Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista
Entrevista Desirée Guillén Fopiani Psicóloga del programa de atención y prevención al suicidio

Desirée Guillén Fopiani: «Quien se suicida no quiere morir, quiere dejar de sufrir»

La psicóloga asegura que los datos referentes al suicidio son «alarmantes», pero afirma que es posible prevenir los intentos de quitarse la vida. Hablar de ello, indica, es el primer paso para salir de ese infierno

Desirée Guillén Fopiani, en Salud Mental de Can Misses. vicent marí

«Alarmantes». Así define Desirée Guillén Fopiani, psicóloga del programa de Atención y Prevención del Suicidio del Hospital Can Misses, los datos referentes a esta pesadilla. Al año, en el mundo, un millón de personas se quitan la vida y otros veinte millones lo intentan. Es una de las primeras causas de muerte entre los jóvenes de entre 15 y 24 años. En 2019, además, las muertes por suicidio aumentaron, según el Instituto Nacional de Estadística (INE): «Fueron 97 en Balears, donde en 2018 se contabilizaron 72». Prevenir el suicidio es el objetivo del programa que ha puesto en marcha el Área de Salud de Eivissa y Formentera —«hay muy pocos en España»—, que se ofrece de forma ambulatoria, en consultas. Guillén Fopiani asegura que el suicidio es un problema social, «que trasciende lo clínico», y que se debe abordar desde varios frentes.

¿Qué es un superviviente de suicidio?

Se llama supervivientes a los familiares de una persona que ha consumado un suicidio. El suicidio no sólo afecta a quien lo consuma, sino a muchas más personas que están a su alrededor. Se calcula que hasta a seis personas. De ahí la importancia de crear asociaciones para intervenir con ellos.

« Como seres humanos, como sociedad, es difícil hablar del suicidio, de la muerte»

decoration

Imagino que se mezclarán tristeza, rabia y mucha culpa.

Sí. El duelo de una muerte por suicidio es complicado. Por eso se crean programas para atenderlos. Yo trabajo más en la prevención, pero esto también tiene que ver con la prevención porque las personas afectadas por el suicidio de otra persona tienen más riesgo de cometer otro.

¿Se puede prevenir?

Claro, por eso estamos con estos programas.

¿Y cómo?

Lo primero, hablando. Es el primer paso, pero hablar del suicidio aún es un tema tabú. Queda mucho trabajo ahí, no sólo a nivel terapéutico, también de la sociedad. Mucha gente, sólo con el hecho de hablarlo ya siente alivio. Muchas personas dicen que no hablan de ello porque sienten vergüenza, tienen miedo de preocupar al otro, no quieren incomodarlo... No se habla del tema y si quien está sufriendo por esto no puede expresarlo, aumenta más su malestar. Hay que hablarlo y buscar ayuda. Encontrar un profesional que te atienda y que la familia sepa cómo intervenir y ayudar. Son perfiles diferentes y en función de eso hacemos una intervención u otra, pero el primer paso es que puedan hablar y tomarles en serio, claro.

Imagino que habrá gente que tenga ideas suicidas y que no lo dice por temor a que piensen que está loco.

Claro. Es importante no asociar el suicidio únicamente a la enfermedad mental. Nada de eso. Mi programa está dirigido a personas que tienen un seguimiento de salud mental, un diagnóstico, pero también a los que no y que en un momento de su vida se encuentren en esa situación. Los datos nos dicen que el 90% de las personas que han consumado un suicidio cumplen criterios para tener un diagnóstico de salud mental, pero lo que te encuentras delante es una persona que está sufriendo. Hay que entender el sufrimiento de esa persona.

« Los datos dicen que por cada persona que consuma un suicidio hay otras veinte que lo intentan»

decoration

Quien se plantea quitarse la vida, ¿en realidad lo que quiere no es morir sino dejar de sufrir?

Sí, eso es importante. Hay muchos mitos en torno al suicidio, la persona que se suicida quiere dejar de sufrir, no quiere su vida como está en ese momento, quiere acabar con ese sufrimiento. Como profesionales, lo que tenemos que hacer es ir aliviándolo poco a poco, buscando soluciones para que la persona empiece a generar esas pequeñas esperanzas, que se le vaya despertando la ilusión por la vida. Hay soluciones, pero en ese momento la persona no las ve.

