Diario de Ibiza

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Turismo y masificación

Instagram mató la magia de Ibiza

Los antiguos hippies que aseguraban buscar la espiritualidad de la roca que acogió al ‘pare’ Palau han sido sustit uidos por un ejército de ‘instagramers’ que buscan con ahínco la foto que les consiga los mayores ‘likes’ posibles

Centenares de personas se reúnen cada día frente a es Vedrà para captar un momento «único». DI

Lo suyo es grabar la llegada con el móvil -en vertical, por supuesto- y retransmitir en directo los últimos metros antes de llegar al punto en el que la vegetación clarea y aparece, ante la cámara del teléfono, el icónico perfil del islote de es Vedrà. Se aconseja finalizar el vídeo con alguna exclamación del tipo «¡Uau!» o «¡qué pasada!». Si no se retransmite, también se puede grabar el momento e, inmediatamente, subirlo a Instagram. En el mirador de es Vedrà hay buena cobertura y alcanza el 4G sin problema, lo cual es una bendición para los centenares de personas que cada día se agolpan para proclamar a los cuatro vientos que, en efecto, han estado en Ibiza.

Andrés, Raquel y Bella atareadas actualizando sus redes sociales.

Andrés, Raquel y Bella atareadas actualizando sus redes sociales. David Ventura

«Estamos muy ocupadas», me comenta Bella, una joven malagueña que, en efecto, está muy atareada subiendo a Instagram stories y etiquetando las fotos. «Tengo que subir todo esto, poner los filtros, mucho lío». Sus amigas Andrea y Raquel también están inmersas en esta vorágine de actividad. Es su primera vez en Ibiza y es importante dejar constancia del momento. Se han arreglado especialmente para la ocasión y han acudido como si fueran a salir de fiesta: «Es que hay que salir bien en la foto. Luego nos vamos de cena», comenta Andrea.

Vista general de la explanada situada frente al islote. David Ventura

Son las ocho de la tarde y falta media hora para que se ponga el sol. En el mirador de es Vedrà más cercano a la torre des Savinar ya se acumulan unas 500 personas que ocupan todo el claro y se distribuyen a lo largo de la línea del acantilado. En otro mirador, a menos altura, hay unas 150 personas más. El ambiente es festivo y muchos se han traído neveras con bebidas y bocadillos, bolsas llenas de latas de cerveza y alguno incluso unos altavoces para ambientar musicalmente el lugar.

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La puesta de sol en Ibiza, un botellón con vistas DI

Un tumulto que ha enamorado a Verónica, una muchacha paraguaya residente en Madrid que ha venido a visitar a unos amigos que están trabajando en Eivissa: «No me molesta que haya tanta gente, al contrario, ¡me encanta! Eso es lo bueno. El ambientillo. La gente es lo que le da alegría al lugar. Esto es una maravilla».

Alberto, Verónica, Yanina y Jacqueline, felices con la experiencia. David Ventura

No muestra tanto entusiasmo Roger, un joven catalán que bebe cerveza con otros cinco amigos que han llegado desde Mataró. «He subido un post en Instagram y he etiquetado que estamos en las Ramblas. ¿Tú has visto cuanta gente? Hemos llegado a las siete y media y el párquing ya estaba lleno». Pese al colapso, están contentos: están de vacaciones y en Ibiza, que no es poco.

La gente se concentra tanto en el mirador más elevado como en el más cercano de la playa David Ventura

Adiós magia

En verano siempre ha habido gente que escogía el mirador de es Vedrà para contemplar la puesta de sol. No obstante, el auge de redes sociales como Instagram y la frenética búsqueda de la captura de la foto y el momento icónico, ha despertado una auténtica fiebre por este lugar. Los expertos en turismo y redes sociales lo llaman ‘lugares instagrameables’, y otro ejemplo en Ibiza es el columpio que hace pocos años se instaló en Cala Xarraca. Fotos que provocan un gran impacto en redes y que provocan la necesidad de ‘estar ahí’. En el caso de es Vedrà, este pasado jueves entre los dos miradores se juntaron 750 personas, aproximadamente, cantidad que se incrementa durante los fines de semana hasta alcanzar el millar.

Marc, Albert, Marcel, Xavier, Albert y Roger, junto a sus latas de cerveza. David Ventura

Este frenesí tiene también detractores. Uno de ellos es Ángel, residente desde hace cinco años en la isla: «Hay demasiado postureo. Yo soy una persona espiritual, necesito contactar con la naturaleza, y con todo este gentío creo que se ha perdido la esencia». Pese al desengaño, mantiene la fe en el lugar: «Sigo pensando que es Vedrà tiene magia, que es un punto en el que se canaliza la energía, pero para sentir estas emociones hay que venir después del verano».

Su amiga Elisabeth es de la misma opinión: «Hace dos años que no venía en verano y encontrarme esto ha sido muy chocante. No volveré a venir. Es un colapso para la naturaleza. He leído mucho sobre la energía de este lugar, pero llegas a aquí y es para tomárselo a coña. Mira en lo que se ha convertido».

Ángel, Elisabeth y Alba sonríen pese al desencanto que les ha producido la masificación del lugar. David Ventura

Patricia y Mario, turistas procedentes de Salamanca, también han notado los cambios. Su última visita fue en 2014, y afirman que lo que hay ahora no tiene nada que ver con lo que recuerdan: «Te encontrabas algún hippie, había gente pero mucha menos. El ambiente era muy tranquilo y se respetaba el silencio. Ahora es otra cosa, pero la puesta de sol sigue siendo espectacular».

La época en la que es Vedrà era sinónimo de enclave místico, foco telúrico de energías y punto de atracción de tipos peculiares, ha pasado a la historia. Quien todavía crear en estas historias, evidentemente, deberá esperar hasta el mes de octubre para encontrar un poco de paz.

En su búsqueda de la mejor vista, los turistas van más allá de la explanada y alcanzan zonas más elevadas a lo largo de toda la línea de la costa. David Ventura

El cambio de costumbres ha sido total. Ya no queda ni rastro de la informalidad del lugar, sino que tiene el aspecto de una pasarela de moda. «Hemos flipado lo bien vestida que viene la gente aquí. ¡Están arregladísimos!», comenta Elena, una turista manchega. «Nosotras vamos en plan informal porque venimos de la playa, y nos sentimos un poco acomplejadas ante tanto modelazo». Un comentario que responde Ángel, un turista procedente de Alicante y que defiende que «para ir a ver la mejor puesta de sol hay que ponerse guapo.».

A las 20.42 horas el sol cruza la línea del horizonte. Se escuchan algunos tímidos aplausos. De inmediato, una marabunta de gente se pone en marcha a toda prisa hacia sus respectivos vehículos. La carretera ahora es un caótico enjambre de bocinas y motores. Si alguna vez existió la ‘magia’ en este sitio, ya pasó a mejor vida. Que descanse en paz y que la tierra le sea leve.

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La puesta de sol en Ibiza, un botellón con vistas Zowy Voeten/David Ventura/Bárbara Linares

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