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Cambio de vida

De sintecho en Inglaterra a dj en bares de Ibiza

Lo que iban a ser unas vacaciones se convirtieron en una nueva vida para DJ John Sean Paul

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De sintecho en Inglaterra a dj en bares de Ibiza DI

Después de años de depresión y de querer quitarse la vida, una decisión cambió el curso de su historia. Dejó su ciudad, en Inglaterra, y acabó en Ibiza, donde actualmente cumple uno de su sueños: ser deejay.

Para John Paul no ha sido fácil llegar hasta aquí. Su historia, al igual que la de mucha gente, ha estado marcada por las dificultades. Hasta que decidió cambiarla. Una decisión que le trajo hasta Ibiza en mayo de 2019, donde actualmente pincha en algunos bares de la isla, un sueño que nunca creyó que podría alcanzar.

Todo empezó hace unos años en Inglaterra, su lugar de origen. Cansado de una vida de «esclavo» como chef, en la que ganaba lo necesario para pagar las facturas y «no tener vida», después de 12 años, de los que durante 10 asegura haber sufrido una depresión, Paul decidió dejar su carrera. «Empecé de fregasuelos y fui subiendo hasta tener mi propio equipo de cocina», recuerda el dj. Pero incluso trabajando más de 60 horas a la semana, John Paul, de 39 años, lamenta que no tenía dinero suficiente ni para vivir en su propia casa, por lo que debía compartir residencia. Fue en una de las casas que compartió donde su vida cambió para siempre.

«Tuve una pelea con uno de los inquilinos de la casa por el fútbol y me detuvo la Policía», explica contrariado. Después de 12 horas en una celda, cuando salió se encontró con que el casero le había expulsado «ilegalmente» de la casa, y con que sus pertenencias estaban en comisaría. «De la noche a la mañana me convertí en un sintecho», lamenta. Así que acudió a un centro social de su barrio para pedir ayuda.

Uno de los dibujos que el dj vende a los turistas.

Con escasos recursos, ya que por aquel entonces trabajaba en una tienda pequeña de Fish & Chips, y con cada vez más problemas, John Paul les confesó a los trabajadores sociales que estaba teniendo pensamientos suicidas, por lo que fue puesto en seguimiento y trasladado a un albergue.

«En el albergue sólo había adictos al alcohol y a la heroína, así que me refugié en mis dibujos durante los ocho meses que pasé ahí», explica. Hasta que, un día, una de las trabajadoras del centro descubrió sus pinturas y decidió ayudarle. «Tú no perteneces a este lugar», le dijo.

Del albergue a la universidad

Desde el centro consiguieron tramitarle una beca para estudiar ilustración en una universidad y se mudó a un colegio mayor. «Pasé de estar en ese centro rodeado de yonquis a estar viviendo en una universidad», recuerda. Sin embargo, una vez gastado el dinero de la beca, alrededor de 3.500 euros, en pagar el material para las clases de dibujo, un ordenador y 2.500 euros en los tres meses del alquiler de la habitación, volvió a verse sin dinero. «Necesitaba trabajar, pero el ritmo de la universidad era tan exigente que, entre las ocho horas de clases, más tres de estudiar y las horas de trabajo, no tenía horas suficientes en el día», exclama. Así que fue haciendo pequeños trabajos para conseguir algo de dinero para comer, pero nunca era suficiente.

«Cuando recibí de nuevo la beca, otros 3.500 euros para los próximos tres meses, pensé: ¿de verdad voy a volver a hacer lo mismo y a ser pobre de nuevo?», explica. Pero, esta vez, él mismo se dijo que no. En ese momento, decidió que no quería regresar a la misma rueda de la que llevaba huyendo desde hacía más de 12 años, y se puso frente al ordenador para planear unas vacaciones. «Decidí que este dinero me lo iba a gastar, por primera vez en mi vida, en mí», admite. Bournemouth, Ámsterdam, Alemania y Ibiza, en una noche se sacó todos los billetes y emprendió el viaje de su vida. «Cuando regrese a Plymouth afrontaré las consecuencias», pensó entonces.

Una vez en Ibiza, donde tenía planeado estar tres días antes de volar a Valencia, luego a Barcelona y de ahí a Plymouth, el destino quiso que John Paul se quedase en la isla. «Una noche, cuando estaba durmiendo en la playa, me robaron mi mochila con el ordenador, la ropa, la cartera y el pasaporte», recuerda. Trató de reunir dinero para renovar la documentación pidiendo en la calle, hasta que, mientras dibujaba, un turista le ofreció 20 euros por una de sus ilustraciones. «Empecé a vender mis dibujos y me sacaba bastante dinero», explica.

«El mejor año de mi vida»

Fue el «mejor año» de su vida, asegura, pues disponía de tiempo, vivía de sus dibujos y pudo disfrutar de los clubs y la música de los dj más famosos del mundo. Cuando llegó el virus, decidió construir una casita en el bosque que, después de ocho meses, en los que el propietario del terreno tenía conocimiento de su presencia, tuvo que abandonar. Construyó otra, donde actualmente reside, y durante la cuarentena se puso a practicar cada día trucos de magia con cartas, que ahora muestra a los turistas para sacarse algún dinero.

Hace unos meses, decidió que era el momento de probar suerte como dj, ya que, «debido al covid, hay muy pocos en la isla», asegura. «Me fui a un locutorio, descargué toda mi música y preparé mi currículum. En una tarde lo repartí en más de 20 locales», explica John Paul, que trabajó como dj durante 10 años en su país. Poco después, uno de los bares del puerto de Ibiza se puso en contacto con él y, desde entonces, comparte su música con residentes y turistas de la isla, uno de sus «mayores sueños». Al poco tiempo, un conocido local de Platja d’en Bossa se interesó por su música, igual que un servicio de fiestas privadas en barco. Según cuenta, la semana que viene tendrá una entrevista para pinchar en el Bora Bora. «Hace unos años solo pensaba en quitarme la vida, ahora no puedo estar más agradecido. Espero que mi historia ayude a alguien a encontrar su camino», concluye un sonriente DJ John Sean Paul.

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