El fotógrafo Christophe Mourthé quiere, en cada disparo, recuperar la felicidad de cuando era niño y vivía rodeado de mujeres que lo daban todo por él. Su madre, su hermana, su tía. Siempre se siente bien cuando hay mujeres a su alrededor. De ahí viene su obsesión por la sensualidad y el fetichismo. «Creo que comencé a hacer fotos de mujeres para estar cerca de ellas», comenta el artista, estrella de la exposición con la que ayer por la noche se inauguró la galería de arte erótico Sa Majesté, en la calle de la Virgen. Durante el verano, las obras de Mourthé compartirán espacio con las del ilustrador David Cantero, el escultor Bernard Duca, el ex animador de Disney Jeroen y una selección de antigüedades asiáticas de temática erótica. De las paredes de la sala cuelgan una quincena de imágenes de Dita Von Teese, musa de Mourthé durante diez años. Diez casi a tamaño natural. El resto, más pequeñas. «Conocí a Dita en Los Ángeles, la traje a Europa, creció y explotó. Ahora la conocen en todo el mundo», recuerda el artista, que este año celebra su treinta aniversario en la profesión.

Mourthé destaca que no fotografía modelos si no musas. Busca algo especial en las mujeres que posan para él. La relación con sus musas es intensa y duradera. «Quizás en estos 30 años solo he tenido cinco o seis musas», indica mientras su esposa, Dominique, asiente con la cabeza. Una de ellas fue Marlene Mourreau. Precisamente una espectacular imagen de la vedette con un corsé plateado es la portada de su web. «Es difícil conseguir una musa», afirma el fotógrafo, que reconoce que es muy exigente. «Quiero lo mejor, lo más bonito. Cuido de las mujeres que posan para mí y me esfuerzo en que salgan bellas, que queden contentas», explica Mourthé, que hace diez años, durante un breve tiempo, trabajó en la industria del porno. Para él, la diferencia entre el erotismo y el porno no está en lo que se muestra en las imágenes «sino en cómo se muestra».

Adiós al porno

El fotógrafo señala que dejó el porno porque le resultaba difícil trabajar con «tanta gente alrededor». En sus sesiones apenas hay cuatro personas, además de él y la modelo. Mourthé asegura que el secreto de sus fotografías es la luz: «Una mujer muy guapa con mala iluminación saldrá fea y una mujer poco agraciada con una buena luz quedará preciosa. La luz es el 90% del resultado». Y su obsesión es que todas sus fotografiadas se vean bellísimas. Para ello, sin embargo, necesita que sus chicas se esfuercen en las sesiones. «Necesito que me muestren sus sentimientos. Yo preparo una sesión, el ambiente, el lugar, el estilismo… Pero hay un punto de espontaneidad, de improvisación que lo decide todo y que depende de ellas», señala. «Lo que haya alrededor no es importante, lo que lo decide todo es el sentimiento de las mujeres, aunque parezca paradójico», añade.

Mourthé está convencido de que el erotismo que destilan sus fotografías se debe a la relación que establece con sus modelos. «Una me dijo una vez que era precisamente no tener relaciones sexuales con ellas lo que nos permitía ir al fondo, al límite de las sensaciones y los sentimientos que muestran las imágenes», recuerda el fotógrafo, que confiesa que prefiere el blanco y negro para sus imágenes aunque también trabaja el color. «El blanco y negro mantiene el misterio, la atmósfera del cine negro de los años 50, es más dramático. Es mejor para el fetichismo. Si haces pin ups, mejor color, si buscas glamour, blanco y negro. Va por épocas y depende también de tu estado de ánimo, de si estás enamorado, de muchas cosas», señala el artista, que visita Ibiza por primera vez y que ya está planeando regresar dentro de unos meses para ponerse detrás de la cámara.