Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista
Ana Bernal-Triviño Periodista y profesora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC)

Ana Bernal-Triviño, periodista y profesora: «El neomachismo es el machismo de siempre pero maquillado»

«Hay un pacto de estado contra la violencia de género que está tardando mucho en implantarse»

Ana Bernal-Triviño, ayer, antes de su conferencia en las ’Aules Feministes’. Zowy Voeten

Debe haber pocas personas en España que controlen más los datos de violencia machista que Ana Bernal-Triviño, doctora y licenciada en Periodismo por la Universidad de Málaga, profesora e investigadora en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y colaboradora de prensa, radio y televisión. Es autora de los libros ‘No manipuléis el feminismo’ y ‘Cómo informar e informarse sobre violencia machista’ y en los últimos meses ha entrado en buena parte de los hogares del país a través del documental ‘Rocío Carrasco: contar la verdad para seguir viva’. Ayer cerró las ‘Aules Feministes’, organizadas por el Institut Balear de la Dona, con su ponencia ‘La igualdad en los medios de comunicación y las redes sociales’.

Tengo la sensación de que hemos normalizado que en una semana mueran seis mujeres por violencia machista.

No he tenido nunca la sensación de que en algún momento hayan importado estos asesinatos. Alguna vez ha habido una mayor contundencia política, pero no he visto nunca convocar una mesa urgente, de un día para otro, para poner freno inmediato a esta situación. No ha sido trending topic. Hoy [por el miércoles] he entrado en Twitter y no parecía que hubiera habido un asesinato machista en el que tres niños se han quedado huérfanos. Lo dije en un tuit: no sé qué me da más miedo, lo que había pasado ese día, con ese asesinato y con otras denuncias que te ponen los pelos de punta, o que la sociedad no reaccione y gran parte de la clase política se quede callada. En silencio. Ese silencio da impunidad a la agresión. Hay una reflexión detrás de todo esto.

¿Cuál?

Pues que detrás de esa normalización sigue habiendo una idea muy machista, incluso en personas que se consideran feministas, que siguen pensando que la violencia de género en el fondo ocurre porque algo habrá hecho la mujer. No se considera un delito público.

¿Incluso los políticos que se muestran más feministas hacen menos de lo que deberían?

Se podría hacer más. O, si no se puede hacer más, al menos que se haga más rápido. Hay un pacto de estado contra la violencia de género que está tardando mucho en implantarse en su totalidad. Las cifras de asesinadas y la situación de los huérfanos y huérfanas de violencia de género están ahí. Se van aprobando cosas, pero es como si no llegara a las víctimas, que te vuelven a escribir diciéndote que están igual que antes de aprobarse esas nuevas leyes, medidas o presupuestos. Ellas siguen pasando el mismo miedo y en la misma situación. Creo que esto es porque seguimos actuando en la fase final, cuando ya ha ocurrido el asesinato o la agresión. Sólo cuando la política se tome en serio esto y lo haga efectivo y rápido podremos empezar a cambiar las cosas.

El discurso de la extrema derecha ha dado alas a quienes niegan la violencia machista. Da miedo.

Vivimos un momento en que una parte de la sociedad sabía que si mostraba o confesaba su visión sobre este tema iba a tener algún tipo de reprobación social y, sobre todo, ningún respaldo político. Esa bolsa de machismo siempre ha estado ahí. Callada, porque la sociedad evolucionaba en derechos civiles, pero ahí. El neomachismo reformula, se vale de los mitos machistas para aparentar que ellos representan un nuevo concepto de igualdad. Es el mismo de siempre, pero maquillado. Al final, que una opción política haya verbalizado una idea que muchos machistas tenían en su interior pero que no sabían cómo expresarla, que se les haya votado y estén en el Congreso y los parlamentos autonómicos, hace que esas personas sientan que tienen legitimidad para expresarse así. Ya no les da vergüenza. Se sienten respaldados por una parte de la sociedad. Incluso tienen una tribuna en el Congreso en la que se les permite mentir, difundir bulos y exponer ese pensamiento. Da legitimidad a esas ideas que ponen en riesgo la vida de las víctimas, que no sólo son las mujeres sino también sus hijos e hijas.