¿Cuáles serían las señales de alarma?

Nosotros hablamos de factores de riesgo. Si una persona te está diciendo que no quiere vivir, que piensa quitarse la vida, es evidente. Si lo expresa tenemos que escuchar y tomarlo en serio. Entre los factores de riesgo está la desesperanza, cuando no hay ilusión por el futuro y esa persona lo ve todo negro y piensa que su vida va a ser así siempre. Luego están los cambios que se puedan producir en la persona: dificultad para dormir, falta de apetito, notas de despedida, dejar atado algún tema familiar... Son algunas señales que nos pueden alarmar.

« No se pueden minimizar las amenazas suicidas, pensar que son alardes o chantaje»

decoration

En la situación actual, creo que muchos lo vemos todo negro...

Sí, menos mal que no todo el mundo acaba queriénose suicidar. La conducta suicida es algo muy complejo, multicausal, no hay una única causa, eso también lo complica todo. Desde el programa intentamos coordinarnos con muchos más sectores implicados, no sólo los sanitarios, también sociales, educación... Es algo muy comunitario.

No hay un único motivo, como se ve en las películas o series, ¿no?

Si fuera así, sería muy fácil prevenirlo. Hay muchos perfiles de pacientes, muchas circunstancias.

Antes hablaba de los mitos que envuelven el suicidio. Hay una frase que se repite mucho: «El que lo dice no lo hace».

Ahí voy cuando digo que hay que tomarlo en serio. Hay gente que lo dice y lo hace, hay que estar atentos. Por eso la intervención y la detección precoz, valorarlo. Normalmente, avisan. De forma verbal, con cambios de conducta o por escrito. Hay señales que nos lo pueden indicar.

¿En el fondo quieren que los salven?

Totalmente. Están pidiendo ayuda. En las personas que se suicidan o que lo intentan siempre habrá una ambivalencia entre querer vivir y querer morir. Por eso, porque no es que quieran morir, es que están sufriendo.

« Si el suicidio tuviera una única causa sería fácil prevenirlo, pero no, tiene muchas»

decoration

Otra frase repetidísima: «Sólo quieren llamar la atención».

Sí, ésa es otra. Y no. Son personas que quieren acabar con un problema, escapar, matar su sufrimiento, no su vida. Hay que tener cuidado y no se pueden minimizar las amenazas suicidas, considerar que son un chantaje, alardes o una manipulación. Hay que tomarlas en serio. Son personas que buscan una solución ante algo que no pueden afrontar, por eso tenemos que ayudarles a buscar alternativas.

Un alcohólico o un adicto lo son siempre, ¿un suicida también?

No, aunque es verdad que un intento de suicidio es el mayor factor de riesgo, el más consistente, que te puede indicar la posibilidad de un segundo intento. No me gusta categorizar a las personas como suicidas o no suicidas, me parece feo. Al final, son momentos y lo que nos puede indicar un intento de suicidio previo es que debemos tener más cuidado. Eso justifica estos programas específicos. Como profesionales, tenemos la obligación de actuar.

Las personas que lo han intentado y a las que luego tratan, ¿se arrepienten?

¡Claro! Se arrepienten y agradecen tener una segunda oportunidad. Por eso categorizarlos como suicida es algo muy determinista, son personas que en momentos de su vida sufren y no ven que hay otras posibilidades. Nuestro trabajo es ir generando esa esperanza de vida, acompañándoles en el proceso hasta que vean que hay otras soluciones. Y se consigue.

¿Cuántos pacientes calcula que atenderá en el programa Prevención y Atención al Suicidio?

El número no lo puedo decir, pero ya estoy a tope. Hay bastante demanda. Y eso que no nos derivan a todas las personas con un intento de suicidio porque no daría abasto. Los datos dicen que por cada persona que consuma un suicidio hay veinte intentos. Estoy yo sola. La idea es que se incorporen un enfermero y un trabajador social. Este tipo de programas requieren de un equipo multidiscplinar, de mucho trabajo social. Ahora mismo no se puede atender a todas las personas. Desde salud mental siempre se ha atendido el suicidio, este programa se suma, presta una asistencia mayor. La mejora con más sesiones, más frecuentes y más intensas para que haya una intervención más intensiva en esos momentos de crisis. Lo que hacemos es sumar a la que ya se estaba ofreciendo. A mí no me pueden llegar todos los pacientes. ¡Ojalá!, pero de momento no.

