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Catástrofe aérea en Ibiza: Ofrenda a 104 vidas truncadas

La capilla de ses Roques Altes acoge un sentido homenaje a las víctimas del accidente de avión en el 50 aniversario de la tragedia

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Homenaje a las víctimas del accidente aéreo de ses Roques Altes

Los hermanos Emilio y José Luis Amigo sienten que están cerrando un ciclo de su vida y de la historia de su familia. Se han desplazado desde Valencia a Ibiza porque sentían la necesidad de honrar la memoria de su padre, José Luis, en el 50 aniversario de su muerte. Era uno de los 104 pasajeros del vuelo IB-602 que el 7 de enero de 1972 se topó con una fuerte niebla a su llegada a Ibiza y se estrelló en ses Roques Altes, en Sant Josep.

«Solo tenía 29 años. Apenas estaba empezando a vivir», se resigna José Luis. A él le quedaban cuatro meses para nacer y su hermano no llegaba a los dos años. «Imagina el infierno que le tocó sufrir a mi madre», apunta el pequeño. La familia Amigo, originaria de Madrid, se había establecido en Ibiza, donde el padre empezaba a labrarse una carrera como arquitecto con la explosión turística de la isla.

«Hizo el Hotel Galeón en el Port de Sant Miquel, que es una barbaridad saliendo de la pared del acantilado. Cuando lo vio, se dijo que ‘nunca más’ y se dedicó más a los chalés». Como la gran mayoría de las víctimas, el arquitecto y su familia habían regresado a sus lugares de origen a pasar las vacaciones de Navidad.

Un momento del homenaje en la capilla de ses Roques Altes. | V. MARÍ

Viaje anticipado

La fatalidad quiso que José Luis, que tenía otro billete para el día 11, adelantara en solitario su regreso. Fue de los pocos pasajeros embarcados en Madrid que no tenían como destino final la escala en Valencia. «Nuestra madre, con el shock, ya no quiso volver más».

Los dos hermanos residen desde hace 20 años en Valencia y ya han visitado anteriormente la capilla erigida en el lugar del accidente. José Luis fue el primero en viajar a Ibiza, con 25 años, «en el típico viaje de verano».

Una familiar deposita una foto de Manuel Yagüe, Marta Solera y sus hijas mellizas

Tanto él como Emilio pasaron aquí sus respectivas lunas de miel. Además, ambos trabajan en el sector de la publicidad audiovisual y les ha tocado más de un rodaje en la isla.

Pero ninguna de esas visitas fue tan emotiva como la que hizo Emilio hace 18 años. Su madre había fallecido y trajo sus cenizas al mismo lugar en que falleció su padre.

Al morir su madre, Emilio Amigo esparció sus cenizas en ses Roques Altes, donde falleció su padre

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«Las esparcí en círculo delante de la capilla. Me encontré que estaba todo muy sucio, con muchos trozos del fuselaje que la gente recogía y amontona aquí. Era muy tétrico».

Aquel día, Emilio lo retiró todo «con todo el respeto del mundo». Recogió algunas flores del bosque para adecentar el lugar y depositó la urna en una esquina de la capilla, debajo de la primera de las cuatro placas con los nombres de los fallecidos por orden alfabético. Ahora comprueba feliz que aquella vasija sigue en el mismo rincón. «Veo que nadie la ha tocado», se congratula.

Los dos hermanos Amigo tenían previsto venir solos, pero se ha sumado sus respectivas mujeres e hijos. Tras el homenaje institucional y el oficio religioso, los cinco nietos depositan unas flores y un collage de fotos familiares junto a la urna que volvió a reunir a sus abuelos.

La ceremonia

A las doce y cuarto del mediodía, tras un solemne minuto de silencio, el alcalde de Sant Josep, Ángel Luis Guerrero, y el presidente del Consell, Vicent Marí, depositan una corona de laurel en el altar. A un lado de la capilla se encuentra el resto de la comitiva institucional, con el conseller de Vivienda del Govern, Josep Marí Ribas, y los alcaldes de Sant Antoni, Marcos Serra, Sant Joan, Antoni Marí, y Santa Eulària, Carmen Ferrer, además de los concejales de Sant Josep Guadalupe Nauda, Vicent Xavier Roselló, Josep Antoni Prats y Dani Becerra. No hay ningún representante del Ayuntamiento de Ibiza.

Al otro lado de la capilla, una veintena de familiares de algunas de las víctimas siguen la ceremonia con emoción. Dolores Leal, de Castellón, no puede contener las lágrimas al explicar su historia.

Tenía 16 años cuando murió su madre, Hipólita Hernández. «Venía a casa de su hermana a llevarse a mi abuela, que vivía un tiempo con nosotras en Villareal y otro con mi tía en Ibiza». La hermana de Hipólita, Estefanía, de 90 años, también sigue el acto de homenaje.

Emilio Solera perdió a su hermana, su cuñado y sus dos sobrinas mellizas

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A los pocos años de edad, Emilio Solera se estableció en la isla con sus padres en 1954, pero estaba de vacaciones en su Cuenca natal cuando recibió la fatídica llamada que le comunicó la tragedia. «Eran las siete de la tarde. Murieron mi hermana Marta, mi cuñado Manuel Yagüe y sus dos hijas mellizas, Marta y Rosa», detalla.

Ofrenda musical

Tras el minuto de silencio, los violonchelistas Rubén Fornell y Carlos Vesperinas interpretan la pieza ‘In memoriam’, compuesta expresamente para el homenaje por Jesús F. Ballesteros. El compositor ha cedido desinteresadamente su obra al Ayuntamiento de Sant Josep. «Es mi aportación, una ofrenda musical», apunta.

Finalmente, el párroco de Sant Josep, Josep Lluís Mollà, oficia una homilía en recuerdo de los fallecidos. Le asiste en el acto el presidente de la agrupación de Protección Civil de Sant Josep, Josep Tur, Olivar, que fue uno de los primeros testigos en constatar la magnitud de aquella tragedia.

Olivar tenía 20 años y estaba haciendo la mili, pero no fue uno de los soldados movilizados para rescatar los restos de los cadáveres y del fuselaje por el bosque. Aquel 7 de enero de 1972, a las doce y cuarto del mediodía, él estaba en su casa, a unos cuatro kilómetros del accidente, cuando oyó una fuerte explosión en la distancia.

"Me encontré una imagen dantesca. Tuve que sentarme por el temblor de piernas que me entró"

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«Un vecino que tiene un terreno por aquí abajo pasó delante de mi casa. Me dijo que creía que había sido el impacto de un avión, porque había oído los motores», recuerda. Cogió la Mobilette de su padre y subió por el camino de sa Talaia hasta llegar a ses Roques Altes. «No tenía ni idea de lo que me podía encontrar aquí», confiesa.

«Fue tremendo, muy dantesco. Tuve que sentarme un rato a causa del temblor de piernas que me entró. Me era completamente imposible caminar». Con el tiempo, ha logrado mitigar el horror de esas imágenes en sus sueños, pero las primeras semanas las rememoraba cada vez que intentaba dormir.

Ahora, siente que se hace justicia con aquellas 104 vidas truncadas. «Pienso que este acto debería repetirse cada cierto tiempo, porque fue una catástrofe inolvidable. Esas personas ya no están aquí, pero sus familiares lo merecen», reivindica Tur.

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