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Un enfermero de Ibiza frente a la «preciosa destrucción» del volcán de La Palma

Pese a la erupción, la isla sigue abierta a los visitantes, que pueden alojarse a 4 kilómetros del volcán, fuera de la zona de exclusión, y conviven con los residentes que viven una situación de emergencia

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Imágenes del volcán de La palma Andrés García

«Quería cumplir un sueño, y era ver piedra convertida en líquido». Quien se expresa así es Andrés García, enfermero de emergencias en el 061 y miembro de Emergency Staff. Obsesionado con ese anhelo, pocos días después de la erupción volcánica del Cumbre Vieja, viajó a la isla canaria -que ya conocía de otros viajes anteriores- para presenciar lo que califica como una «preciosa destrucción».

«Precioso, porque es un espectáculo de una magnitud descomunal que te conmueve e hipnotiza. Pero también es la destrucción. Son miles de personas que han perdido sus casas y que deben empezar de cero», explica.

Llegada al volcán

El viaje desde Ibiza hasta La Palma fue toda una aventura. La previsión era aterrizar en el aeropuerto palmero tras hacer escala en Gran Canaria, pero justo el día antes el humo de la erupción obligó a cerrar el aeropuerto, lo que supuso cambiar de planes: «Tuve que volar de Gran Canaria a Tenerife, y de allí llegar a La Palma vía ferri». La travesía fue nocturna y por la costa este de la isla. El volcán se encuentra en el lado oeste, con lo que, pese a haber desembarcado en la isla, el enfermero ibicenco todavía no divisó ni una señal de la erupción.

«El barco iba lleno de soldados de la UME que reemplazaban a sus compañeros. En el puerto de Santa Cruz se palpaba la tensión en el ambiente, pero el volcán todavía era una presencia invisible», señala. Todo cambió cuando atravesó la cordillera central que divide la isla en dos: «Cuando pasas al otro lado del túnel ya notas el olor a azufre, y tras la segunda curva vi por el rabillo del ojo, en la oscuridad de la noche, que la montaña escupía fuego. Era como un cañón, como un soplete. Algo muy bestia. No me lo podía creer».

Alrededor del volcán hay un perímetro de exclusión de tres kilómetros, pero más allá se ubican algunos miradores donde es posible contemplar la erupción de manera segura. «Había bastante gente haciendo fotos, sobre todo por la noche, cuando es más espectacular», comenta Andrés García, que rememora así la experiencia: «De la misma manera que te quedas embobado mirando las llamas del fuego, sucede algo parecido. Podías pasarte horas ahí, escuchando el ruido, notando la vibración. Por un lado, hay como un soplete que continuamente lanza piroclastos. La caldera es una olla viscosa, con un movimiento lento, pero cuando la lava rebosa entonces baja como un río, muy rápido. Ante eso, te sientes muy pequeño».

El drama

Para el visitante, los sentimientos son encontrados. La excitación de asistir a un espectáculo sobrecogedor convive con la conciencia de que muchas personas han perdiendo sus hogares y su sustento. García conoció algunas historias personales: «Una noche, mientras observaba el volcán, un hombre me pidió los prismáticos y vi que miraba hacia un punto. ‘Va a llegar’, dijo, y me señaló la colada de lava que avanzaba. El hombre tenía su casa ahí. Al día siguiente, toda esa zona quedó arrasada».

«Yo no soy más que un turista, pero esta gente ha perdido su hogar», reflexiona, y recuerda la historia de una mujer de Todoque que fue evacuada: «Como la colada todavía no había llegado a su casa, le permitieron entrar durante 20 minutos para que se llevase lo que pudiera. ¿Qué cojo? me decía. ¿Cómo voy a resumir mi vida en 20 minutos? ¿Qué me llevo y qué dejo? Es tremendo».

De esa experiencia, Andrés García ha vuelto con muchísimas emociones, un fuerte dolor de cabeza, «no sé si por el rugir constante del volcán o si por inhalar dióxido de azufre», y también admirado por la actuación de los servicios de emergencia: «Me he propuesto organizar desde Emergency Staff un curso de formación en caso de incidente de múltiples víctimas, para tomar ejemplo y aprender a coordinarnos y trabajar en equipo».

La colada se acerca al polígono industrial de los Llanos de Aridane. Andrés García

Explosión en uno de los cráteres del volcán. Andrés García.

Vista general del volcán de Cumbre Vieja, en el que son visibles dos bocas abiertas y una colada de lava que desciende por el lado de un cono volcánico. llano. Andrés García

El autor de las fotos, frente a la zona volcánica. Andrés García.

La alta columna de humo delata la actividad volcánica continua. Andrés García.

Volcán de La Palma

Volcán de La Palma Andrés García

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