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Julia Cano: deportividad se escribe en femenino

Quien fuera la primera profesora de Educación Física en Ibiza y parte de la primera promoción de España recuerda su llegada a la isla, de la que se enamoró enseguida, y la complicidad que mantenía con sus alumnos

Julia Cano en el balcón de la casa de una de sus hijas, en Santa Eulària. ZOWY VOETEN

Julia Cano Cobos (Melilla, 1930) ha recibido este año la Medalla de Oro de la Ciudad de Ibiza por el impulso que le dio al deporte, concretamente al femenino. Y es que fue ella quien introdujo prácticas deportivas en los colegios e institutos de la isla.

Julia Cano durante la entrevista con Diario de Ibiza. ZOWY VOETEN

Fue la primera profesora (mujer) de Educación Física en Ibiza y Balears porque perteneció a la primera promoción de profesoras de esta materia en España (se graduó en Madrid en 1953). A sus 91 años, es ya una figura clave del deporte femenino en Ibiza, donde ha ejercido como profesora en prácticamente todos los centros educativos de la isla.

El alcalde Rafa Ruiz entrega la Medalla de Oro a Julia Cano. ZOWY VOETEN

No fue solo una profesora, sino que se convirtió en la amiga de sus alumnos, que le contaban sus problemas y tenían una relación de confianza con ella. Enseguida que llegó a Ibiza se enamoró del lugar y de sus gentes. Acabó aquí por casualidad: destinaron a su padre militar. Todo comenzó en pleno franquismo. En 1954 entró en el Instituto Santa Maria -entonces ubicado en la plaza del Ayuntamiento, Dalt Vila- como docente.

«Me hizo mucha ilusión recibir la medalla», confiesa en la casa de una de sus hijas, en Santa Eulària. Preguntada por si era consciente, en su momento, de todo lo que estaba consiguiendo, responde rotunda que no. «Si había que hacer cosas, pues yo las hacía, punto. No he hecho nada nunca pensando en lo que me iba a aportar o suponer en un futuro», asegura desde su sillón. «Simplemente me fui a Madrid a estudiar y de allí salí profesora de Educación Física, sin más. No tenía ningún referente en el deporte», cuenta.

De todos modos, antes de decidirse por esta carrera, Cano también pensó en estudiar baile. Durante su encuentro con este diario, reconoce que todavía le queda el ‘gusanillo’ de haber podido ser bailarina. Llegó a asistir a clases de flamenco, «porque había un chico aquí, en Ibiza, que estaba haciendo el servicio militar». «Era bailarín y me enseñó muchas cosas», añade. Se trata de su profesor Buendía, del que todavía se acuerda. Cano reconoce que no es capaz de elegir entre sus dos pasiones: «Son tan distintas, que no puedo decidirme por una… a mí el deporte me encanta y el baile me chifla».

De todos modos, enseñar deportes en los colegios también puede llegar a ser arte. Cano incorporó toda una novedad en el sistema educativo. De hecho, quienes comenzaron antes a recibir clases de gimnasia en el Santa María fueron las chicas, «porque los chicos no tenían a ningún profesor», comenta Julia Cano.

Sin embargo, ella asegura que no se sintió discriminada por su entorno ni por nadie por dar clases de esta materia en pleno franquismo siendo una mujer: «La gente lo llevaba bien, en ningún momento me hicieron sentir mal, y mis padres lo aceptaron bien, era una cosa tan nueva que lo recibieron bien, con curiosidad», explica Cano.

Una profesora al 100%

La deportista siempre ha expresado que ejercer su profesión en los años 60 y 70 era diferente, por lo menos en su caso. Se interesaba mucho por las estudiantes: «He estado siempre muy implicada con mis alumnas». Y es que a ella le contaban incluso sus problemas. Cano recuerda cómo sus alumnos de Palma (donde también enseñó deportes) le organizaron una cena por el cariño que le guardaban: «Fue la primera vez que los estudiantes organizaron una cena para un profesor», recalca con orgullo.

