«Yo no tengo ningún expediente judicial ni nada. Soy una persona que, por desgracia de la vida, fui abandonada por mi madre de pequeña y ahora no tengo a nadie». Así empezaba su estremecedor relato Y. P., una de las okupas que permanece en el Club Punta Arabí y que ayer llamó a este diario para desmarcarse del grupo más conflictivo y de los robos que han desvalijado este complejo.
Ella es una de las dos usuarias de los servicios sociales del Ayuntamiento de Santa Eulària que se habían instalado en el Club Punta Arabí, sufre de diabetes y el jueves pasado tuvo que ser trasladado al Centro de Salud de Santa Eulària por una descompensación y crisis de ansiedad. «No quiero conflictos y sé que es ilegal que estemos aquí, pero también se saltan la ley los que nos quieren echar con miedo», lamentó.
Según su testimonio, ella se instaló en este complejo hace una semana, porque «dormía en la calle y hace mucho frío». «Cuando las personas estamos desamparadas buscamos cualquier refugio y no puedo ir al albergue porque no hay sitio», apuntó.
La puesta en marcha del control de acceso está aumentando las tensiones entre los okupas
Y.P. insiste en que «no se debe poner a todos en el mismo saco» y reclama que se dé ayuda a los que se encuentran «en situación realmente vulnerable y con niños». Con la puesta en marcha del control de acceso, asegura que han aumentado las tensiones y discusiones entre los okupas y que algunos «intentan hacer lo posible para no acabar locos».
«Aquí hay gente que tiene familia a la que acudir o un coche. Yo no tengo nada. Mi madre era alcohólica y me agredía. Me dejó en un centro de menores y después he sufrido maltrato de dos parejas. Me siento muy impotente y deprimida», confesó.
