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Cuando Irene Polo advertía ya en los años 30 del turismo de «caravanas devoradoras» en Ibiza

Hace 90 años la periodista catalana Irene Polo, visitante habitual de Sant Antoni, abogaba por no hablar mucho de Ibiza para evitar que se corriera la voz de que la isla era la «tierra prometida»

Vista de la entrada al puerto de Eivissa en los años 30.

Mediados de los años 30, Ibiza desperezándose aún como destino turístico y una periodista catalana, Irene Polo (Barcelona 1909 — Buenos Aires 1942), advertía ya de la necesidad de controlar la masificación de la isla, «la tierra prometida a la vuelta de la esquina». Así la definía en ‘Viatge al Paradís. Postals d’Eivissa’ el primero de la serie de artículos sobre Ibiza que publicó, en catalán, en el diario catalán L’Instant y, los dos primeros, también en Diario de Ibiza (todos se pueden leer en el libro ‘La fascinació del periodisme’).

Unos escritos en los que ya en las primeras frases afirmaba: «¡Pssst!, no corráis la voz, que nos lo tenemos que guardar, sólo para los elegidos». E insistía: «Después de volver de Ibiza tendríamos que callarnos como muertos, igual que si hubiéramos cometido un crimen. O descubierto una mina. Porque la voz corre que da gusto y los buscadores de oro y de felicidad siempre están dispuestos a organizar caravanas devoradoras».

De frenar aquel turismo, reconoce en esos mismos artículos Irene Polo, ya, hace casi noventa años, no se estaba a tiempo porque los extranjeros «vivos como ellos solos» habían descubierto la isla y se estaban instalando «a toda velocidad» en ella. Tirando de ironía, Polo, que fue una de las primeras mujeres de la prensa catalana, aventuraba que, de no limitar la llegada de visitantes de otros países, algún día, para entrar en la isla sería necesario comprar un billete «en una taquilla que habrá puesto un alemán en la puerta de la isla».

El debate sobre la limitación del turismo no es el único aspecto de los escritos de Polo, que acabó suicidándose a los 32 años en Argentina, que parece de plena actualidad. Hilarante es la descripción que hace de las penurias que deben pasar, por mor del transporte, quienes visitan la isla desde Barcelona: la naviera les «chupa la sangre» con los 16 duros que cobra por un camarote individual y les embute «en una especie de barraca flotante que hace pasar por un barco», en la que les «condena» a trece horas de trayecto en el que «se marea media humanidad» y durante el que la embarcación se llena de «aullidos» los días en los que el mar, «mucho más persona que la naviera, no tiene piedad». Y si las conexiones con la isla ya eran un problema hace 90 años, la movilidad una vez puesto un pie en ella parece que también. O sea, casi como ahora. Polo explica que visita siempre Sant Antoni, que «parece que es el pueblo más bonito» de Ibiza. Eso sí, confiesa que es algo que no ha podido comprobar «porque es difícil moverse». Las actuales colas en las paradas de taxis en pleno verano no serían una sorpresa para la observadora visitante, aunque por motivos bien diferentes, tal como describe el desembarco en el puerto en la primera de sus postales ibicencas: «Os moriríais junto a vuestras maletas. (...) Os dirigís a uno de los cinco o seis automóviles aparcados a la espera de viajeros, pero los chóferes no están. Pedís a alguien que vaya a buscar uno, pero mientras llega os da tiempo a desayunar».

La periodista catalana Irene Polo.

La periodista catalana Irene Polo. Quaderns Crema

Tampoco le sorprendería la fauna humana que campa en verano en la isla, algo que la reportera ya advirtió en sus visitas antes de marcharse a América con la compañía de la actriz Margarita Xirgu: «Se encuentra la gente más deshecha del mundo: locos, viciosos, enfermos... Personajes de vidas turbias, venidos de todos los rincones de la tierra que se esconden aquí a soñar, a olvidar, a conspirar y, según se dice, a espiar». La periodista asegura que en las blancas paredes ha visto «pintada con carbón» la esvástica y habla de alemanes nazis llegados a la isla para vigilar a «los muchos judíos alemanes» que se concentran en la Ibiza de la época. Lo que sí le sorprendería a la reportera sería la actual invasión de ofidios que sufre la isla, que ella conoció como «Isla Santa»: «No hay ninguna bestia dañina. No hay serpientes ni escorpiones ni insectos venenosos ni ninguna otra alimaña».

La periodista, que en la portada del libro de crónicas aparece tomando notas junto a Buster Keaton, ya sentía en aquel entonces que la isla se desbordaba con el calor: «En verano está todo lleno: artistas, aristócratas, ricachones, políticos, escritores de todas las nacionalidades... Las noches queman. Y como no hay nada más, la gente enfila hacia los bares». Somo si lo hubiera escrito en pleno siglo XXI.

Segundo artículo en Diario de Ibiza en mayo del 35.

Segundo artículo en Diario de Ibiza en mayo del 35.

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