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Las 2.342 ‘sargantanes’ de Sebastián Candela

El objetivo de este apasionado de la fotografía es concienciar con sus fotos del «serio peligro» en el que se encuentra esta especie

Sebastián Candela, con dos reproducciones en papel de sus fotos.

Sebastián Candela tiene en su ordenador un total de 2.342 fotografías de sargantanes. O tenía, al menos, hasta el jueves. Quizás ahora ya sean algunas más. Prácticamente todas están captadas en el Parque Natural de ses Salines y tres de ellas son, además, ganadoras del Premi Vuit d’Agost de Fotografía del Consell de Ibiza. Una serie que ha bautizado como ‘Sargantana pitiüsa, protegim-la’. «Son unos animales fascinantes, cautivadores», comenta Candela, quien fuera redactor jefe de la sección de Deportes de Diario de Ibiza, mirando una ampliación en papel de una de las imágenes incluida en la premiada serie. El pequeño saurio mira a la cámara con la boca tan abierta que parece capaz de comerse el objetivo del fotógrafo. Los ojos se dirigen, irremisiblemente, hacia el pozo negro enmarcado por el rosado paladar y el brillo casi violeta de la lengua a punto de asomar. Las escamas entre verdes y grises contrastan con el intenso terracota de la teja sobre la que se apoya el animal.

«Me costó mucho escoger las que presentaba», confiesa. De esas más de 2.300 consiguió quedarse con una decena. Y ahí ya tuvo que pedir ayuda. Bueno, consejo, a quien se encarga de hacerle las copias en papel, Rafa Domínguez. Porque le gusta tener las copias. Palparlas. Mirarlas sin tener que encender el ordenador. «Además, no se ven igual en una pantalla. Son mucho más bonitas», asegura mostrando una imagen que no llegó a presentar al concurso, pero de la misma serie que otra que sí incluyó en su premiada tríada y en la que captó todos los movimientos de una lagartija devorando un trozo de manzana que había llevado de casa. Las finas garras sujetan el pedazo de fruta, que parece abrazar con el cuerpo, la pálida panza pegada a la pulpa y las fauces abiertas hasta lo inimaginable para el suculento bocado. A veces es manzana. Otras un cachito de plátano maduro. Tomate en algunas de las últimas. Usa el cebo sólo de tanto en tanto. Para que salgan las que se encuentran en los alrededores, se junten, se arremolinen junto a la comida, se peleen por ella... «Puede parecer una trampa, pero es buscar el juego entre ellas», considera.

Candela, con su cámara en ses Salines. | D. I.

Cuando el miércoles le sonó el teléfono y vio un número desconocido, se puso nervioso. En el momento en que escuchó la voz de la consellera de Cultura, Sara Ramón, comunicándole que había ganado, pensaba que el corazón se le iba a salir del pecho. Tenía confianza. En sus fotos. Y en el tema. Pero sabía que iba a ser muy difícil ganar. Los 2.500 euros del premio le servirán para hacer algún regalo a su mujer y su hija y compensar el coste de las copias en papel de sus fotos, algunas de las cuales cuelgan de las paredes de casas y despachos de amigos y familia.

«Desaparecerán»

Sus fotos de sargantanes tienen un objetivo muy claro: «Que se protejan, que la gente las conozca y sea consciente de que si no hacemos algo dentro de unos años desaparecerán. Que se mentalicen de que es un problema». Alerta de que cada vez es más difícil ver a estos animales y le preocupa seriamente que las serpientes entren en el parque natural. «Se han visto ya en Sant Jordi, muy cerca. Como entren ahí se acabarán. Las futuras generaciones tendrán que ir a un zoológico para verlas», reflexiona Candela, que no entiende cómo no se ha limitado la entrada de olivos y pide mucha conciencia sobre este «serio problema» a la gente. «No sólo las serpientes acaban con las lagartijas, también los gatos y hasta algunos pájaros», comenta mostrando en Instagram una fotografía de un ave devorando una lagartija.

‘Sargantana pitiüsa, protegim-la’, tres imágenes de premio

Si echa la vista atrás, recuerda a la Podarcis pityusensis como un animal omnipresente en el día a día. Tanto que, asegura, de niño y de joven no le llamaban la atención. No le daban miedo, pero no le caían simpáticas. «Es que no las conocía, pero ahora me encantan, me parecen muy divertidas. Son un espectáculo, con sus movimientos y sus colores, las colas cortadas, cuando mudan la piel, las escamas... Son como pequeños dinosaurios», opina Candela, que comenzó a tomarse en serio la fotografía cuando se jubiló.

Antes de ese momento ya hacía alguna foto de deportes para el diario donde, además, como redactor jefe de la sección tenía que seleccionar buena parte de las imágenes. «Aprendí mucho de los fotógrafos. Siempre me interesaba por las indicaciones técnicas de las fotografías», destaca. Así, en 2018, cuando dejó de trabajar, sus compañeros le regalaron un curso de fotografía con el que aprendió «de verdad». El fotoperiodista Germán G. Lama le enseñó cómo sacar el máximo provecho a su cámara, una Nikon «normalita».

