Cinco minutos de placer sexual pueden destrozar la vida de una niña
Phnom Penh | Efe
Una niña camboyana de 12 años, con lágrimas en los ojos, lanzó ayer un mensaje a los hombres, ante la Reina de España, para que sean conscientes de que cinco minutos de placer sexual a la fuerza pueden destrozar y causar infelicidad para toda la vida a menores y adolescentes.
El llamamiento se produjo ayer a 6 kilómetros de Phnom Penh, en el Centro en el que Somaly Mam, de 38 años, Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional 1998 (el primer galardón que recibió) y que también fue vendida como prostituta, trata de «rescatar» de las atrocidades de la esclavitud sexual a niñas y mujeres de 5 a 20 años.
Doña Sofía se acercó hasta el Centro en su viaje a este país asiático para respaldar la ayuda que la Cooperación española presta en esta zona del mundo, que asciende este año a unos 5.300.000 euros, de los que 300.000 son para la Fundación Somaly Mam.
La Reina española compartió unas horas con las 200 niñas que acoge el Centro de Tom Dy para conocer de primera mano sus traumáticas experiencias, pero también su confianza en el futuro pues, gracias a la iniciativa de Solmaly Mam, aprenden enseñanzas básicas y un oficio con el que enfrentarse a la vida en el exterior.
Las pequeñas recibieron con entusiasmo a Doña Sofía, pero sus claras y amplias sonrisas desaparecieron cuando dos de sus compañeras relataron en público como habían sido sus experiencias.
Conforme avanzaban los relatos, la voz se les fue quebrando y los ojos de todas se humedecieron al oír en otras bocas la que podía ser su propia historia.
Una de las jóvenes nació en Vietnam y fue vendida a un burdel cuando tenía 12 años. «Voy a llorar porque mi vida es muy triste» y es que de sus pocos años casi la mitad los pasó en un burdel, donde le propinaban palizas, le aplicaban electricidad o le hacían comer los chiles más picantes si no obedecía.
«Era como un animal privada de libertad, encerrada como en una jaula durante el día y sólo podía salir por la noche a atender a los clientes», explicó y gritó en voz baja que ella también es un ser humano.
Su testimonio se hizo eco del pensamiento del resto de las chicas al asegurar que una niña de tres años que es vendida lo único que quiere es estar con su madre y al denunciar que se les considera prostitutas cuando lo que de verdad fueron fue víctimas de la irracionalidad.
Doña Sofía escuchó atenta y después, cuando recorrió con ellas los talleres donde aprenden a tejer, confeccionar o el oficio de peluqueras les entregó todo su cariño y poco a poco volvió la sonrisa a sus delicados rostros.
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