A los seis meses de su puesta en marcha, el mercado semanal de la Cooperativa Agrícola de Sant Antoni se afianza como una oportunidad para el producto local que ha superado las expectativas de sus organizadores. Sobre todo, teniendo en cuenta que su arranque fue acelerado por la crisis sanitaria del covid.

«Hacía tiempo que teníamos en mente el proyecto y el coronavirus le dio el gran empujón», recuerda el gerente de la cooperativa, Juan Antonio Prats. «Pensábamos que el verano iba a ser peor y temíamos que muchos socios se quedaran sin vender su material». En cambio, ahora se encuentra con que, cada viernes, la docena de puestos participantes le muestra su satisfacción por la respuesta del público.

Del hostal a la pagesia

Del hostal a la pagesia

Un caso paradigmático es el de Luis Alejo Kanan, propietario del hostal Vara de Rey. A causa de la pandemia, su establecimiento no abre desde 2019, pero él está lejos de resignarse. «Ha sido el mejor cable que me ha echado la vida porque, mientras todo el mundo estaba confinado, yo pude dedicarme por entero a la finca».

Había comprado años atrás 10.000 metros cuadrados en Santa Gertrudis y, desde 2017, planificaba un proyecto de huerto ecológico junto al río de Santa Eulària. «Es idílico, aunque a veces te partes la espalda». De hecho, le ha tocado sufrir el lado más duro del campo.

«El último temporal de viento y granizo me destrozó unos pequeños invernaderos y me fulminó calabacines y tomates de verano, que eran la joya de la corona para este invierno».

No obstante, ahora muestra orgulloso, junto a su sobrino, el producto de su primera cosecha de s'Estació de Fruitera, con espinacas, diversas variedades de lechuga, kole, rúcula, champiñones o setas de cardo, pero su gran apuesta es la venta directa en su terreno. «Creo que va a dar resultado pronto y espero que el hostal lo coja mi hijo».

Calidad de vida

Calidad de vida

Raimon Torres renunció a la hostelería para recuperar una finca familiar que llevaba doce años abandonada. «Soy más feliz, porque el trabajo de camarero cada vez me quemaba más». Lejos de la masificación que aumentaba temporada tras temporada, ahora disfruta atendiendo a los clientes «poco a poco, como un goteo».

En su caso, Torres dio el paso para crear Tierra Ibiza en 2016, aunque tuvo que dedicar dos años a poner a punto las tres hectáreas de su explotación ecológica y de variedades autóctonas en Can Miquelet, en el Camí de sa Vorera.

«De los 12 puestos del mercado, cinco somos de producción ecológica», destacan Fina Prats y Maribel Juan, socias en la finca de Can Fontet y dos de las impulsoras de la cooperativa Ecofeixes. «El público aquí es fiel, se puede venir andando desde Sant Antoni y es fantástico que el mercado sea solo de fruta y verdura de kilómetro 0, porque la gente ya sabe que viene a comprar y no a pasear», valora Prats.

Seguridad al aire libre

Seguridad al aire libre

«Como es un espacio amplio al aire libre, aquí me siento completamente seguro y es uno de los motivos para venir», confiesa Pere Joan. Él es cliente fijo del mercado todos los viernes, cuando le toca ir a buscar pienso a la cooperativa para su rebaño de cabras y sus gallinas.

«Creo que nos beneficia que aquí corre el aire y la gente se anima más a venir en vez de ir a un sitio cerrado», apunta Fina Costa, del Forn de Can Blay. «Nadie de los que estamos aquí pensaba que iba a tener tan buena respuesta el mercado», añade.

Además de la elaboración panadera y pastelera en su horno, Can Blay es socio de la cooperativa porque produce su propio trigo xeixa para autoabastecerse. De hecho, además de sus panes, crostes, galletes fortes y pasteles, en su puesto venden esta harina a dos euros el kilo.

Benjamin de Jonge se lleva dos paquetes. Este holandés elabora sus panes caseros y, desde que descubrió la xeixa hace seis años, se ha convertido en su favorita. «Es la mejor harina que he probado en mi vida, con mucho mejor sabor que las del supermercado que vienen de la Península», subraya. Como vecino de Sant Antoni, agradece que ahora no se ve obligado a bajar a Vila para proveerse de la variedad favorita para sus panes.

Familia de 'mijorals'

Familia de 'mijorals'

Con el Mercat de sa Cooperativa, Pep Vingut dispone ahora de una oportunidad para vender una parte de su producción que no tendría salida, como las naranjas. «Solo tengo 40 árboles y los supermercados demandan una mayor provisión», detalla.

Al contrario que buena parte de sus colegas de mercado, él no cuenta con un punto de venta directo en los terrenos que explota. Pero sus dos hijas, que le acompañan en el puesto, son socias de Agroeivissa y allí pueden comercializar sus frutas y verduras, además de abastecer algunas tiendas minoristas.

«Llevo un par de fincas, Can Bassa Roja y Can Rafel Savines», detalla Vingut. Él es mijoral [aparcero], como ya lo era su padre. En el mercado, también vende embutidos de Juan Viola, uno de los cuatro productores de la isla que cuenta con el sello distintivo 'Sobrassada d'Eivissa'.

Francesca Prats trabajaba en el ámbito agrícola, pero desde la administración, en el Fondo de Garantía Agraria y Pesquera de las Illes Balears (Fogaiba). Allí se dedicaba a gestionar ayudas de los fondos europeos para los productores, un trabajo que compaginaba con su huerto.

«Siempre me ha encantado trabajar el campo, por eso estudié Geografía, pero tirando hacia el mundo rural». «Para mí es como estar meditando», confiesa. Tenía una persona empleada en su huerto y su explotación fue creciendo hasta el punto de sentirse desbordada.

«Me estaba volviendo loca con los dos trabajos y decidí cambiar». No se arrepiente y sonríe cuando se le pregunta si vive mejor ahora. «He ganado muchísimo en calidad de vida».

Válvula de escape

Válvula de escape

El chef José Miguel Bonet se ha visto obligado a adelantar el cierre de Es Ventall con las últimas restricciones. Ahora se encuentra junto a su madre en el puesto de Can Fiet, la finca de su familia en Buscastell. Allí siempre han explotado algún huerto, pero en 2020 han aprovechado para multiplicar su producción.

«En un momento difícil, es una salida económica, además de que es un extra para el restaurante», destaca. Admite que ha sido doblemente afortunado por contar con la finca. «Ha sido fabuloso para mi salud mental, porque tuve un confinamiento activo dentro de la incertidumbre e inseguridad del momento». En el mercado, también vende los panes que elabora Es Ventall. «Si me tuviera que quedar en un piso, yo me volvería loco», confiesa.