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Entrevista
Entrevista Francisco Martínez Guerrillero antifranquista

Francisco Martínez ‘Quico’, el último maquis: «La Transición blanqueó el franquismo»

«No hay reparación sacando los cuerpos de las cunetas si los muertos no son reconocidos como personas que no habían cometido ningún delito» | «Muchos historiadores solo ven el sentido militar de la guerrilla y es un error, porque seríamos iluminados»

‘Quico’ en su casa del Campello durante la entrevista. E.G.

Guerrillero antifranquista. Fue uno más entre aquellos niños que alertaban a los huidos cuando llegaban los pistoleros, enlace de la guerrilla desde la adolescencia y combatiente. Hoy, a sus 95 años, Francisco Martínez López (Cabañas Raras, León, 1925), continúa su lucha contra el olvido y para reivindicar la memoria de los miles de hombres y mujeres que plantaron resistencia armada al franquismo hasta entrada la década de los 50. 

En su memoria de aquellos años terribles hay muerte y dolor, cuerpos en la cuneta, mentores desaparecidos, hijas y madres violadas por ‘rojas’ o por «putas de los rojos», niños sometidos a un simulacro de fusilamiento para darles una lección, represión, cárcel, tortura... pero él prefiere hablar de la valentía de las familias que les brindaban refugio, de la generosidad de los jóvenes españoles desconocidos que les ayudaron cuando la Francia a la que huyeron buscando asilo les encarceló para obligarlos a matar vietnamitas en una Legión Extranjera donde purgaban sus ‘pecados’ criminales nazis, de resistencia y solidaridad. Sin olvidar tampoco al guardia civil que los invitó al baile de su pueblo o al cura, «fanático católico», que regañaba a quien no iba a misa y, sin embargo, protegía a los huidos, porque no todo era blanco y negro en esa España que, pese a la profusa literatura, tanto nos hemos afanado en olvidar.

Francisco Martínez, durante la entrevista. Elena González

Lo he visto etiquetado como «el último maquis», guerrillero antifranquista vivo.

Literalmente sí, en masculino. Está también Esperanza [Martínez ‘Solé’]. Hemos sido fieles en los dos. Tratamos de mantener un hombre y una mujer hasta última hora [Risas].

Un decreto de Franco de 1947 pasó a denominar a los republicanos armados «bandoleros». 2021 y usted todavía figura como delincuente en los archivos policiales.

Es la petición del movimiento memorístico. Exigimos la anulación de los juicios sumarísimos, la condena, que es una forma de condenar al franquismo, no tanto por los criminales en sí sino como el método de exterminio de una parte de la sociedad española. No hay reparación si sacas solo los cuerpos de las cunetas mientras los muertos no sean reconocidos como personas que no habían cometido ningún delito. No se ha revisado ningún juicio. Son promesas, incluso en la nueva ley que se tramita.

Hijo de padres socialistas del Bierzo, con solo 11 años comenzó a colaborar con los huidos de la represión franquista. ¿Republicano desde la cuna?

Indudablemente, lo que vives en casa te influye mucho pero hubo otros factores. En mi pueblo se inauguró la primera escuela republicana después del 31 y automáticamente fue con la nueva promoción de maestros republicanos que me tocó la primera escolaridad. Era una pedagogía moderna, avanzada, progresista y que no solo te enseñaban las reglas fundamentales sino que te transmitían valores, valores de convivencia, el amor del niño al otro, al colectivo...

‘Quico’ con 20 o 21 años.

Hoy algunos hablarían de adoctrinamiento.

El adoctrinamiento vino después.

Por lo que cuenta, tuvo un maestro que lo marcó mucho.

No entonces, porque eres un niño y crees que lo que vives es lo normal. Me lo marcó después el franquismo. Me hizo reflexionar. Hubo dos años sin escuela ninguna, mataron a los maestros, la mayor parte, y aquel maestro desapareció como tantos otros. Después autorizan la escuela con gente que no era profesional, no eran maestros, eran falangistas.

