En Especiosa no hay ruido de coches. En Especiosa, de hecho, solo hay dos coches. Y muchos tractores, eso sí. Es lo que más ha sorprendido de su viaje a esta aldea de Portugal a los siete niños de la escuela de verano organizada por la guardería Colores, de Puig d´en Valls, que tenían previsto regresar ayer por la noche a Ibiza. Para algunos, ésta no ha sido la primera vez que han pasado unos días en esta aldea del norte de Portugal, en la que apenas viven 60 personas, casi todas ellas ya mayores, según explica Romanie, coordinadora de las actividades extraescolares del centro, que organiza este viaje desde el año 2006.

Durante los siete días que han estado en el pueblo de Especiosa los niños, de entre siete y trece años de edad, han vivido como lo hacían sus bisabuelos y compartido con los mayores del pueblo algunas de las tradiciones lusas. Los ibicencos ayudaron a «la Abuela» (la madre de la directora de la guardería, Esperanza Martín) a elaborar pan en el horno de leña, se prepararon sus propias salchichas de ternera en la barbacoa que se organizó en la chimenea del pueblo, colaboraron en las labores del campo (como la vendimia y la recolección del maíz y la patata), recorrieron algunos de los parajes cercanos a Especiosa en burro y compartieron cantes, bailes e historias al raso de la noche.

Clase con ´pauliteiros´

Además, recorrieron el Duero en un barco ecológico. «Es eléctrico, así que no hace nada de ruido y se pueden escuchar los cantos de los pájaros y los sonidos de la naturaleza», explica Romanie, que señala que entre las actividades de este viaje se incluía un taller con los pauliteiros, los hombres que protagonizan las danzas con bastones, tradicionales de la zona.

Los escolares ibicencos ofrecieron a los habitantes de Especiosa, a donde llegaron después de un trayecto en autobús desde Madrid, una obra de teatro que habían preparado, ´No usar la tele´, escrita por uno de los monitores, Jesús Ballesteros, y en la que los protagonistas, además de la televisión, son los libros. Aunque los viajeros veteranos ya estaban acostumbrados, a los pequeños que visitaban Especiosa por primera vez les extrañó que los aldeanos acudieran a la sala de actos del pueblo cargados con una silla desde casa, algo habitual en todos los actos públicos del pueblo.

Romanie explica que el idioma oficial de estas vacaciones es siempre el «portiñol», la mezcla de portugués y español en el que los pequeños se comunican con los ancianos, que ahora cada año esperan con ilusión la llegada «de los niños ibicencos», que suponen una ruptura de la rutina en su día a día. «Estos días representan un cambio brutal para todos. Para los portugueses es una alegría tener a los niños en la aldea y para los niños representa una huida de la vorágine, el ruido y la gente que hay en Ibiza en verano», comenta la coordinadora de las actividades de verano, que añade que este verano todos han pasado más calor de lo que es habitual en estas fechas, por lo que no ha sido necesario utilizar tanto las chaquetas como otros veranos.

Los escolares pitiusos no dejan de sorprenderse de que en Especiosa no haya niños y les cuesta entender que eso significa que, en un futuro, el pueblo desaparecerá. Algunos, además, escucharon con la boca abierta cuando les explicaron que la fuente de agua en la que ahora abrevan los animales era, no hace muchos años, donde todas las mujeres de la aldea acudían a lavar la ropa y de donde recogían el agua para beber.