«Disfrutaba con todo de mi trabajo como profesora», exclama. Es por ello que al ser preguntada por algo malo o menos positivo de su labor, se encoge de hombros sin ser capaz de responder. Lo suyo era pasión y por eso no era consciente de todo lo que hacía. Por este motivo, en su recogida de la Medalla de Oro habló precisamente de esto: «La verdad es que no era consciente de haber hecho tantas cosas. Yo siempre he actuado sin pensar en nada», dijo en el acto. También lanzó un «os quiero», a la vez que mostraba la medalla hacia donde se encontraban los familiares que le acompañaban. Durante la entrevista, su nieta se acerca a ella para darle besos en la mejilla.

Ahora Cano tiene 91 años y se siente muy bien en su isla, donde terminó en 1942 por pura casualidad: a su padre, militar, lo destinaron aquí. «En principio nos destinaron aquí solo para un año, y cuando ya había pasado el tiempo, mi padre nos dijo: ‘¿Qué hacemos?’». «Decidimos que nos quedábamos, y aquí seguimos, afortunadamente».

Preguntada por los motivos por los que sigue en Ibiza, Cano exclama: «¡Ay, es que hemos estado siempre tan tranquilos aquí!». «Veníamos de Barcelona, y allí había que ir con el asistente al colegio, que también nos tenía que venir a buscar…», cuenta en relación a las distancias de la capital catalana y al ajetreo de dicha ciudad. En la pitiusa mayor todo era diferente: «Desde el primer momento me encantó estar en Ibiza. Vivíamos en la Vía Púnica y mi abuela, que vivía con nosotros, salía a la puerta de mi casa y nos veía [a su hermana y a ella] salir del colegio. Ella solía llevar un mantón y cuándo llegábamos se destapaba y nos metíamos debajo», cuenta sonriente. «Iba a La Consolación y enseguida hice amigas».

Julia Cano en el balcón de la casa de una de sus hijas, en Santa Eulària. ZOWY VOETEN

Siempre joven

Ya de adulta, Julia Cano ha seguido estando muy ligada a las generaciones jóvenes: «Me atraía mucho estar con la juventud y ellos, los jóvenes, pensaban de la misma manera que yo en muchas cosas». Y es que en los 50 y 60 ella fue una adelantada a su tiempo: «No era lo normal que una mujer tan joven quisiera salir de casa y moverse por España», afirma. Y ese alma seguía con ella al ser ya una profesora con experiencia: «Con los adultos también me sentía muy bien, pero la juventud me tiraba mucho», insiste.

Fundó el primer grupo de mujeres jóvenes de la Cruz Roja en Ibiza y dirigió la Juventud de la Cruz Roja entre los años 1970 y 1984: «Allí necesitaba ayuda y entonces me nombraron presidenta de la Juventud, y siempre iba mucha gente. Pero aquellos fueron unos años muy buenos, muy buenos», recuerda con cierta nostalgia.

Hay un episodio del que todavía se acuerda: «Lo pasé muy mal cuando ocurrió lo del avión», explica en relación al vuelo que en el año 1972 se estrelló en Sant Josep. Aquellos días los jóvenes de la Cruz Roja trabajaron intensamente. A lo largo de su vida, Cano participó en muchas acciones benéficas en sus ratos libres como profesora. «Puede ser que ambas facetas estén muy ligadas», admite. Precisamente por los valores de colaboración y solidaridad que deben o deberían imperar en el deporte. «Entre una cosa y otra apenas tenía tiempo libre», admite.

No siente interés por el deporte de masas, el de los grandes equipos. Lo suyo siempre ha sido enseñar y practicar el deporte, no consumirlo. Su Medalla de Oro se suma a una larga lista de reconocimientos entre los que se encuentran el Premi al Mèrit Ciutadà 2015, del Consell Insular, o el Cornelius Atticus (máxima distinción deportiva balear) en 1999. Fue la segunda mujer en recibirlo.

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