En julio del 36, su padre huye, como muchos vecinos, y usted con otros niños montan una especie de red de información y vigilancia.

Allí, en El Bierzo, el 20 de julio del 36 las fuerzas fascistas ocuparon la zona y el primer gesto fue entrar a asesinar. Venían con las listas y algunos se pudieron escapar, claro. Esos que huyeron provocaron justamente la solidaridad de sus familias, sus amigos, sus vecinos, y quien jugó el papel fundamental ya en este momento fueron las mujeres y los niños. Llegaba una persona que escapaba del fascismo y tú la protegías. Y así es como se inicia el proceso en aquella región de lo que llamaron los huidos. Que hay una deformación, por ejemplo, en el análisis histórico, que ya considera que huir es huirse al monte. Yo nunca dormí en el monte. En aquella zona nos escondíamos en las casas de los pueblos.

Dice que hubo un movimiento solidario con los huidos pero, ¿y el miedo? ¿No se produjo al contrario un rechazo contra los republicanos perseguidos de los que tenían miedo aunque no fueran falangistas?

Hubo, pero no la gran masa, porque fue una represión indiscriminada, también de muchos que no tenían un partido político ni nada, porque los fascistas se apuntaban tantos matando gente.

"Mi padre [aunque sí sufrió la tortura], se pudo librar a pesar que era un poco echado para adelante como socialista"

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¿No hubo detenciones en su familia?

Sí, mis tíos. Mi padre [aunque sí sufrió la tortura], se pudo librar a pesar que era un poco echado para adelante como socialista. Esas cosas que también se hacen mal. Por ejemplo, el cura de mi pueblo. Había tres o cuatro, y uno era mi padre, que iban allí a gritarle que se fuera cuando la República. Pues ese mismo cura, que era muy fanático en el tema de la religión y, además, insultaba a los que no iban a misa, sin embargo, cuando hubo presos, cuando cayó Asturias, que algunos del pueblo habían pasado allí a la zona republicana, hizo todo lo posible para que no los fusilaran. Y cuando hubo la guerrilla, fue cómplice con nosotros. Yo en el año 50 estuve con él y otros curas. Pero como ves, las cosas no son simples aquí.

A los 15 años se integra como enlace en la Federación de guerrillas de Galicia-León hasta 1947, en que es delatado. Logra huir y pasa a la guerrilla, precisamente cuando ya se había desvanecido la esperanza de una ayuda de los aliados. ¿Por qué, entonces, la lucha armada?

Pero si incluso en el 51 había quien estaba en las mismas condiciones. Cuando te quedas en una situación como esa, no tienes alternativa. Sobrevivir. Primeramente, estás condenado por la situación en la que estás. Allí no estábamos en los Pirineos para pasar a Francia. Segundo, que es un compromiso social. Tú te vas, el otro queda. Las familias que nos protegían se quedan. Esa guerrilla nació allí, con las personas de allí y automáticamente el vínculo es mayor con la sociedad. Desde el 36 al 45, 46, 47 todo eso se incrementa además porque la guerrilla va desarrollándose desde el principio, ampliando la zona de influencia en la sociedad. Hay toda una red de apoyo, de organización y resistencia al franquismo, de tener pueblos enteros, de tener casas en todos los pueblos. O sea, que el sistema político organizativo era más que el militar, no el militar solamente, que generalmente los historiadores cuando hacen historia de la guerrilla, no ven más que el sentido militar y eso es el error, porque entonces somos unos iluminados. La guerrilla nunca pensó que iba a liberar España por sí sola. Era una manera de luchar.

Usted rechaza que se les llame maquis.

Esa deformación del maquis es una manera también de eludir la realidad histórica de España. Lo que pasa es que la resistencia en Francia se organiza a partir de agrupados en la montaña y entonces dicen el maquis, que es el conjunto de las cosas, no la persona, la persona es ‘maquisard’.

"Las mujeres que estaban en la lucha, para los fascistas eran todas las 'amantes' o las 'prostitutas' de los guerrilleros"

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Mientras que ustedes se organizaban a partir de un pueblo.

