Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El adiós a la escena de Merche Chapí

Hace más de 50 años llegó a la isla, donde creó la escuela de teatro de la Escuela Blat y más tarde fundó el Grup Amateur de Teatre (GAT)

Merche Chapí, ayer, en el centro de Vila.

«Si puedo vivir sin Miquel puedo vivir sin el teatro», responde Merche Chapí (València, 1939), cuando se le pregunta cómo alguien cuyo nombre es sinónimo de teatro en esta isla abandona el mundo de la escena. Tras esas diez palabras, un silencio. Una pena. Una mirada a punto de convertirse en agua. Miquel es Miquel Ramón. Su Miquel. Su compañero de vida, del que tuvo que despedirse en marzo del año pasado. «Hace diecisiete meses», detalla. «Nunca pensé que eso pasaría. Le sacaba 14 años, nunca pensé que él se iría antes», continúa.

Merche Chapí, en el momento de recibir el Premi Vuit de Març de la Associació de Dones Progressistes Vicent Marí

La muerte de Miquel, la tristeza profunda, el confinamiento, la pandemia, el encierro obligado en casa... Dejar el teatro, dejar de dirigir, cerrar el Grup Amateur de Teatre (GAT) que fundó en el 75, no ha sido una decisión. No siente, al menos que lo haya sido. «No tomé tampoco la decisión de meterme en el mundo del teatro. Fue algo que sucedió poco a poco. Me atrapó y ya no pude salir», explica Chapí, cuyos primeros pasos fueron sobre las tablas. Quería ser actriz. Pero cuando lo probó descubrió que su destino no estaba en el escenario sino fuera de él, dirigiendo y enseñando. Ese «feeling» y ese «impulso» que sentía por ese mundo que ha sido su vida, ya no está. Se ha esfumado. La enfermedad, la muerte y la pandemia se lo han llevado por delante, comenta Chapí, que no tiene muy claro qué habría pasado si la muerte de Miquel no se hubiera producido en los primeros compases de la pandemia, con un confinamiento estricto, obligándola a un duelo en soledad, a puerta cerrada, sin vías de escape. Un duelo casi bernardaalbiano. Sin poder, siquiera, aferrarse a la otra gran pasión de su vida. Sin poder encontrar refugio ni consuelo en el teatro. Ni ensayos. Ni clases. Ni estrenos. Ni obras que contemplar desde la primera fila de Can Ventosa. «Quizás si no hubiera habido esa ruptura en ese momento...», fantasea. Pero tampoco lo tiene claro. A sus 82 años, añade, cada vez le va faltando más gente.

La directora de teatro, en la gala del 125 aniversario de Diario de Ibiza con Miquel Ramón Toni Escobar

La última obra

Chapí se despide de la escena sin saber qué pasará con su amado GAT. «La única que podría seguirlo sería Àngels Escandell, ella es la única que sé que podría mantener el espíritu GAT», señala la directora, cuyas últimas obras fueron una adaptación de ‘La extraña pareja’ protagonizada por mujeres y otra de ‘Las amargas lágrimas de Petra von Kant’ en la que obvió la relación lésbica entre los personajes principales porque no quería que la atención de los espectadores se centrara en eso, sino en toda la inmundicia sobre el alma humana alrededor de la cual reflexiona Fassbinder en ella. «La hicimos en la Sala Petita, quería esa cercanía con el espectador», apunta.

Rodeada de alumnos en 2010, tras la entrega de diplomas de un curso del GAT. D. I.

Obras pequeñas. De pocos personajes. Que excavan en las profundidades del ser humano. Es el tipo de piezas con las que más disfruta Chapí quien, sin embargo, recuerda que tiene en su haber montajes mucho más grandes: «Hice unas ‘Bodas de sangre’ con 35 personas en escena. Fue algo tremendo». «Llegar al fondo» de las emociones ha sido siempre su objetivo. Es lo que ha buscado en todos aquellos que han pasado por sus manos, como profesora y como directora. No sabe cuántos han sido. «Muchísimos», indica. En el 25 aniversario del GAT, celebrado en el año 2000, las fotografías con todos los que hasta ese momento habían pasado por la escuela forraban paneles y paneles de la exposición celebrada en el Recinto Ferial. Si a ese cuarto de siglo se suman 21 más... Bueno, 19 y unos meses, teniendo en cuenta la pandemia. Entre sus alumnos y actores, no pocos políticos.

Desde que la muerte de Miquel se lo llevó todo por delante, muchos amigos y conocidos le han preguntado si volverá a su Valencia natal. No. «Soy ibicenca, no lo soy de nacimiento, pero soy ibicenca», indica Chapí, que en estos meses sin el amor de su vida se ha refugiado en la lectura y el sueño.

