía. No se puede confiar en la potencia cuantitativa de un ejército, como se ha visto con el ruso, frente a un pueblo que se levanta para defender su libertad. Las variables culturales e históricas son decisivas y hacen falta grandes pensadores para interpretarlas.

¿Y España?

España está bien situada, en la Unión Europea que es un espacio estable. Fue decisivo que España entrara en la Unión Europea, porque ni no ahora sería como un Marruecos bis, y en la OTAN, que se va a tener que remodelar por completo y reestructurar sus estrategias. España está en un lugar tranquilo. El gran ámbito de España sigue siendo América Latina.

Y estamos de espaldas a esos países.

Mucho. Voy a citar a Javier Muguerza, que falleció hace unos años. Él siempre decía que España era la provincia europea de América Latina, como el portavoz de América Latina en Europa. La cooperación con América Latina ha caído desde hace años y hay un déficit en la política internacional española en ese sentido. No hay una universidad latinoamericana, por ejemplo. Hay colaboración empresarial, pero no política.

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