Diario de Ibiza

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Jornades d’Estudis Locals de Memòria Històrica

La historia de Maria Roig, una ibicenca represaliada durante la Guerra Civil

Maria Galludo relata la historia de su tatarabuela, que estuvo en la cárcel durante trece meses acusada de «adhesión a la rebelión» tras haber sido denunciada por unos vecinos de haber participado con los milicianos republicanos en el saqueo de la capilla de sa Revista

Maria Galludo durante la ponencia, ayer en Can Ventosa.

La bióloga y educadora ambiental Maria Galludo relató ayer en Can Ventosa la dura experiencia que vivió su tatarabuela, Maria Roig Mayans ‘Vaca’, durante la Guerra Civil. La ibicenca, residente en sa Revista, fue acusada de participar en el saqueo de la capilla de la localidad que llevaron a cabo milicianos republicanos en el verano de 1936 y estuvo encarcelada trece meses en Eivissa y en Palma hasta que la absolvieron en un Consejo Guerra celebrado en agosto de 1938.  

Maria Galludo descubrió el año pasado un episodio familiar que le causó un gran impacto: Su tatarabuela, Maria Roig Mayans Vaca, estuvo en prisión durante la Guerra Civil. La historia la contó ayer en Can Ventosa, en la clausura de las Jornades d’Estudis Locals de Memòria Històrica del Arxiu Històric d’Ibiza i Formentera, dedicadas esta edición a las mujeres represaliadas por el franquismo.

Maria Guasch Tur ARCHIVO FAMILIAR

Fue la abuela de Galludo, Maria Guasch Tur, quien le contó la terrible experiencia que había vivido Maria Roig un año después de estallar el conflicto bélico. «Trabajo en el Parque Natural de ses Salines y, como mi abuela había nacido y vivido con su familia en sa Revista, le preguntaba muchas cosas sobre cómo era en sus tiempos este lugar. Un día me contó lo que le había pasado a su abuela», explicó esta bióloga y educadora ambiental del Institut Balear de la Natura (Ibanat) horas antes de ofrecer su conferencia.

Maria Roig ARCHIVO FAMILIAR

La historia de Maria Roig impactó tanto a Galludo que este año decidió empezar a investigar más sobre el asunto. Quería saber los motivos que habían llevado a la cárcel a su tatarabuela, una mujer que «nunca se había metido en asuntos políticos» y que, sin embargo, fue acusada de «adherirse a la rebelión protagonizada por los republicanos», que entre agosto y septiembre de 1936 trataron de reconquistar sin éxito las islas de Mallorca y Ibiza en la operación bélica denominada ‘Desembarco de Mallorca’.

A la bióloga ibicenca le ayudó en la investigación la historiadora Paquita Riera, que fue quien encontró la causa militar contra Maria Roig. El resultado de este trabajo lo publicaron en el Dominical de Diario de Ibiza del pasado 15 de agosto con el título ‘La causa pel saqueig de la capella de sa Revista’.

Maria Roig vivía con su marido Vicent Tur, el herrero de la Salinera, en una vivienda anexa a la capilla de sa Revista. «Mi tatarabuela tenía las llaves del recinto religioso y se encargaba de limpiarlo, sin recibir ningún tipo de retribución a cambio. Dentro había una cisterna y los vecinos iban allí a buscar la jarra de agua que les correspondía al día», contó Galludo.

Roig fue acusada de «llevarse la campana y una mesa de la capilla y de decir que tenían que matar a dos mujeres fascistas del pueblo»

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Maria Guasch, que desconocía de qué se le acusó a su abuela materna, cuando le contó la historia a su nieta sí recordaba perfectamente el día en que «los milicianos entraron en la capilla de sa Revista, sacaron todo lo que había y le pegaron fuego». Aquello ocurrió en verano de 1936. A Maria Roig la detuvieron un año después acusada de haber intervenido en el saqueo de la iglesia. Según el artículo que Galludo y Riera publicaron el pasado agosto, fue el Archivo del Juzgado Togado Militar Territorial número 33, en Palma, el que les proporcionó toda la información, ya que tenía en su poder la causa contra Maria Roig.

«Fueron unos vecinos de mi tatarabuela los que la denunciaron ante la Guardia Civil acusándola de haberse llevado una mesa y la campana de la capilla y de haber dicho que tenían que matar a dos mujeres fascistas del pueblo», afirmó Galludo. Según queda plasmado en los testimonios escritos que recoge la causa, estos vecinos que denunciaron a Roig tenían «algo en contra de ella o de su familia». El mismo día de la denuncia, en julio de 1937, interrogaron a Maria Roig, que explicó que la campana la habían descolgado los milicianos y la habían colocado en la sacristía y que el mueble se lo había llevado para evitar que lo quemaran. Negó también haber dicho que matasen a nadie. A pesar de ello, debido a que en sus declaraciones incurrió en alguna contradicción, fue encarcelada. La llevaron al antiguo convento de Dominicos, el que ahora alberga el Ayuntamiento de Ibiza y que por aquella época servía también como prisión. En diciembre de ese año, detalló Galludo, fue trasladada a Palma, donde se tenía que celebrar el Consejo de Guerra. Roig se enfrentaba a un cargo de adhesión a la rebelión, lo que significaba, según detalló su tataranieta, «pena de reclusión mayor o incluso pena de muerte».

Trece meses en prisión

«Pasaron muchos meses de papeleo y tediosa burocracia en los que parecía que se habían olvidado del caso de mi tatarabuela hasta que a finales de julio de 1938 se celebró el Consejo de Guerra», señaló Galludo. El mismo fiscal pidió la absolución para Maria Roig, ya que, como recoge el artículo del Dominical, consideraba no solo que no estaban probados los hechos de los que se le acusaba sino también que la denuncia podría ser fruto de «la venganza o rencillas particulares». La sentencia fue absolutoria, según explicó Galludo, «gracias a los testimonios a su favor de su causa y la de una que concurría paralela abierta contra unos sobrinos suyos y otros vecinos de sa Revista a los que se les había encarcelado acusados también de participar en el saqueo de la capilla».

En agosto de 1938 Maria Roig fue puesta en libertad, después de trece meses en prisión. Lo único que mencionó a la familia de aquella dura experiencia fueron las visitas y el apoyo que recibió de unos conocidos suyos de Ibiza que vivían en Palma y que en la cárcel de Can Sales aprendió a hacer senallons.

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