Las tres fotografías de la serie ganadora están hechas en puntos que conoce bien del Parque Natural de ses Salines, que en este tiempo se ha convertido en uno de sus rincones favoritos de la isla. Está convencido, además, de que, a pesar de lo mucho que se habla y se escribe sobre él, es un gran desconocido: «La mayoría de la gente no sabe lo que tenemos». No es su caso. Tiene localizados los charcos a los que van a beber las aves, los huecos en los que las lagartijas buscan las sombras, las horas a las que los flamencos parecen más rosas, por dónde sale y se pone el sol todas las estaciones del año y las paredes preferidas por los pequeños saurios pitiusos. De estas últimas tiene su favorita. Una de la que le gusta especialmente los tonos terracotas, casi rojos, el contraste perfecto con los verdes, azules, negros y grises de las escamas de estos animales.

‘Sargantana pitiüsa, protegim-la’, tres imágenes de premio

«Cada día que voy descubro cosas nuevas. Voy tanto a las seis de la mañana, como a las diez de la noche. Los amaneceres en es Cavallet son preciosos», comenta el fotógrafo aficionado, que en los últimos años ha aprendido una barbaridad sobre la flora y sobre todo lo fauna que habita en ses Salines. Curioso y con ganas de saber más sobre quienes llenaban de vida sus fotos, se ha ido haciendo con una pequeña biblioteca. Sus largas horas en el parque le han servido no sólo para observar a los animales de pico, cola y garra sino también a los de dos patas y su poco respeto por la zona protegida. «Está acotada, pero muchos saltan», comenta, enfadado.

Los trucos de sus fotos son tres: la paciencia —«puedo pasarme horas para hacer una foto»—, conocerse el parque casi mejor que el pasillo de su casa y disparar en modo ráfaga. «Son muy rápidas», indica. De hecho, una de las fotos de la serie vencedora, la que muestra la boca abierta, es la única de las decenas que se dispararon en apenas unos segundos que muestra las tragaderas de la sargantana en todos su esplendor. Conseguir que nueve ejemplares se asomaran, curiosos, por la oquedad de una pared le costó «muchos días».

Disfruta de esos momentos. Muchos de ellos en soledad. «Estar en invierno en uno de los puntos de observación, con la radio o un diario y el trípode y la cámara preparados es fantástico. Da igual si al final vienen o no vienen», indica. Ni el frío ni la lluvia le disuaden. Los días en los que la humedad y el helor calan hasta el tuétano no ha dudado en quedarse dentro del coche, junto a una de esas paredes que tanto le gustan, con la ventana bajada y la cámara lista para disparar, explica Candela, que confiesa lo mucho que echó de menos la naturaleza y los paseos por la zona protegida durante el confinamiento y también durante los últimos meses antes de que le operaran de la cadera, cuando apenas podía caminar. El parque fue parte importante de su recuperación. «Tras la operación me recomendaron caminar», justifica.

Las fotos pendientes

No siempre recorre los caminos en solitario. A veces va con su mujer, Esther Guillem: «Ella es una parte muy importante de mis fotos». Otras veces le acompañan también Carme Torres y Pepe Bonet. Precisamente ellos, junto a la bióloga Maria Antònia Cirer, le animaron a presentarse al concurso organizado por el Consell de Ibiza. Precisamente esta última, con la que ha tejido una buena amistad, escogió algunas de sus fotos para su libro ‘Lagartijas e islas’. Además de en este volumen, sus imágenes de lagartijas se han publicado en este diario y han servido como felicitación de Navidad del Institut d’Estudis Eivissencs (IEE). Le gustaría montar una exposición con ellas, afirma. Y confiesa que mira «con cierta envidia» las imágenes de safaris fotográficos en lugares exóticos y lejanos y con algo de nostalgia los anuncios de estos viajes en las agencias. En la situación actual, prefiere no marcharse muy lejos con su cámara. «Me quedan muchas fotos por hacer sin salir de la isla», indica.

‘Sargantana pitiüsa, protegim-la’, tres imágenes de premio

Candela asegura que apenas retoca sus fotografías. «No sé», afirma. «De Photoshop y de LightRoom sé lo básico, un poco de contraste y un poco de color, pero nada más», continúa. «De hecho, no me gustan las fotos muy retocadas», zanja el periodista, que apenas unos días antes de saber que se había llevado el Premi Vuit d’Agost ganó un «minipremio» por otra de sus fotos de lagartijas publicadas en su perfil de Instagram (@sebasibzcandela): el #salvemsasargantanapitiusa, organizado por Amics de la Terra. Su imagen de un ejemplar con la cola cercenada captada en el carreró de Can Blai, también en ses Salines, le valió el primer premio, un «buenísimo» queso de ses Cabretes del que ya no queda ni un cachito. Y no porque lo haya compartido con las escamosas modelos de sus fotos de premio. A ellas, explica con una risa traviesa, sólo les lleva las manzanas y plátanos que le roba a su mujer.

El jurado del Premi Vuit d’Agost de fotografía destacó de la serie ‘Sargantana pitiüsa, protegim-la’, presentada por Sebastián Candela, «la oportunidad y la paciencia del autor en cada una de las capturas fotográficas y la reivindicación que hace de un elemento tan representativo de la simbología de Ibiza y tan presente en la etnografía de la isla».

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