El concepto violencia vicaria lo estamos aprendiendo de la forma más horrorosa posible.

Y lo lamentable es que ya desde José Bretón [2011] se hablaba de esta situación. ¡Cuánto hubiéramos avanzado si en aquel momento se hubiera contextualizado aquella información no desde el suceso sino desde el marco de la violencia de género! Nos hubiera ayudado a que muchas mujeres reaccionaran y reconocieran esa situación. Y habría sido un toque en la puerta de la justicia para que dejara de darle la vuelta a esta situación. Muchas mujeres optan por la separación para no denunciar. Se separan, pero el padre tiene derechos sobre ese menor y lo usan para seguir haciendo daño a la madre. La psicóloga Sonia Vaccaro se encuentra con que la justicia le da la vuelta a la tortilla y dice que estas madres les lavan el cerebro a sus criaturas y las ponen en contra de la figura paterna. Las sentencias, en vez de escuchar a los niños, dictaminaban casos de síndrome falso de alienación parental, los apartaban de la figura materna y los llevaban con el padre. Es la realidad de cientos de mujeres, una situación de violencia vicaria en la que el padre usa a los menores para lavarles el cerebro en contra de la madre.

Ana Bernal-Triviño, ayer, durante su ponencia en 'Aules Feministes' Zowy Voeten

¿Por qué?

Los derechos del hombre siempre han prevalecido. Aunque estemos en una democracia y la ley sea la ley, en la práctica hay una dinámica de automatismo, en base a unos estereotipos, en la que la justicia dicta una y otra vez estas sentencias y este falso síndrome. Sonia Vaccaro acuña el concepto de violencia vicaria para decirle a todas estas madres que lo que les ocurre tiene un nombre y que contra ellas se está ejerciendo violencia institucional. Afortunadamente, los menores que primero vivieron esa situación son adultos y están verbalizando que ningún maltratador es buen padre. Lo han vivido ellos mismos, no es que lo diga el movimiento feminista.

Los comentarios en redes cuando hay un caso de violencia machista dan miedo. Se dice que las redes no son reales, pero en estos casos me parecen muy reales.

Decimos que Twitter es una burbuja, que sólo está el 5% o el 7% de la población, pero sigue siendo una representación, refleja que ese machismo está ahí. Una de las situaciones que mejor puede explicar esto es lo que ha pasado con el documental de Rocío Carrasco. La dimensión que ha tenido. He sacado dos conclusiones. La primera, que la sociedad no sabe de violencia de género, por mucha etiqueta de feminista que se ponga.

¿Y la segunda?

Que hay mucho machismo. Lo ha evidenciado el caso de Rocío Carrasco de una forma muy radical y muy evidente. Creo que a veces pensamos que estamos más avanzados de lo que evidencia la situación. Hay muchísimas mujeres en situación de indefensión que siguen sin denunciar precisamente porque hay una cantidad tremenda de prejuicios sobre las mujeres que lo hacen. Muchas siguen sin hacerlo por miedo, vergüenza...

¿Qué valoración hace del documental y de cómo se ha tratado a posteriori?

Creo que la gente sigue sin entender cuál fue la finalidad del documental. Lo disfrazan de venganza. Me irrita mucho que cuando las víctimas que pasan años calladas deciden hablar y compartir su situación precisamente con el objetivo que tenía Rocío, demostrar que no había tenido un juicio, no se las crea. Ella ha demostrado con papeles que no sólo la justicia le ha dado la espalda sino también que ni siquiera la ha escuchado. Los informes psicosociales, entre ellos el del juzgado de violencia contra la mujer, dejan las cosas claras a favor de Rocío Carrasco. Tenemos un problema, que esos informes no son vinculantes, y la sensación que me trasladan peritos y forenses es que a veces no se los leen, no los tienen en cuenta. Sobre ella se ha volcado una presunción de culpabilidad. Durante años se la ha culpado de mala madre, de mala mujer, de todo. Estaba en su derecho de mostrar esos informes, que reflejan una imagen muy diferente de lo que se había dicho de ella en los medios de comunicación.