Claro, nuestra estrategia nace desde las casas, desde los pueblos. Nos reuníamos en pueblos, pero allí no hay monte, porque maquis puede ser sinónimo de monte, pero en nuestro caso ni siquiera eso.

La mitología del ‘maquis’ dice que todos dormían en el monte, pero también es masculina y usted ha denunciado que se ha ignorado el papel de la mujer en la guerrilla. Hábleme de ellas.

Si no se comprende la especificidad de aquella guerrilla de Galicia, que vivía en las casas... ¿Quién vive en las casas? Las mujeres, los niños. Si las mujeres toman el compromiso de acoger a guerrilleros, están en la lucha y cuando hubo problemas en las casas, morían como el marido. Más todavía, porque también viviendo en la sociedad que se vivía, algunos, gente que estaba casada, cuando descubrían la casa y podían escaparse para que no les aplicaran la ley de fugas se quedaba la mujer y a ellas las mataban igual. Las mujeres que estaban en la lucha, para los fascistas eran todas las «amantes» o las «prostitutas de los guerrilleros». Sufrían una represión, un odio terrible porque para ellos significaban lo contrario de la feminidad. No se las reconoce porque no hay una investigación científica de la verdadera historia.

Además de las que estaban en la red de apoyo, también hubo mujeres combatientes.

Claro. Chelo, su hermana... En el 45 hay una caída que cogen y matan a no sé a cuánta gente por allí y había unos dos mil detenidos en las provincias de Galicia y León. Entonces vinieron muchas mujeres que lograron escapar y se unieron a la guerrilla porque peligraba su vida.

Iban parando en casas pero se pasaba mucha hambre.

Nosotros teníamos un dinero para pagar la comida. No queríamos ser un cargo económico para las familias. Si los vecinos tenían para comer muy bien, si no, pues a comprar en el pueblo de al lado o a otro sitio, también era una estrategia. Entonces te desplazas y eso lo cuenta en un documental una de las chicas. Paramos en su casa, su madre era una leona, la machacaron varias veces y decía «seguid viniendo a casa si hace falta y morimos todos juntos». Las hijas igual. Una de ellas llevó el dinero a una compañera para que marchara al exterior, a Madrid. Con 14 años, que nunca había salido del pueblo, se va a Madrid con el dinero para que Chelo [Consuelo Rodríguez López] pudiera pagar el paso para Francia. Pues esa misma chica sacó a dos compañeros socialistas que se marcharon en el 48 y los llevó con su borrico hasta la estación de tren para que le dejaran las armas largas y volvió con sus fusiles camuflados para ocultarlos en su casa. Esa era la mentalidad de aquellas mujeres.

¿Y la seguridad, si se puede hablar de «seguridad»?

Seguridad ninguna, pero en algunas zonas, desde el punto de vista de la información, nosotros teníamos más servicios de información que el Estado, porque cada persona que estaba con nosotros, un niño, una mujer... todas las anormalidades que veían nos hacían el parte. Incluso conocíamos miles de pueblos y sabíamos qué componente tenía cada uno. Si había un fascista muy malo, que había sido un criminal, no lo tratábamos igual. Si ocupábamos un pueblo y había un tío que sabíamos que había matado y tal y tal disparábamos. Era así. Pero si no, pues a lo mejor le poníamos una multa. Porque a nosotros nadie nos dio el dinero. Lo pagaron los fascistas, la resistencia de la guerrilla.

"Si ocupábamos un pueblo y había un tío que sabíamos que había matado y tal y tal disparábamos. Era así"

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¿Hasta la pistola?

Cuando a mí me delataron y me uní a la guerrilla, no había arma complementaria. Entonces fui con tres compañeros a casa del juez y le dije «oye, la pistola la necesitamos, el fusil no lo queremos», porque eran fusiles de segunda o cuarta categoría, pero la pistola era una pistola nueva. Esa es la primera pistola que yo llevé a la guerrilla, la del juez de mi pueblo.

