Hay pocos arroces exquisitos en el mundo. El arroz de mamá. El que prepara la abuela. Y los arroces de Arnau. Las paellas del chef Arnau Sala son la piedra angular de la carta de Can Tina, establecimiento «con alma de barrio» puesto en marcha en plena pandemia por tres valientes socios: Juan Olmos y Jere Monti, ya con experiencia empresarial en el mundo de la restauración, y el propio cocinero .

Algunos platos del restaurante.

Si bien los arroces, desde la tradicional paella valenciana al innovador arroz con chuletón madurado (pasando por el negro de rape y gambas, el de calamar y sobrasada, el de verduras o el de costilla de angus cocinada a baja temperatura) son el principal motivo para visitar esta tasca castiza, no son el único. Sus torreznos son famosos, lo mismo que las croquetas, el cazón en adobo o sus papas revolconas, que destacan en el amplio surtido de tapas. Eso sí, antes de pedir, mejor echarle un ojo a la pizarra de sugerencias del día, que esconde auténticas tentaciones: coca xxl de solomillo (una delicia), tartar de atún, salmorejo o el suculento hot dog payés (para chuparse los dedos, literal y metafóricamente). Para regar todo esto, opciones casi infinitas de cervezas, vermuts y otras bebidas.

La exquisita tarta de queso.

«Queríamos volver a nuestros orígenes. Echaba de menos las tabernas castizas, los bares de toda la vida de mi tierra en los que juntarse con amigos al son del vermut y la cerveza y ver un partido de fútbol. Conocer a Arnau hizo que a las bravas y boquerones en vinagre se sumaran los aires del Mediterráneo. Es una oferta gastronómica divertida y apetecible para cualquier día», define Olmos.

Los torreznos de Can Tina, una de las tapas más famosas.

El ambiente que se respira es, sin duda, otro de los atractivos de Can Tina. Algo que se debe, opina Monti, a que todos los que forman el equipo cantinero son como una familia. «Hemos conseguido que la gente, ya sea del barrio o turistas, se sienta como en casa tanto si viene para una cerveza, un arroz o vivir la emoción de un partido de fútbol», explica Monti, que asegura que lo mejor de la jornada es ver que los clientes se van contentos tras pasar por Can Tina. De todo esto, desde el grafiti del mural principal, no pierde detalle la propia Tina. Una payesa llena de tatuajes y que degusta una inmensa jarra de cerveza. Tradición, modernidad y diversión.

El sucupento hot dog payés.