¿Por qué le llamó la atención este caso?

Como investigadora y profesora de la UOC he investigado mucho, tanto con el caso de Juana Rivas como otros, el concepto de violencia mediática. Siempre comprendía el concepto como el papel que ejerce un medio de comunicación informando mal sobre la violencia de género, pero este caso me fascinó porque era un nuevo concepto: tu expareja usa los medios para dañar tu imagen y eso tenía unos efectos psicológicos sobre ella. Era una nueva dimensión de la violencia mediática. Siempre he querido que fuéramos muy conscientes del papel que tienen los medios generando opinión pública. Por eso hay gente que sigue odiando a Rocío Carrasco. No se le ha dado el beneficio de la duda. Lo que ha hecho Rocío, como dice Carlota Corredera, es levantar una alfombra de mierda en este país que ha puesto en evidencia la violencia institucional, cómo se ignora a esas mujeres, la deshumanización, lo solas que se sienten y la necesidad de hablar del papel de los menores en este conflicto. Una realidad que está oculta y de la que apenas se habla. Nos quedamos todo un día haciendo trending topic un debate sobre el lenguaje inclusivo mientras hay mujeres en los juzgados peleando por la custodia de sus hijos.

¿Con qué se queda?

Tenemos que quedarnos con que este documental ha ayudado a muchas mujeres a darse cuenta de lo que les ocurría. Pensamos que hablamos mucho de violencia de género y que está todo muy aprendido y hay una cantidad tremenda de mujeres que no sabían lo que les estaba pasando y que a día de hoy siguen un poco perdidas, con miedo a pedir ayuda. Me quedo con la cifra de mujeres que llamaban al 016, mujeres a las que hemos podido, en cierta manera, salvar o ayudar.

¿Falta hacer pedagogía desde los medios?

Sí, los casos de violencia de género se han tratado desde el suceso y no debe ser así. Me llama la atención porque cuando ocurrió el caso de las niñas de Tenerife hubo el típico revuelo de los machistas, de que no hablamos de cuando una mujer asesina un menor. No todos han tenido la repercusión de las niñas de Tenerife o el caso Bretón. Ha habido menores a los que han asesinado ahogándolos en su cama y que han pasado sin pena ni gloria. Los medios dan espectacularización a determinados casos y hay algunos que se prestan más, como el de Tenerife, porque tuvo que venir un buque y hubo un despliegue del Estado en la búsqueda de las menores. Los medios tienen que ser muy conscientes de que no se puede perder la perspectiva de género. Esto no es un suceso aislado, tiene unas raíces, unas motivaciones y un patrón cultural. Debe de ser tratado así, lejos de los sucesos y del espectáculo, hay que tratarlo como un tema político.

Ana Bernal-Triviño, ayer, antes de su ponencia en Ibiza. Zowy Voeten

¿Los medios hemos ido hacia delante o hacia atrás?

Creo que se han hecho algunas actuaciones, algunos medios, para avanzar, pero los cambios son muy lentos. Hemos avanzado un pelín, pero no lanzo las campanas al vuelo porque, al final, las dinámicas internas de las redacciones no han cambiado tanto, según me trasladan compañeras. Se sigue incurriendo en los prejuicios. El pasado junio hubo nueve asesinatos de mujeres, es decir, cada dos o tres días se asesinaba a una mujer y eso apenas ha abierto portadas o informativos. No sé si todas las víctimas están siendo tratadas igual. En el caso de la violencia de género tengo claro que no. Los medios deberían tomar conciencia, tratar esto como un tema político porque por la vía del suceso no vamos a solucionar nada.

¿La forma en que se trata un tema depende, al final, de la persona que se ocupa de él?

