El empeño de los vecinos de Santa Gertrudis para recuperar el patrimonio hidráulico de sa Fontassa empieza a dar sus frutos. De momento, el desbrozado de una parte del torrente que forma el canal de Fruitera y de algunas acequias de regadío ha permitido descubrir la fuente que, por extensión, da nombre a la gran finca colindante.

La asociación de vecinos se dirigió hace poco más de un año al Consell de Ibiza y al Ayuntamiento de Santa Eulària para instarles a proteger este espacio, proponiendo su declaración como Bien de Interés Cultural. Su afán por recuperar este patrimonio surgió a raíz de su lucha para que se derribe la estructura de la antigua depuradora del pueblo, que se encuentra a un tiro de piedra de la fuente. El centro de Santa Gertrudis queda a unos trescientos metros al este y, unos doscientos metros al norte, queda el camino a Sant Mateu.

Limpieza y desbroce

De momento, la vieja planta depuradora, que lleva una década en completo estado de abandono y se encuentra en ruinas, continúa degradando un espacio que, con el desbroce del torrente, ahora deja vislumbrar un sistema de regadío «que podría ser similar al de es Broll de Buscastell», según apunta el presidente de la AAVV de Santa Gertrudis, Joan Tur Roselló.

Una vez que los vecinos se dirigieron a las instituciones, el Consell se comprometió a elaborar el informe técnico que determine qué figura de protección podría aplicarse, Bien de Interés Cultural o Bien Catalogado. Pero había un obstáculo importante, ya que la maleza había invadido por completo el cauce torrente, la fuente y el sistema de regadío.

«Durante mucho tiempo, muchos vecinos de la zona creíamos que sa Fontassa era este otro agujero y, de hecho, sale esta foto en algún libro», recuerda Joan Tur, señalando una abertura que pasa por debajo de los muros que encauzan el canal de Fruitera.

Finalmente, el mes pasado, el Ayuntamiento de Santa Eulària emprendió la limpieza de una parte del entorno, con un coste de 4.500 euros. La retirada de la vegetación ha liberado todo el cauce alrededor del pequeño puente de sa Fontassa, por el que discurre un tramo empedrado de un sendero.

«Por este camino pasábamos cada día los niños que vivíamos al otro lado del torrente para ir al colegio», detalla un vecino que conoce bien la zona y que acompaña a Joan Tur. Es Toni Fontasser, un nombre de familia que también procede del topónimo. Sin la vegetación invasora, ahora se observan claramente los muros que encauzan el torrente que pasa a formar el canal de Fruitera. De allí se dirige al sur hasta sa Llavanera, para luego desembocar en Talamanca.

La Falsa Fontassa

También han quedado a la vista unas paredes transversales al canal que permiten intuir el gran caudal que llegó a encauzarse en este punto. A partir de allí, los operarios que retiraban la vegetación, aconsejados por algún vecino que llegó a ver el sistema de regadío aún en funcionamiento en la década de los 50, fueron siguiendo una acequia hasta dar con sa Fontassa original.

Fontasser recuerda que la vio hasta los 14 años, antes de mudarse a Vila para trabajar. «Para la mayoría de los vecinos, la fuente se ha descubierto hace un mes», precisa Tur Roselló. Es un pequeño canal sobre el que se levanta un muro de piedra alto y muy estrecho, como un rudimentario arco apuntado.

La acequia que parte de allí se dirige a una balsa, el safareig de sa Fontassa, que también ha vuelto a salir a la luz con este desbrozamiento. Aquí aprendieron a nadar algunos de los niños que cruzaban el torrente para ir al colegio, a costa de algún bofetón del maestro al ser descubiertos.

Pero los tramos que ahora han sido redescubiertos solo ofrecen una pequeña muestra de todo el sistema hidráulico que queda oculto. «Aquí había un safereig tras otro, cada uno con sus canales de regadío para seis huertos», detallan.

Fruitera

«Eran el de sa Fontassa, ca na Pujoleta, cas Ferrer, canal de Mossènyer, Can García y Cal Vicari. Después venía un safareig muy importante, el de Fruitera». Aunque el pueblo ahora lleva el nombre de Santa Gertrudis de Fruitera, su origen se debe a esta fuente.

El historiador Felip Cirer recordaba en un reportaje publicado en este mismo diario en agosto de 2019 cómo el primer obispo de Ibiza, Manuel Abad y Lasierra, impulsó un nuevo núcleo de población en pleno centro de la isla de Ibiza. Fue posible después de promulgar el decreto de creación de las parroquias pitiusas en 1785.

«Un lugar donde brota una abundante fuente llamada sa Fontassa, a pesar de que las generosas aguas no tengan otra utilidad que la de fundar una nueva parroquia para que, con la inmediata asistencia del rector y la posibilidad de participar en las ceremonias religiosas, sea más fácil el poblamiento de las tierras y su cultivo».

Ahora, a la espera de la figura de protección que acabe aprobando el Consell de Ibiza, los vecinos confían en que, en un futuro cercano, se emprendan más actuaciones para la recuperación de todo el entorno. «Esto es como una pirámide que, cada vez que se excavaba un poco, se descubrían nuevos elementos», subraya Tur Roselló.