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Crisis sanitaria

El comercio de Ibiza agoniza sin terrazas

Los negocios afectados coinciden: «La gente va menos de compras con los bares cerrados»

El comercio agoniza sin terrazas |

La pandemia, en general, y el cierre de la restauración durante estos dos últimos meses, en particular, han sumido al comercio y la hostelería en una grave situación económica que amenaza la continuidad de muchos negocios. Las pequeñas empresas de la isla que no han bajado la persiana capean el temporal con pérdidas de hasta el 70 por ciento, incluso superiores, y sostienen sus últimos hilos de esperanza con la vacunación y la caída de los contagios por covid registrados en las últimas semanas.

No obstante, el cierre de bares y restaurantes en Ibiza, que únicamente pueden servir al público para llevar y a domicilio, quienes así lo deciden, ha repercutido directamente sobre el resto de negocios porque, según exponen los afectados, «se ve más gente paseando que yendo de compras».

Las ventas se han desplomado en la papelería Ca’n Verdera de la Marina.

En una de las zapaterías más conocidas de Vara de Rey, Angel’s Shop, «se notó el bajón desde el mismo día que cerraron las terrazas». Pepita, una de sus dependientas, explica que hay «bastante menos gente» por la plaza y califica la situación de «muy mala» ya que, según comprueba a diario, «la gente que salía a tomar un café miraba las tiendas, pero ahora no vienen a comprar si no es por una cosa muy importante». «Todo el año [2020] ha sido flojo, pero desde enero… ha sido cerrar los bares y estar fatal. Estamos deseando que abran», subraya esta dependienta, quien, como sus compañeras, ya sabe lo que es estar en ERTE.

Un local disponible junto a la relojería Casa Afro, en el paseo Vara de Rey.

Otro de los negocios con más tradición de Vara de Rey es la joyería y relojería Casa Afro, fundada en 1964. Su responsable reconoce que «la ausencia de bares ha afectado muchísimo» porque «la gente pasea menos». Admite que enero y febrero siempre han sido meses «flojos», pero nunca hasta el punto de obligarles a cerrar la tienda por las tardes. «Hay poca gente, pero tenemos que aguantar con lo que tenemos, la ayuda de autónomos y poco más», lamenta el joyero ibicenco, que calcula «entre un 40 y un 50 por ciento» la caída de su facturación. «De momento no nos planteamos cerrar, vamos a aguantar. A ver si abren los bares y se anima la gente y hay más movimiento, porque al final esto es un rueda», puntualiza.

La zapatería Angel’s Shop, en Vara de Rey, también acusa la caída de clientes.

En el barrio de la Marina, Alessandra colabora con unos amigos para adecentar el garito de la esquina mientras espera una pronta reapertura. Alrededor proliferan los establecimientos cerrados, la mayoría avisando de su regreso «en marzo» o «para la temporada 2021», y otros con el cartel de ‘ setraspasa o ‘se alquila’. Ella regenta la tienda de joyas y pedrería Purnima, que abre 10 meses al año, y confiesa que ha perdido «muchísimo dinero» por la crisis sanitaria. Esta empresaria italiana asegura que mantendrá a sus empleados en ERTE más allá del mes de abril porque siente «miedo e incertidumbre». A pesar de todo, explica que ha podido acogerse a diferentes ayudas y que su situación no es comparable a la de la hostelería, uno de los sectores más golpeados. «Se les podía haber cuidado más. No se ha calculado bien y es un poco improvisado todo», apunta.

El barrio de la Marina tiene aún menos vida este invierno. VICENT MARÍ

Aunque el barrio portuario de Ibiza nunca ha sido un hervidero comercial en invierno, negocios como la Papelería Ca’n Verdera son todo un referente en la Marina. Desde enero, concretamente, las pérdidas «son bastantes» y la situación «está fatal», lamenta una de sus trabajadoras, quien considera que la pandemia «se lo ha cargado todo». «Solo estamos por las mañanas y la verdad es que no hay nadie. De momento [los propietarios] no se han planteado cerrar y no me gustaría», añade esta empleada, antes de confirmar que «con los bares abiertos se venden más diarios».

Una franquicia de jamones y la tienda del FC Barcelona, cerradas. VICENT MARÍ

Aunque menos desolador que en la Marina, el panorama no mejora en el centro de Vila. Una de las franquicias de moda femenina más populares, ubicada frente al puerto, ha echado el cierre de manera temporal obligada por las restricciones mientras la competencia, en la avenida Bartomeu de Roselló, resiste reduciendo la jornada a sus empleadas con ayuda de los ERTE.

Resignación y desánimo

Pero los pequeños comercios lo tienen mucho más difícil. Como el Bistrot Es Pratet, una tienda de alimentación que ha visto reducida su facturación el último año «en un 70%». Su dueño reconoce que si enero y febrero «ya eran malos, ahora son peores», y con cierta sorna comenta que «la única ayuda» que tiene es «la ayuda del cielo».

Junto a la fuente de Macabich se encuentra la zapatería Juanita. Su dependienta también estima la caída de la facturación «en un 70%» y confirma que a la tienda entra «muchísima menos gente que antes». Por eso ahora cierra a mediodía y tiene a dos de sus cuatro dependientas en ERTE. «El bajón se ha notado mucho. De las cajas que hacíamos a las que hacemos… Hay muchísima diferencia. No sé cómo van a aguantar las tiendas si no se empieza a abrir todo y la gente se anima», indica esta joven trabajadora, preocupada además por el «desánimo» que percibe en la dueña de la zapatería: «A mi jefa la noto de bajón, no quería ni montar el escaparate de San Valentín. Le dije, ‘pero hombre mujer móntalo’, y me dijo, ‘si no viene nadie...’».

Aunque menos desolador que en la Marina, el panorama no mejora en el centro de Vila, donde hay muchos negocios cerrados

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Una de las calles con mayor presencia de comercios locales es la de Aragón, que discurre en paralelo a la avenida de España. Aunque es una zona con un importante trasiego, los principales beneficiados son los supermercados y tiendas de alimentación. Negocios como Transit, de ropa y complementos de viaje y montaña, están «notando mucho» la crisis sanitaria y económica. «Maletas, ahora, no se está vendiendo casi ninguna», admite con resignación su única dependienta, que trabaja ahora a media jornada y que ha estado siete meses en ERTE.

La fiebre por las excursiones alrededor de la isla les está ayudando a mantener la persiana alzada. «Ahora se venden más zapatillas de trecking y mochilas porque la gente hace más senderismo por ahí», argumenta. A pesar de todo, «se nota que entra mucha menos gente», según la empleada de Transit, donde han tenido que poner rebajas de hasta el 50% para incentivar las ventas. No son los únicos. Una mayoría de negocios presenta ofertas de hasta el 70% en sus productos para salvar los momentos más duros de la crisis por las duras restricciones.

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