Cuando colaboro en TVE, tengo una aliada dentro de la redacción, Natalia Vázquez, que está muy concienciada y muy comprometida e intenta, en lo posible, darle espacio a los temas. Lo de Rocío Carrasco ocurrió porque teníamos a Óscar Cornejo como jefe de La Fábrica de la Tele. Cuando la subdirectora te dice que puedes decir que los maltratadores son hijos sanos del patriarcado te quedas como... ¿De verdad lo puedo decir? Te sientes respaldada, con garantías de que puedes hablar, te dan la autoridad. Es imprescindible tener compañeras feministas en las redacciones. Y hombres feministas. Sin esto, aunque seas la más feminista de la redacción, no puedes cambiar nada porque te quedas sola.

Hace cinco años tenía más claro qué era ser feminista que ahora. ¿Es normal?

Ser feminista no es ni fácil ni agradable. Para nada. Abrir los ojos a una realidad diferente de la que te han contado durante años y darte cuenta de lo que ocurre es pegarte una buena torta. Y asumir que tú misma has caído en esa trampa y en errores, pues también. Reivindico mucho un concepto: la memoria histórica feminista. Nuestra historia nos la quitaron. No existe. Y la que existe en muy poco conocida. La práctica del feminismo está muy bien, pero hace falta tener unos puntos muy claros de teoría feminista para saber hacia dónde ir. Sin esa memoria histórica vamos a seguir dando palos de ciego y si no comprendemos qué es la violencia de género no vamos a entender cuáles son el resto de las violencias machistas. ¿Que tengamos dudas? Claro. Es normal conforme vas percibiendo que la sociedad va en el sentido contrario.

Está a punto de publicar ‘Las mujeres de Federico’, un libro que trae al siglo XXI a las mujeres de Lorca. ¿Qué dicen al verse aquí?

Siempre he escrito ensayo feminista, pero el año pasado dije voy a dar un giro, a escribir novela y a ver si a través de estos personajes puedo hacer que el discurso feminista entre de otra manera, porque hay gente que no va a leer un ensayo. De ‘Las mujeres de Federico’ no puedo contar mucho, pero era un planteamiento curioso, un sueño, algo que tenía ganas de hacer. He encontrado un editor maravilloso, Javier, que es lorquista hasta la médula como yo. Releo mucho a Federico García Lorca y siempre que leía a esas mujeres, a doña Rosita o a Bernarda, me preguntaba por qué se comportaban así y qué sería de ellas hoy día. En este libro llegan a esa casa de la huerta de San Vicente sabiendo que algo nuevo ocurre, que las mujeres tienen otros derechos, que hay otra nueva visión. Ellas mismas van a ir descubriendo poco a poco cómo la sociedad ha cambiado, qué podrían haber decidido de haber vivido en otra época, pero también que, en el fondo, igual no hemos cambiado tanto. Quiero que quede como un canto a la libertad de la mujer, como una forma de quitarnos el peso del machismo. Es la búsqueda de esas mujeres por tener una sonrisa en su rostro y quitarse las culpas.

La ilustradora Paula Bonet me dijo en una entrevista que estaba convencida de que nuestra generación no vería la igualdad. ¿Qué cree usted?

Le mando un abrazo inmenso a Paula porque su acosador sigue contra ella. Es el mayor reflejo de cómo opera el machismo, cómo siente que tiene potestad sobre la libertad de las mujeres y su espacio. Está viviendo una película de terror. Estoy con Paula. Convencida. Creo que no lo vamos a ver. Porque no hay contundencia contra la violencia machista ni por parte de la justicia ni de las instituciones. Se dan servicios y herramientas para ayudarnos, pero la justicia es muy lenta. Te ponen una orden de alejamiento, pero no tienes un policía detrás que proteja las 24 horas. Aplicamos medidas que no garantizan nada. Supongo que Paula pensará muchas veces que igual hoy acaban con ella. Recibes mensajes de todo tipo. He ido a conferencias con miedo. Realmente, por cómo veo que está evolucionando políticamente el país y después del programa de Rocío Carrasco me quedan pocas dudas de que nosotras no lo veremos. El mundo sigue siendo mucho más cómodo con la opresión hacia las mujeres. Hablamos mucho del discurso de la ultraderecha, pero encontramos discursos en la izquierda que dan ganas de llorar. Pierdes toda la fe y la esperanza en que realmente haya un cambio. Yo, no veo mucha esperanza.

Compartir el artículo

stats