También estará en salud mental infanto juvenil. ¿La adolescencia es un momento crítico también para las ideaciones de suicidio?

La adolescencia es siempre una época de riesgo por todos los cambios que se producen. La intervención con niños y adolescentes se diferencia muy poco de la de adultos. El programa, eso sí, requiere mucha coordinación con la familia y también con el centro escolar, que al final es uno de los principales sostenes de prevención, uno de los más importantes. Requiere mucha coordinación con orientadores para contener esa situación de crisis hasta que la cosa se calme un poco.

El encierro de este último año, ¿agrava el riesgo de ideas de suicidio en los adolescentes o reduce las de aquellos que sufren acoso grave en el colegio?

Dependen de cada caso. Habrá niños a los que les venga mejor no ir al colegio o el instituto porque allí no están a gusto y con el confinamiento han tenido un alivio. Pero también habrá niños que no, a los que les habrá afectado negativamente. Ahora mismo no hay datos oficiales de si ha habido un aumento o una caída de intentos de suicidio. La sensación que tenemos a nivel clínico es que están aumentando las demandas de asistencia, tanto para el programa de riesgo de suicidio como, en general, de salud mental. Los efectos del confinamiento y la pandemia tendremos que analizarlos más adelante, cuando tengamos datos, pero podemos hablar de sensaciones y es ésa, que está habiendo más demanda.

¿Es más fácil detectar esas señales en familiares ahora que la gente apenas sale de casa?

Podría ser, pero depende de la familia y de la persona. Pero con el confinamiento han aumentado los conflictos en algunas familias y la violencia de género. En núcleos que ya eran hostiles el encierro ha sido más difícil, menos llevadero. Algunas familias durante el confinamiento me decían que ha hecho que pasaran más tiempo juntos, que antes no tenían tiempo para esto.

Ficciones como ‘Trece razones’, que hablan explícitamente del suicidio, ¿ayudan o perjudican?

Hay que tener cuidado. Cuando digo que se hable de esto, que es importante que se le dé visibilidad, también es importante el cómo. Son importantes los medios de comunicación y por eso desde el Observatorio del Suicidio se hacen cursos sobre cómo dar estas informaciones. Hay que tener cuidado con lo que decimos.

¿Por qué hay tanto miedo a hablar del suicidio?

Es un tema fuerte. Como seres humanos, como sociedad, es difícil hablar de la muerte, del suicidio. Nos da miedo que una persona nos diga que se quiere morir. No saber qué hacer. Y como mecanismo de defensa es mejor evitar la información. Si no lo oímos, no existe, pero está ahí. Es difícil, pero es necesario hablarlo y saber cómo actuar. Me encuentro con muchas familias que me preguntan si pueden hablar de esto. «¿Con esta persona?», preguntan también. ¡Claro! Muchas veces, para una persona hablar de ello es la única salida, la primera salida, en realidad. Tenemos esa defensa de evitarlo. Es un trabajo de normalización que hay que hacer poco a poco para que esa persona se sienta comprendida, pueda hablar, pero también para que la otra persona, a la que pide ayuda, sepa qué hay que hacer. Tanto los familiares como los propios profesionales tienen que saber explorar.

¿Cómo hay que reaccionar?

Sobre todo escuchando, estando disponible y sin juzgar. Darle a la persona el mensaje de que estás ahí.

En una sociedad que venera la felicidad, ¿es más difícil aún verbalizar que no quieres seguir viviendo?

Sí, claro. Parece que no puedes sufrir. Al final es eso, vivimos en una sociedad en la que todo nos estimula a estar felices, a ser positivos. Así son todos los mensajes y es verdad que no se permite el sufrimiento cuando es parte de la vida y del ser humano. Mucha gente no se permite pedir ayuda por eso, porque el sufrimiento es una señal de debilidad. Y no es así, es una parte nuestra.

Eso nuestros abuelos y otras sociedades parecen tenerlo más claro.

Sí, la sociedad que tenemos ahora es así y es difícil.

Compartir el artículo

stats