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Tribuna

Mi premonitorio funeral por el Mediterráneo de 1978

Piscina de la discoteca KU que se llenó de plástico para celebrar el ‘Funeral por el Mediterráneo’. Carlos Martorell

El 8 de junio fue el Día Mundial de los Océanos y, pocos días antes, falleció Javier Iturrioz, uno de los tres socios propietarios de la fantástica discoteca KU, hoy convertida en la macro Privilege.

Invitación-esquela diseñada por Martorell.

Llamé a su hijo Néstor para darle mi pésame y recordamos el premonitorio y ecológico evento que organicé en KU, en 1978.

Carlos Martorell y Nicole d’Almeida durante la cena, que cocinó Pedro Subijana. Archivo personal de Carlos Martorell

Hace 43 años, Javier, Gorri y Santamaria me encargaron un evento para su recién inaugurada discoteca. El día anterior, nadando en las cristalinas aguas de la playa de ses Salines, una ola me tiró a la cara una asquerosa bolsa de basura. Y entonces pensé: «Si ahora, que casi no hay turismo, hay plásticos en el mar, dentro de unos años este mar podrá ser un vertedero de plásticos y basuras». Y entonces se me ocurrió que el evento tenía que ser un espectacular y premonitorio ‘Funeral por el Mediterráneo’.

Martorell sujeta uno de los pescados de la decoración de la fiesta. Archivo personal de Carlos Martorell

Decoré las paredes del KU con coronas de muerto y ataúdes. Llené la gran piscina con botellas y residuos de plástico. Y, para invitar a los clientes, diseñé una esquela funeraria en la que se exigía, en cuatro idiomas, vestir de riguroso luto. Algunos vistieron incluso hábitos religiosos.

A la entrada se entregaba a los asistentes un velón encendido para ir en procesión, alrededor de la piscina, con el Réquiem de Mozart de fondo. Mientras yo, vestido con un hábito de cardenal, que había llevado en una opera el tenor Plácido Domingo, pedaleaba por las aguas llenas de plásticos, sobre un pedalo pintado de negro, y con plumas de avestruz, como en las antiguas carrozas fúnebres.

Sentada a mi lado pedaleaba una íntima amiga mía, con un elegante vestido largo de luto y la cara cubierta con un velo de viuda.

Contraté a dos actores que, vestidos de frailes franciscanos, llevaban en una camilla a una sirena muerta, con el cuerpo y la cola pintados de oro.

Como soy más bajo que el tenor Plácido Domingo me prohibieron que acortase el hábito cardenalicio. Entonces, un conocido californiano me prestó sus botas de cowboy, de esas que tienen unos gruesos tacones altos. Y así no tuve que acortar el hábito.

Llené la gran piscina con botellas y residuos de plástico y diseñé una esquela funeraria

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Se ofreció una cena cocinada por el chef del KU, Pedro Subijana. Pero al final de la noche algo fallaba en mis botas y yo caminaba muy mal. Resultó que los tacones se desenroscaban y le servían a su propietario para guardar drogas.

Por desgracia nadie hizo caso de mi premonitoria advertencia. Y, hoy, se habla continuamente de océanos de plástico y de severas normativas para acabar con ese desastre ecológico. En el Mediterráneo se encuentra casi el 50% de todas las partículas de microplásticos del mundo. Y ahora, con la pandemia, los mares se están llenando de mascarillas, guantes y utensilios sanitarios de plástico.

Casi medio siglo después de mi ‘Funeral por el Mediterráneo’, a la niña Greta Thunberg se la escuchó en todo el mundo. Mientras que a mí, en 1978, no se me hizo el más mínimo caso.

En el 2018 me nombraron Embajador de Ibiza Preservation. Y, hace dos años, el Consell me pidió que participase en el vídeo Ibiza Stop Plastic, y que consiguiese que algunos personajes famosos también participasen, como Lorenzo Quinn, Isak Andic, Ferran Adrià, Manu San Félix, José Ribas y Agatha Ruiz de la Prada. Porque ahora se habla todos los días de los malditos plásticos. Si hace 43 años hubiesen hecho caso de mi ecológica premonición, y hubiesen comenzado entonces la guerra contra el plástico, los mares, ahora, estarían mucho mejor.

Descansa en paz Javier Iturrioz que, con tus dos socios, me contrataste para organizar aquel espectacular evento en vuestra fantástica discoteca KU.

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