Inauguración del histórico local del GAT en la calle Pere Francès D. I.

«Leo mucho», afirma. Sobre todo al alba. Abre los ojos sobre las cinco y se sumerge en su kindle durante unas horas. Le gusta leer en papel, pero su vista (se ha quedado ciega de un ojo) ya no se lo permite. Se ha deshecho de cerca de 3.000 libros de su biblioteca. Porque se ha pasado al libro electrónico, pero también como una especie de exorcismo. Los mismos que hizo cuando regresó, convertida en viuda y sin poder traer los restos de Miquel con ella, de Mallorca. «Cambié todos los muebles de sitio. No lo soportaba», relata. También se deshizo de la ropa. Abrió el armario, la abrazó, la olió... Y sintió que tenía que deshacerse de ella.

Lee novela. Disfruta releyendo a Philip Roth. Y recientemente descubrió a Irène Némirovsky, con cuya bibliografía ha acabado. «Cuando me gusta un escritor busco todo lo suyo», explica. No lee teatro. Los clásicos ya se los sabe casi de memoria y las obras nuevas le dan pereza. «Tienen que pasar diez años para saber si una obra permanecerá o no», considera. Le gustaría deshacerse también de todo su archivo de teatro. Obras, fotografías... Entre sus dramaturgos favoritos se encuentran Chéjov, Strindberg y el Arrabal «de antes del 75». También los clásicos griegos, a los que ha adaptado en numerosas ocasiones. Incluso para adolescentes. «Los he disfrutado mucho», señala Chapí, que en 2019 recibió el Premi 8 de Març de la Associació de Dones Progressistes d’Eivissa y Formentera como «directora de teatro y referente cultural de la isla».

Ensayo de una de las últimas obras estrenadas por Chapí Juan A. Riera

Adaptar obras

No le ha dado por escribir. «Es algo que sólo hago por necesidad, cuando tengo que adaptar una obra. No me interesa contar algo mío, me gusta dirigir», señala. Eso sí, asegura que si alguien necesitara adaptar una obra y quisiera contar con ella, estaría dispuesta a hacerlo aunque con calma. Al ritmo que le permita su limitada visión.

Volverá al teatro como espectadora. «Siempre que traigan buenas obras», matiza. Seguirá ocupando esa primera fila del auditorio de Can Ventosa, bien centrada, en la que ha sido habitual verla. «En la fila cinco me pueden engañar, pero desde la primera, que no es la más cómoda, puedo diferenciar si un actor está interpretando o está viviendo ese personaje, si está encarnándolo, prestándole su carne, diciéndole ‘aquí estoy, haz lo que quieras conmigo’», describe. Esos son los actores que siempre le han gustado, «los que se rompen el corazón y aprenden a entregarse».

En un ensayo de la compañía de teatro en una de las salas de Can Ventosa. Juan A. Riera

Su papel, como directora, ha sido siempre «coger de la mano» a sus actores y conducirlos «como una madre» hacia el escenario. «Stanislavski decía algo muy interesante, que si te ponían un pavo delante no podías comértelo, no sabes por dónde empezar. El director es el que va cortando pedazos, haciendo partes, poco a poco, para que puedas comértelo todo», relata Chapí, que desde que llegó a Ibiza hace más de 50 años ha visto muchos cambios en el teatro de la isla.

«Antes la gente venía mucho más y lo disfrutaba más», señala. Los espectadores, además, eran «más inocentes». En ningún momento, desde que supo que su sitio estaba dirigiendo y no actuando, ha tenido la tentación de ponerse delante de los focos: «Soy muy mala actriz, no me gusta. Podría haber sido actriz de cine, pero no de teatro, no tengo la capacidad de estar concentrada en un personaje tanto tiempo». Algunos de sus actores, recuerda, se sorprendían al ver la facilidad con la que ella es capaz de llorar en una escena. «Saber llorar no te hace mejor actor. Tampoco es necesario. Lo que se tiene que notar, lo que debe transmitir, es el sufrimiento», explica.

De hecho, siente predilección por los actores contenidos. «Contenido significa que hay mucho ahí dentro», indica Chapí, que destaca, entre este tipo de actores a Al Pacino. «Es muy grande. ‘El Padrino’, sin él, no hubiera sido lo mismo», afirma Chapí, que confiesa que si bien le resulta fácil llorar en el teatro, no ha sido así en su vida real, en estos meses tan difíciles. En estos meses sin Miquel. Su Miquel. En estos meses en los que a la pérdida de su compañero de vida se ha sumado también la pérdida del feeling con el otro gran amor de su vida. «Si puedo vivir sin Miguel puedo vivir sin el teatro».

Compartir el artículo

stats