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Crisis sanitaria

Restaurantes de Ibiza: "Nos están dejando tirados"

Empresarios autónomos de la restauración avisan de que se están «hundiendo», arrastrados por las deudas y los costes fijos, y advierten de que el sector no podrá resistir más meses sin ayudas directas

Joan Roig posa para el reportaje en su restaurante Can Guillemís, en la avenida Pere Matutes Noguera. JUAN A. RIERA

Los afectados por los cierres en la restauración padecen insomnio y ansiedad por tener que hacer frente a múltiples obligaciones sin tener ingresos estables desde hace casi un año. No entienden que el Estado «deje caer» a uno de los sectores con más peso económico del país y advierten de que están «al límite». Creen que «entre un 20 y un 30%» de los negocios perjudicados no podrán resistir y exigen un rescate.  

El cartel ‘Cerrado. Sin ayudas. Perdonen las molestias’, cuelga de muchos locales cerrados. JUAN A. RIERA

Noches en vela, nervios y ansiedad son algunas de las consecuencias personales que padecen multitud de empresarios autónomos y trabajadores de los negocios más afectados por los cierres sectoriales en la lucha contra el covid. La pesadilla en la que se han visto atrapadas muchas familias dependientes de la hostelería y la restauración no parece tener fin, y la falta de exenciones y de ayudas directas, que reclaman sin éxito, les sumerge en una espiral de deudas y problemas económicos cada vez más alarmante. Muchos están al límite y aseguran que si España no rescata a sus negocios, éstos empezarán a caer uno tras otro como fichas de dominó.

Joan Roig se embarcó en 2019 en un ilusionante proyecto para montar un restaurante de cocina mediterránea en una preciosa casa payesa, próxima a Platja d’en Bossa. Su segunda propuesta de Can Guillemís y el local que ya regentaba en la Marina daban trabajo en verano a unos 30 empleados. Menos de un año después de su importante inversión estalló la crisis sanitaria y, con ella, comenzó un vía crucis que ahora amenaza la viabilidad de su establecimiento y la de muchos otros.

El propietario de Can Guillemís se pregunta por qué en una situación «de extrema gravedad» y con su negocio cerrado desde hace cuatro meses y medio tiene que seguir haciendo frente a todas sus obligaciones y cargas

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Roig no quiere politizar el drama por el que atraviesan tantas familias y aplaude medidas como los ERTE, que han permitido ayudar a miles de asalariados. Sin embargo, no alcanza a entender por qué el Estado no compensa o indemniza a los sectores obligados a suspender su actividad económica, tal y como subraya el artículo 33, apartado 3 de la Constitución, al que se aferran desde asociaciones como ABRE. «A nivel personal y familiar no duermo muchas noches. Te levantas de madrugada pensando qué vas a hacer, qué vas a decir... Es una injusticia social, esto puede provocar una nueva pobreza. No somos grandes empresarios con yates y villas de lujo; somos familias, trabajadores autónomos que damos trabajo a más familias», argumenta.

Sa Vida, en Vila, se encuentra al límite. JUAN A. RIERA

Este empresario compara la situación por la que atraviesan y la falta de ayudas directas a la de «una persona que se está ahogando y en lugar de tirarle un salvavidas le tiran un ancla que le hunde más». El propietario de Can Guillemís, que además es directivo de ABRE, se pregunta por qué en una situación «de extrema gravedad» y con su negocio cerrado desde hace cuatro meses y medio tiene que seguir haciendo frente a todas sus obligaciones y cargas. «Con ingresos cero tienes que seguir pagando suministros, proveedores, alquileres, tasas, impuestos, seguros sociales… Es una situación que está llevando a muchas personas al límite», advierte Roig, quien está capeando el temporal gracias a los ahorros y al apoyo familiar.

