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El mercadillo cobra vida de nuevo en Ibiza

El popular rastro de segunda mano, artesanía y antigüedades regresa al hipódromo, dos meses y medio después de su cierre por las restricciones anticovid, con colas para entrar y respeto a las normas

El mercadillo cobra vida de nuevo en Ibiza (2)

El mercadillo cobra vida de nuevo en Ibiza.

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El mercadillo cobra vida de nuevo en Ibiza. Rubén J. Palomo

Controles. En los accesos al recinto ‘jordier’ se registraron ayer largas colas debido a los controles de temperatura y de aforo que llevó a cabo personal de seguridad, con el reparto de folletos informativos con las normas anticovid. Entre ellas, el uso obligatorio de mascarilla, la distancia mínima de dos metros, el uso de la terraza del bar únicamente para consumir o no superar grupos de más de cuatro personas.

Ibiza recuperó ayer una parte esencial de su vida social, sobre todo en temporada baja, con la reapertura del mercadillo de Sant Jordi después de dos meses y medio cerrado por las restricciones anticovid. El conocido rastro popular regresó este sábado a la actividad en el hipódromo de Sant Jordi, con aforo y puestos limitados –con prioridad para los fijos–, pero con una notable afluencia de público, que volvió a disfrutar con la oferta de productos de segunda mano, artesanía y antigüedades a buen precio que ofrece este popular mercadillo.

Una pizarra en uno de los puestos informa de que es el primer mercadillo de 2021. VICENT MARÍ

En los accesos al recinto se registraron colas de decenas de personas, aunque breves, debido a los controles de temperatura y de aforo que llevó a cabo personal de seguridad, con el reparto de folletos informativos con las normas para evitar la propagación del covid. Entre ellas, el uso obligatorio de mascarilla, la distancia mínima de dos metros, el uso de la terraza del bar únicamente para consumir o no superar grupos de más de cuatro personas.

Vendedores y clientes celebraron la vuelta de un mercadillo muy querido y con un importante arraigo en la isla, que permite a muchos particulares, jubilados en gran medida, dar salida a todo tipo de artículos con precios muy ajustados.

Vista general de la parte del recinto próxima a la entrada, con los asistentes ataviados con mascarillas. VICENT MARÍ

Maiki, una barcelonesa afincada en la isla desde hace 40 años, lleva 21 vendiendo «artesanía de ropa de algodón reciclado de origen español» y mientras coloca sus artículos confiesa que tenía «muchas ganas de ver un poco de normalidad». «Queremos volver de la forma más adecuada para ser felices y vivir mejor que antes. Podríamos aprovechar para cambiar las cosas», idealiza.

Maiki sostiene que cada persona «en este gran mercado tiene su historia» y, aunque es consciente de que muchos compañeros de puesto padecen la crisis provocada por la pandemia, ella asegura vivir sin agobios «con una huerta y con gallinas». Antes de atender a una clienta, reconoce que no ha visto «turistas» y subraya que los asistentes «están cumpliendo las normas» sanitarias.

Largas colas, aunque breves, para ingresar en el recinto por los controles de temperatura y aforo. VICENT MARÍ

Dos hombres ojean las herramientas de bricolaje. VICENT MARÍ

La argentina Daniela, con 20 años en Ibiza, tenía «un montón de ganas» de volver a instalar su puesto de ropa en el mercadillo de Sant Jordi. Llena de «positividad», admite que el invierno «ha sido bastante duro», pero cree con firmeza que «este verano será mejor que el anterior». «Tenía muchas ganas de empezar, más que nada porque da alegría a la isla y a todos con esta situación que estamos viviendo. Así que todos estamos encantados de abrir», agrega Daniela, quien puntualiza que la mañana ha estado «bastante animada», con una actitud «muy positiva» en la gente para volver a relacionarse y consumir.

Multitud de libros y novelas en este puesto. VICENT MARÍ

«Una cámara de los 60»

En el mercadillo pueden encontrarse todo tipo de artículos vintage, incluida una «cámara de fotos de los años 60» que tienta a las jóvenes de SantAntoni Sofía y Yoli. Ambas reconocen que antes solían «acudir mucho» y que cuando en enero tuvieron que cerrar «fue triste porque es muy guay venir los sábados, pasar la mañana y conocer gente». «Estamos contentas de estar aquí otra vez y así contribuimos al pequeño comercio», añaden estas jóvenes ibicencas, que siempre encuentran «algo chulo» entre los puestos y que no descartan montar un estand cuando la situación epidemiológica permita aumentar el aforo del mercadillo: «Ahora no puede venir a vender cualquiera, pero cuando se pueda igual vendemos juguetes, ropa, libros…».

Artículos de esparto, mimbre y madera. VICENT MARÍ

Alexia es una de las expositoras fijas en Sant Jordi, donde lleva dos décadas vendiendo artesanía y prendas de segunda mano. Tenía «muchísimas ganas» de reabrir su puesto en un mercadillo «más alternativo y popular que otros donde suben mucho los precios porque son más selectivos». Esta vendedora se mostraba partidaria de los controles y aforos, «porque ha hecho que se seleccione un poco más y haya menos cosas por el suelo». Además, veia a la gente «con ganas» de rascarse un poco los bolsillos. «Hay buenas ventas. Otras veces a lo mejor hay más afluencia de personas, pero se vende menos», subrayó.

A pocos metros se encuentra el puesto de Luiggi, un italiano jubilado que presume de haber sido el primer portero de Pacha. «Como tengo mucho material, le doy salida aunque no se hace mucho dinero. El mercadillo da vida a la isla y hay gente, pero no hay mucho dinero por la crisis», explica mientras saca brillo a unos pósteres retro de la famosa discoteca ibicenca.

Beata, que se define como «una artista europea que no necesita mucho dinero para vivir», tenía ganas de que reabriera el mercadillo «para ganar lo suficiente para la comida y la gasolina» y para «ver gente y contacto entre las personas». La vendedora confiesa que este inicio de año «ha sido muy duro», pero resalta la necesidad de «seguir usando bien la mascarilla, los geles y mantener las distancias» para evitar nuevas restricciones.

Antes de poner fin al paseo por el gran bazar aparece Jonás, que se ha trasladado recientemente desde Mallorca a la isla, por lo que desconocía el popular mercadillo. Le resultó «muy interesante» porque tiene «muchas cosas y muy variadas», como una bandeja para servir tapas que acababa de comprar, y porque supone un primer signo de «vuelta a la vida y a la actividad» después de un invierno «triste».

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