Multaban a fascistas y también les tomaban «prestada» el arma.

Claro. La gente, los campesinos para librarse de todos los atropellos que les hacía el régimen se estaban defendiendo, pero en algunos lugares hubo que intervenir también la guerrilla, que a los que venían de Hacienda a querer confiscarles los bienes, también se les pidió cuentas. Y eso tenía una influencia terrible, porque corría la noticia entre la gente. Entonces los campesinos se amparaban en ese tenemos quien nos defienda. Una defensa muy relativa, claro.

Antes mencionaba a los curas pero también hubo algún guardia civil que ‘confraternizó’ con ustedes.

Muchos hijos de gente que nos amparaba, después fueron guardias civiles. Como con los médicos, zapateros, sastres..., el contacto con el guardia civil lo tienes a través de la familia, los amigos. A uno de ellos no le descubrieron todo porque si no lo fusilan. Era el novio de una chica donde parábamos en la casa. Nos invitó a las fiestas de su pueblo, pues estaba de permiso, y después de tomar café nos llevó al baile, donde había otros cuatro guardias civiles, que eran los del destacamento que venían cuando las fiestas. «No os preocupéis, sois mis amigos y ya está», nos tranquilizó. Aquel pueblo fue después descubierto por un vecino traidor, que mató a su mujer y para encubrirse, porque todo el mundo sabía que había sido él, denunció al pueblo y denunció que estábamos allí. Hubo palizas, torturas... y a ese traidor, odiado por todos, lo metieron de brigadilla en el pueblo más inmediato. ¿Cómo no iba a reaccionar ante estos atropellos la gente?

En 1951, con sus compañeros Manolo, Jalisco y Atravesado huye a Francia ¡en taxi!

Ni nos lo hemos pensado. ¿Qué vas a hacer? ¿Ir andando desde el Bierzo a la frontera? Tienes unos peligros terribles. Fueron tres taxis y llevábamos un documento militar falso. Hasta Pamplona no pasó nada, pero después nos pidieron los papeles en tres sitios. Íbamos con la pistola montada, y dando el documento con la izquierda.

Su llegada a Francia me recuerda la del exilio del 39. De los campos de internamiento a las levas forzosas. Son detenidos y les dan a escoger entre la Legión e Indochina o Franco. Relata que había muchos españoles en esta situación.

Ahí salieron perdiendo, porque convencimos a los españoles para que no fueran. Empezaron a negarse todos y ahí comprobé también cómo puede desarrollarse la solidaridad. Nos dieron un ejemplo terrible aquellos jóvenes que, cuando a nosotros nos metieron en el calabozo y había un contacto con el exterior, siguieron manteniendo el contacto y se arreglaron para hacérnoslo pasar. Y no nos conocían, porque paraban allí quince días lo máximo, en Marsella, e iban a la Legión o los devolvían a España. Eso me ha dado un sentimiento de gratitud.

¿Después de que les liberasen, se siguieron haciendo gestiones para ayudar a los españoles a los que coaccionaban para ir a Vietnam?

No, ahí no se mojó nadie. Y otro tema que yo observé es que la gente del 39, con todo lo que fue mártir, cuando llega el 45, 46, que están un poco integrados en aquella sociedad, perdieron la sensibilidad nacional y cuando llegaba uno, incluyo huyendo del franquismo o huido de la cárcel, lo tenían como muy despectivamente, como un republicano de «tercera categoría» porque no emigró o no se exilió en el 39. Los que quedamos resistiendo aquí y luchando y muriendo contra Franco parecía que eran cómplices del franquismo o responsables de no haber acabado con Franco. Y respecto a los emigrados, después yo tuve, más tarde, combates en mi propio partido con los viejos militantes, que cuando vino la emigración del 55-60 adoptaron una actitud despectiva como si fueran ellos los patrones. No comprendían que esta gente que huía del hambre de España no era franquista.

Regresa a España en 1977 y comienza otra lucha, contra «la amnesia». Se vuelca en recuperar la memoria, buscar un reconocimiento para los luchadores antifranquistas.

