Hace meses que la mascarilla es un complemento más del look diario, pero en Israel y EEUU ya inician su particular desescalada con el fin de decir adiós a este sistema de protección. Con más de la mitad de la población inmunizada contra el coronavirus con las dos dosis de la vacuna, Israel permite desde mediados de abril no llevar mascarilla al aire libre, aunque se mantiene su obligatoriedad en interiores. Y lo mismo ocurre en EEUU, donde el 52% de la población ya recibió una dosis y es posible ir sin tapabocas en el exterior siempre que no haya una elevada concentración de personas como un concierto o un partido. Expertos en Salud Pública e Inmunología aseguran que España todavía “está lejos” de cumplir con los requisitos para poder guardar las mascarillas en un cajón y destacan que tan importante como la tasa de vacunados es que todos los grupos vulnerables estén inmunizados y sobre todo, que la tasa de infectados y la circulación del virus sea baja.

“Una medida de este tipo debe ir asociada a la tasa de vacunados, que debe ser alta, y a la de infectados, que debe ser baja. En España estamos aún lejos de tener la pandemia controlada ya que aún hay muchos casos de infección y poco porcentaje de la población vacunada”, explica la catedrática de Inmunología de la Universidad de Vigo África González, quien se niega a hablar de una tasa concreta de inmunizados para tomar la decisión de ir sin mascarilla por la calle. “Lo importante no es una tasa concreta sino asociarla a si están protegidas o no las personas más vulnerables como los mayores o los enfermos crónicos. Dependerá de cada zona. Galicia, por ejemplo, tiene una población muy envejecida y por tanto, el porcentaje de población vacunada para poder tomar esta medida debe ser más alto que otras zonas”, sostiene. Lo mismo opina el catedrático emérito de Salud Pública y Medicina Preventiva Juan Gestal, quien cree que la mascarilla al aire libre solo debería dejar de ser obligatoria “cuando la tasa de vacunación sea tan alta que estemos próximos a la inmunidad de grupo y siempre que la circulación del virus sea escasa”.

Ninguno se atreve a poner fecha a cuándo España o Galicia pueden alcanzar estos requisitos y además advierten de los riesgos de dejar de usarla antes de tiempo. “Las vacunas protegen de la enfermedad y también algo de la transmisión, pero esto no significa que las personas vacunadas no puedan infectarse y por tanto, contagiar. Mientras la tasa de infectados en nuestra comunidad siga siendo alta, no debemos confiarnos”, resalta González, quien explica que además el aliviar las restricciones obliga a “una responsabilidad personal” de cada ciudadano. “Podría suceder que personas que no están vacunadas dejen de usar la mascarilla y sí se infectan, el peligro es que pueden contagiar a los demás”, añade.

Mientras Israel y EE UU apuestan por dejar de usar la mascarilla en espacios abiertos, desde el Centro Europeo de Control de Enfermedades recomiendan a los países empezar la desescalada del cubrebocas de otro modo y la limita a situaciones muy concretas. Este organismo reconoce que quienes ya tengan las dos dosis de la vacuna podrán no llevar mascarilla cuando estén con otros inmunizados, o cuando se trate de miembros de una misma burbuja, podrán dejar de usarla siempre que algunos estén vacunados y el resto no tenga ningún factor de riesgo. Eso sí, en espacios abiertos, grandes reuniones o en zonas con una alta incidencia del virus aconsejan que siga siendo obligatoria.

Juan Gestal es partidario de este modelo y de que el primer sitio en el que se permita estar sin mascarilla sea en casos muy concretos “del ámbito privado”. Eso sí, siempre y cuando “todos los mayores de 60 años estén vacunados, al menos la mitad de la población tenga una dosis y la circulación del virus sea escasa”. “Así sería posible, por ejemplo, cuando unos vacunados sin riesgos especiales estén en presencia de un no vacunado”, indica este experto, que cree que si España sigue el actual ritmo de vacunación sería posible tomar alguna de estas medidas “hacia final de junio o principio de julio”.

Para los expertos consultados, el uso de la mascarilla va para largo. Aunque de manera general será en el exterior donde antes se permitirá no usarla – “porque claramente el virus se contagia más en interiores, algunos estudios apuntan que hasta 20 veces más”, señala González–, para poder tomarnos algo en el interior de un bar sin ella habrá que esperar todavía más. “Para no usarla en interiores deberíamos tener una incidencia muy baja, de unos 25 casos por 100.000 habitantes [ahora mismo España supera los 200] y al menos un 70% de la población vacunada”, señala esta inmunóloga. “En interiores solo cuando haya inmunidad de grupo y la difusión del virus haya disminuido mucho y esté controlada”, añade Gestal.

De hecho, estos dos expertos coinciden en que la mascarilla ha venido “para quedarse” y será común su uso en ciertos momentos. “En el futuro creo que la seguiremos usando en determinadas situaciones como cuando vayamos a la consulta del médico, al hospital, en sitios concurridos como el metro y los trenes o en invierno cuando estemos con catarro”, señala África González. Una opinión que comparte Gestal. “La mascarilla ha venido para quedarse. No en toda la población, pero sí en una parte de ella como en la temporada de gripe, en personas con alergias para protegerse de los pólenes, cuando se tenga un proceso infeccioso respiratorio, etc.”, señala.

¿Y qué ocurrirá si finalmente la inmunidad que dan las vacunas no es tan duradera y hay que vacunarse todos los años como de la gripe? ¿Sería necesario seguir con la mascarilla? Para estos dos expertos una vez que la población esté inmunizada y siempre que la transmisión del virus “esté controlada” el uso de la mascarilla no debería ser necesario más allá de situaciones puntuales “como un riesgo por casos importados” o aquellas personas que por seguridad quieran usarla en momentos concretos ya que, si el virus se hace estacional, como la gripe, será menos virulento.