A medida que van llegando coches al aparcamiento de es Gorg, los participantes muestran más satisfacción por la respuesta a la convocatoria de protesta del sector de la hostelería y la restauración. Pero esa alegría desaparece cuando se les pregunta por la situación de sus negocios y confiesan las pocas perspectivas que vislumbran a corto plazo para revertir la situación. Incluso, se dan casos de gente que no puede permitirse secundar la caravana.

«Como hemos tenido que cambiar la movilización por razones sanitarias [en principio iba a ser andando desde s'Alamera], en el grupo de Whatsapp que tenemos hay gente que nos ha avisado de que no podría venir porque no tenía diez euros para pagarse la gasolina», relata Joan Roig, uno de los impulsores de la nueva Associació de Bars i Restaurants de l'Illa d'Eivissa (ABRE). Roig regenta dos restaurantes, el Guillemís y Can Mosson, con los que daba trabajo a 31 personas hace dos veranos, que se reducían a seis en invierno.

«Hasta el cuello»

«Hasta el cuello»Ahora solo abre los fines de semana en Can Mosson para servir comida para llevar. «Facturo 200 euros en tres días, estamos con el agua al cuello. En verano bajamos cerca de un 70%, pero los impuestos siguen igual», lamenta. «Estamos completamente de acuerdo en cerrar, pero no tenemos ninguna compensación y calculamos que el 30% de pymes de Vila tendrá que cerrar si seguimos así hasta junio».

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Caravana de 150 coches contra el cierre de bares en Ibiza

Marc Domènech se queda afligido cuando se le pregunta por su negocio, el Fan Burger de Santa Eulària, que hace poco más de un año obtuvo el premio a la mejor hamburguesa de Balears. «Estamos arruinados, así de claro». «Es imposible pagar alquileres, luz, agua y trabajadores», añade. De hecho, de una plantilla prevista de seis personas, queda su mujer. «Ahora, ella sola se encarga del delivery, la cocina y la gestión de llamadas, con un restaurante de 150 metros», detalla.

Guillermo Cantuel, una de las ocho personas que trabajan en Mar a Vila, ha quedado afectado por un ERTE por segunda vez a causa de la crisis sanitaria. «El Gobierno todavía no nos ha pagado desde octubre», se resigna.

Los hermanos Sandra y Carlos Marí, al frente de Can Brodis, han renunciado a servir comida para llevar, como algunos de sus colegas. «Estamos enfocados a la gente del barrio y a trabajadores que, si tienen que llevarse el menú a la obra, ya se llevan la fiambrera de casa». «Con cinco menús que podríamos preparar, tendríamos más gastos que beneficios y, encima, ahora nos toca pagar impuestos cuando estamos sin ingresos», critican.

David Valero es uno de los socios de Ibiza Poke, que cuenta con cuatro establecimientos, y de los dos bares de vinos Le Comptoir, uno en Vila y otro en Santa Eulària. Llegaron a ser 16 personas trabajando el año pasado y ahora han quedado ocho, que intentan «subsistir como se pueda». «Hacemos reparto a domicilio, comida para llevar e intentamos recortamos gastos». «La situación es muy crítica, porque tenemos que hacer frente a todos los pagos sin ingún respaldo y estamos dejados de la mano de Dios», sentencia Valero.

El presidente de ABRE, Juan Olmos, encabeza la comitiva con un pequeño todoterreno cubierto de carteles. Antes de partir, destaca que se ha podido llegar a un acuerdo con la Delegación del Gobierno para organizar una caravana segura y que cumpla con las medidas de prevención, pero que permite demostrar el descontento de su sector. «No somos negacionistas, sabemos que la pandemia está ahí y aceptamos los cierres, pero no puede ser que no haya ninguna contraprestación», insiste.

La caravana arranca a las once de la mañana con cerca de 150 vehículos que hacen sonar sus bocinas. En apenas una hora y cuarto, recorren las principales avenidas de Vila, ocupando un solo carril. «Nuestro objetivo era molestar lo menos posible a los vecinos y estamos muy contentos por la repercusión», concluye Olmos.