Era lo que tenía. Yo tenía eso, la memoria, la experiencia, no trauma pero tenía esa deuda. El Estado me tenía, nos tenía pendiente esa deuda. Mi recuerdo y mis compañeros, todo lo que había dejado en el camino, eso era mi capital. Hice gestiones en mi partido (el PCE) y la respuesta fue muy fría, incapaces de comprender. Entonces empecé este trabajo.

¿La Ley de Memoria Histórica de Zapatero fue una decepción?

Todas, incluso esta nueva...

¿La Ley de Memoria Democrática que se tramita?

Puedo apoyar el proyecto, pero cuidado, es solo un proyecto. Ahora hay que convertirlo en ley. ¿Tendrán el coraje de llevarlo al debate, según recomendación del Consejo Europeo, que les dice que anulen la ley de amnistía, que anulen los juicios sumarísimos, que haya una reparación? Lo primero que tiene que hacer es el Estado español es responsabilizarse de la reparación de lo que ha sido el Estado anterior. Tiene que juzgar a la dictadura, que ha cometido crímenes de lesa humanidad.

Abascal declara que el gobierno actual es peor que la dictadura de Franco, y sin embargo su partido tiene cada vez mayor base social.

Eso es una consecuencia no de la Guerra Civil, sino de la Transición, porque no se les dijo, a los que vivían, los pistoleros que vivían entonces, ‘ustedes han sido esto y tienen que responder ante la ley’. ‘Jurídicamente usted está condenado por ser un asesino’, aunque te dejen en libertad. Entonces falla la cultura de estas nuevas generaciones que se levantan del franquismo, que no saben quién es Franco o no quieren saberlo. No se les creó la sensibilidad humana de saber que hubo un error, si lo llamamos error, maldad, horror... y que no pueden repetirlo porque es antisocial, antidemocrático, antitodo. Si hubiera una cultura en la base, ya desde los libros de texto, sería una aberración y no se atreverían, les daría vergüenza decir que eran franquistas, sabiendo lo que fue eso. Pero los han blanqueado. Tres generaciones más tarde, lo que debía de haberse zanjado hace 40 años aún sigue pendiente.

Portada del diario España Libre, editado en EE UU, del ‘ataque’ en 1949.

El atentado contra Franco que nunca existió

Dos medios de EE UU sacaron en 1949 la noticia de que la guerrilla tiroteó al dictador en Ponferrada

Se integró en el grupo del mítico guerrillero Manuel Girón, de quien circula la historia de que estuvo involucrado en un atentado contra Franco, aprovechando su visita a Ponferrada para inaugurar una central térmica el 28 de julio de 1949. El escritor Alejandro M. Gallo novela incluso ese supuesto ataque en ‘Franco debe morir’. ¿Qué hay de cierto en este episodio?

Primeramente, Girón no participó en ningún contacto en ese momento. Fue la guerrilla que nos encontrábamos entonces en Ponferrada, la del Bierzo. Nos lo propuso la gente de allí, un contacto que teníamos con los trabajadores, que muchos eran presos de la República y estaban construyendo la central térmica de Ponferrada. Cuando un enlace nuestro entró en contacto con ellos nos dijeron «¡Ah!, ¿hay guerrilleros aquí? Pues, mirad, podemos hacer un atentado contra Franco». Estábamos en aquella guerrilla, que ya digo Girón no estaba, después nos lo deforman, siete u ocho, no me acuerdo muy bien, y entonces les dijimos que no, que era un suicidio. «¿Cómo nosotros con las fuerzas que tenemos...?». «Nos dais armas», dijeron los de adentro. «¿Y de dónde sacamos nosotros armas para dároslas e incluso aunque os las demos qué vais a hacer con todo lo que mueve Franco de protección?». No aceptas el combate cuando sabes que vas a perder. Y eso es todo lo que hubo. Entonces, alguno de estos lo contó y el periodista lo magnificó y sacó la noticia del «atentado». Pero es mentira.

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