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Ordenación episcopal | La crónica

Los nueve «sí, quiero» de Don Vicent

Parte de los asistentes a la ordenación de Vicent Ribas Prats se agolpan tras la ceremonia para felicitarle personalmente | El Obispado traslada al Recinto Ferial la cátedra y la Virgen de las Nieves de la Catedral y una imagen de Santa Cruz

El prelado saluda a los ‘sonadors’ y ‘balladors’ de las ‘colles’ durante el recorrido para la bendición.

Ceremonia. Si algo quedó claro ayer, durante la atípica ordenación de Vicent Ribas Prats como obispo de Ibiza y Formentera, fue que la gente le quiere. Le tiene cariño. Más de 2.000 personas se concentraron en el Recinto Ferial, a donde se trasladó la imagen de la Mare de Déu de les Neus de la Catedral y un Cristo crucificado de Santa Cruz, para ver cómo, tras el anuncio del 13 de octubre, tomaba posesión como obispo de la diócesis de las Pitiusas. Un acto de casi tres horas en el que el flamante prelado se emocionó al recordar sus viejas parroquias.

«Visca Sant Miquel!». Es el grito con el que el flamante obispo de Ibiza y Formentera, Vicent Ribas Prats, responde a las efusivas muestras de cariño que un grupo de feligresas de esta parroquia le brinda cuando está ya a punto de abandonar el Recinto Ferial. Si no fuera por el olor a incienso y la abundancia de mitras y sotanas una pensaría que a quien llevan minutos esperando es un cantante de voz engolada o un galán de los de bigotillo. Pero no. Quien despierta semejantes pasiones es el nuevo prelado, que se dio ayer, en su ordenación, un baño de cariño. Su último paseo del altar a la sacristía, montada en el primer piso de las instalaciones (cedidas por el Consell para la ocasión), lo ha hecho al más puro estilo Mayra Gómez Kemp: saludando a diestro y siniestro, respondiendo a todas las llamadas —«Don Vicent! Don Vicent!»— con un movimiento de cabeza o levantando la mano. Entre ellos, el padre George Munteanu, de la iglesia ortodoxa de Ibiza, que intercambia unas palabras con él y le regala de uno de sus iconos.

Un grupo de feligresas aguarda para saludar y felicitar con cariño a Don Vicent.

«Es un buen hombre. Y un buen cura. Serio cuando tiene que serlo pero también muy divertido y cercano. Se me hace difícil pensar que es obispo. ¡Nada menos!», comenta Pepa Marí, vecina de Santa Eulària, que es la primera vez desde que comenzó la pandemia que se atreve a acudir a una celebración con tanta gente. «No sabía si me cabría el traje de los domingos, después de tantos meses», comenta mientras trata de hacerle hueco a su móvil entre la aglomeración.

El obispo, tras bendecir a los asistentes, se abraza a su madre, Catalina Prats.

Todos quieren saludar al nuevo prelado, que ha comenzado la emocionante jornada «con un extra de café», explican su madre, Catalina Prats, y su hermana, Cati Ribas, sentadas en primera fila con el resto de la familia. «Hoy es un día grande», comenta Catalina antes de la ordenación, mientras el Recinto Ferial comienza a llenarse con los invitados, más de 2.000 personas. En casa, explica, no se les pasaba por la cabeza que Vicent llegara a ser obispo. «Pero hace un tiempo ya empezamos a pensar que podría ser», comentan madre y hermana, que señalan que en la familia, tras el nombramiento, han vivido con algo de nervios. «Ahora él tiene que dar la cara, no es sólo la fiesta de hoy», reflexionan. De hecho, destacan la ayuda que ha tenido su hijo y hermano, al que le gusta «controlarlo todo», los últimos días. «Cuando se ha levantado ya barríamos», explican Catalina y Cati, que aseguran que el desayuno del día de la ordenación ha sido como el de cualquier otro día. «Con un poco más de café», añaden Catalina y Cati.

El público, durante un momento de la ordenación.