El empresario ibicenco ha vivido ocho años en el Reino Unido y también conoce las respuestas que están dando ante esta crisis países como Alemania, Dinamarca o Rumanía, donde se han puesto en marcha ayudas directas de hasta el 70% de la facturación media. «Aquí en Ibiza dependemos del turismo de forma directa o indirecta en un 98%. Va a ser un desastre. Se está dejando tirados a autónomos y pymes, que son el sustento de la economía española», insiste Roig, quien haciendo cálculos considera que entre «un 20 y un 30%» de los locales perjudicados por las restricciones «no podrán abrir» y que las deudas acumuladas «se acabarán dirimiendo en los juzgados». «Sin riesgo a equivocarme, el PIB de la isla caerá hasta un 40%. Va a ser un desastre total», vaticina Joan Roig, que sólo en alquileres paga 10.000 euros mensuales y no tiene opción de negociar con la propiedad de su nuevo establecimiento.

Ángel Ruiz, socio de Sa Vida, a la derecha. F A.R.

En el corazón de Vila se encuentra el restaurante Sa Vida. Su socio mayoritario, el madrileño Ángel Ruiz, lleva cinco años levantando un negocio que en solo unos meses corre el riesgo de desaparecer. Asegura que entre mayo y septiembre pasados trabajó durante cuatro meses sin librar un solo día tratando de confrontar la coyuntura. «No podremos aguantar más de un mes así, porque hay créditos que pagar, suministros, Seguridad Social, la empresa de riesgos laborales y hasta a la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) por la música. Ahora mi casero me quiere echar porque no quiere negociar el alquiler (de 3.000 euros)», explica este empresario autónomo de 38 años, que se resiste a tirar la toalla porque las deudas e indemnizaciones por despido le dejarían «en la ruina total», con compromisos por valor de 150.000 euros. «No me llega ninguna ayuda. Estamos excluidos, pero tengo que resistir con uñas y dientes», confiesa desde Mallorca, donde se desplaza regularmente para estar con su novia, que está en ERTE «y sin cobrar desde hace tres meses».

Inversiones en riesgo

El argentino Pablo Wallace gestó pocas semanas antes del inicio de la pandemia un interesante proyecto cultural y gastronómico en una conocida galería de arte en el polígono de es Gorg. A lo largo de los meses invirtió un millón de euros para acabar levantando, en plena crisis, el restaurante Nui, con un propuesta que pretendía «darle una escena teatral y artística a la hostelería». Como Joan Roig, este diseñador de grandes escenarios también paga un alquiler de 10.000 euros y se encuentra en una situación «terrible, al límite», con el miedo añadido de echar por tierra su elevada inversión económica.

Restaurante Nui, en es Gorg, mezcla diseño, arte y hostelería. F P.W.

«Abrimos en septiembre pero ha sido inviable darle continuidad. Es una situación injusta. Nos han quitado la chispa, pero necesitamos seguir aguantando lo máximo posible aunque tengamos que atrincherarnos», explica Wallace, que tuvo que prescindir de sus siete empleados solo tres meses después de poner en marcha su proyecto a causa de las restricciones.

El dueño de La Grifería afirma estar «desesperado» y «a puntito de tirar la toalla» tras 15 años al frente de su negocio. Asegura que este miércoles cortaron la luz del local y que para recuperarla «el último resquicio de ahorro» que tenía

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Manuel de la Esperanza ironiza con su apellido. El dueño de La Grifería, en Platja d’en Bossa, afirma estar «desesperado» y «a puntito de tirar la toalla» tras 15 años al frente de su negocio. Asegura que este miércoles cortaron la luz del local y que para recuperar el suministro aportó «el último resquicio de ahorro» que tenía. «Mi capital es de 250 euros. Pero soy un afortunado porque vivo sólo. Si no, no sé cómo lo haría», reconoce abrumado por la situación, que no le deja «pegar ojo por las noches».

Quienes sí decidieron echar el cierre definitivo fueron los socios de Fan Burger, en Santa Eulària, solo un año después de ganar el concurso a la mejor hamburguesa de Balears. «Sin ingresos y teniendo que hacer frente a muchos gastos, era imposible. Somos un negocio pequeño y familiar que vivía al día», argumenta Marc Domenech, que todavía tiene que hacer frente a la devolución de créditos e intereses. «El golpe ha sido demoledor», concluye este socio de la empresa que ha tenido que cerrar.

Fan Burger, en Santa Eulària, ha bajado la persiana. F.M.D.

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