Un meme que circula por las redes nos muestra un hacendoso hombre afirmando que el reparto de tareas en su casa no es al 50%, porque el 50% no es un matrimonio sino un divorcio. Se comparte todo al 100%. Y a falta de un CIS que nos mida quién contribuye más en las labores domésticas, lo que sí tenemos en el plano laboral, según los técnicos del Ministerio de Hacienda, es una brecha salarial del 28,6% entre hombres y mujeres.

En este punto nos preguntamos si es sólo un tema de sueldos, si es cultural, educacional o si las mujeres no accedemos a puestos directivos porque el mundo nos tiene manía. Cuando el 1 octubre de 1931, las mujeres obtuvimos el derecho al voto en España - parece que han caído muchas Filomenas, pero son sólo 90 años – Clara Campoamor tuvo entonces que apelar a la parte femenina de los hombres para que aceptasen esta realidad: “aunque no queráis y si por acaso admitís la incapacidad femenina, votáis con la mitad de vuestro ser incapaz. Yo y todas las mujeres a quienes represento queremos votar con nuestra mitad masculina, porque no hay degeneración de sexos, porque todos somos hijos de hombre y mujer y recibimos por igual las dos partes de nuestro ser, argumento que han desarrollado los biólogos. Somos producto de dos seres; no hay incapacidad posible de vosotros a mí, ni de mí a vosotros.”

Que visto desde un punto de vista fisiológico genera serias dudas, pero la reflexión es impecable humanísticamente. 90 años de voto femenino, sí, pero ¿de igualdad? La respuesta es “Clara”. Hoy en día los datos no admiten especulaciones.

Campoamor, en su célebre discurso frente a la también republicana Victoria Kent, completaba su arenga de esta manera: “No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar; que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar al dejar al margen de la República a la mujer, que representa una fuerza nueva, una fuerza joven.” 

Los datos que reflejan la desigualdad

Un par de ejemplos: según Citywire Alpha Female, solo uno de cada 10 gestores de fondos es mujer. Y un estudio de Goldman concluye que los fondos con féminas en sus órganos de gestión lograron una rentabilidad al menos un 1% superior en 2020. Por otra parte, Paco Camas, investigador de Metroscopia y profesor del IEB asegura que la gestión de la pandemia por las mujeres refleja mejores datos. La pregunta es ¿somos mejores las mujeres o los hombres en tanto en cuanto gestión política? La pregunta es abyecta y maniquea pero las hipótesis con las que trabajan los expertos son:

  • Que las mujeres somos más prudentes a la hora de enfrentarnos a crisis. Tenemos mayor aversión al riesgo independientemente de nuestro color político.
  • Nuestro discurso es casi siempre menos belicista, más contemplativo y pacífico.

En el parlamento de nuestro país, cada vez hay más mujeres electas, respondiendo siempre a cuotas y asuntos electorales efectistas y no siempre asignadas a puestos decisorios. En las resoluciones del ámbito privado las mujeres ocupan tan solo el 12% de los puestos directivos en España y un 80% de los directivos reconoce que existen barreras para las mujeres a la hora de acceder a altos cargos, por lo que la reivindicación no puede esperar 90 años más. Como bien apuntaba la protagonista de esta semblanza, sería un tremebundo error social porque si las mujeres siguen sin participar de manera igualitaria en todos los órdenes de las democracias, en todos sus ámbitos, las sociedades se verán abocadas a perder el escudo que protege los derechos de los sectores más desamparados de la población, así como su apoyo a las funciones redistributivas del Estado e incluso los programas de salud y educación para todos.

Me permito terminar con una frase de Clara Campoamor que resume la naturaleza femenina en todos sus órdenes y que no ha perdido vigencia en el último siglo: “La mujer no se resigna, se rebela, se revuelve siempre, y cuando todo parece perdido, cree en lo inesperado, cree en el milagro. Digámoslo concretamente: cree en sí misma”.