Una Virgen de la Catedral

«¿Y esa Virgen?», se pregunta Isabel Ceballos segundos después de ocupar su silla, en las últimas filas. La imagen de la patrona de la diócesis que preside el altar montado en el escenario del recinto se ha traído desde la catedral. Lo mismo que la cátedra y el resto de elementos y mobiliario que lo componen. El cristo crucificado es, en cambio, de Santa Cruz, iglesia de la que Vicent Ribas fue vicario, explican desde el Obispado. Lo flanquean una imagen del Buen Pastor y el escudo episcopal.

Vicent Ribas Prats y Bernardito Cleopas Auza oran a la virgen de las Nieves. Vicent Marí

Precisamente frente a la figura de la Mare de Déu de les Neus se detiene unos instantes a rezar, en silencio, el obispo electo, acompañado del nuncio apostólico del Papa en España, Bernardito Cleopas Auza, antes de retirarse de nuevo a la sacristía, a revestirse. A ponerse la casulla, regalo de los sacerdotes de la isla.

El obispo, postrado detrás del nuncio durante las letanías

No es el único que va de estreno. María Fernández, de Sant Josep, ha aprovechado la ordenación para ponerse un traje de chaqueta de color «verde botella» que se compró para un bautizo en Motril que no llegó a celebrarse por la pandemia. «Y hasta he ido a la peluquería esta mañana prontito. Si no me arreglo para esto, que es como una boda, ¿cuándo?», comenta, pizpireta.

La procesión de salida tras la ceremonia.

No es una boda, pero no faltan los «sí, quiero». Hasta nueve pronuncia con fuerza «el Elegido» (así es como se le llama en el folleto que permite seguir la ordenación) en su promesa. «Sí, quiero» (consagrarse hasta la muerte al ministerio episcopal), «sí, quiero» (anunciar el Evangelio), «sí, quiero» (conservar íntegro y puro el depósito de la fe), «sí, quiero» (edificar la Iglesia y permanecer en su unidad), «sí, quiero» (obedecer fielmente al sucesor de Pedro), «sí, quiero» (dirigir al pueblo por el camino de la salvación), «sí, quiero» (ser siempre bondadoso y comprensivo con los necesitados), «sí, quiero» (buscar las ovejas dispersas) y «sí, quiero, con la ayuda de Dios» (cumplir de manera irreprochable las funciones del sumo sacerdocio).

Niños y bendiciones

Nueve sí quiero. A falta de uno. Justo antes de postrarse en el suelo, a espaldas del nuncio, para las letanías (hasta a 46 se les pide que rueguen por nosotros), momento en que un mar de brazos trata de captar con sus móviles algo de lo que sucede en el altar. Situación que se repite en varios instantes, especialmente cuando recibe el libro de los Evangelios, el anillo, la mitra y el báculo.«¿Nadie ha pensado en poner unas pantallas? Sólo vemos cabezas», protesta, susurrando, una de las asistentes. Y eso que no está, precisamente, en las últimas filas.

« Esta mañana hemos desayunado en familia, lo mismo de siempre, pero con un poco más de café»

CATALINA PRATS - VICENTE RIBAS PRATS

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En éstas se concentran buena parte de las familias que acuden con niños. Saúl arrastra un camión por la moqueta roja instalada para la celebración. Lidia recorre el pasillo arriba y abajo. El mismo que casi al final de la ordenación y la toma de posesión de la diócesis recorrerá el obispo, haciendo la señal de la cruz con su mano derecha para bendecir a todos los que le acompañan en esta mañana de sábado en la que, por primera vez, como obispo, celebra una eucaristía, da la comunión, pide que la gente se dé fraternalmente la paz (momento complicado en el que, cosas del covid, unos se disponen a dar la mano otros la rechazan tocándose el corazón) y dice a los asistentes que pueden ir en paz.

« Es serio cuando debe pero también divertido. Se me hace difícil pensar que Don Vicent es obispo»

PEPA MARÍ - Asistente

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Algunos empiezan a abandonar el recinto, pero la mayoría se concentra al fondo, junto a las escaleras que suben al primer piso, donde se ha montado la sacristía. Graban la procesión que precede al obispo. Le esperan. Le llaman. Le estrechan la mano. Le besan. Le abrazan. «Visca Sant Miquel!».

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