Las Navidades de 2019 fueron inolvidables en Sant Antoni El Ayuntamiento dio en el clavo: convirtió el Passeig de ses Fonts en un punto de encuentro para la celebración de esas fiestas cuyo éxito se propagó por toda la isla, de manera que a los clientes del propio pueblo se sumaron, entre otros, los vileros y los josepins. Fue fundamental que buena parte de la docena de casetas se dedicara a servir comidas y bebidas y que no faltara la animación casi a diario. El ambientazo y la alegría que se respiraban allí contrastaban con la tristeza de Vila... Dos meses después llegó el coronavirus.

Este año, ni gente ni alegría ni ambiente. Y sólo cinco casetas. Negocio, muy poco. «No vendemos», clama Astrid Gladbah, alemana que lleva 40 años residiendo en la isla: «Pero tenemos que entenderlo. Hay gente que tiene miedo a salir y contagiarse. Y otros no tienen dinero». Lo de este año «no se puede comparar» al feliz, ya mítico, 2019, que fue «excelente». Este es el año de «aguantar, de al menos estar aquí para dar alegría a la gente», pues de otra manera el paseo sería poco menos que un cementerio: «Cuando pedí la caseta ya sabía que apenas vendría gente, pero pensé que al menos así los niños estarían contentos al ver nuestros puestos». Le da pena que muchos de sus clientes habituales no pasen, aunque sólo sea para saludarla: «Me dicen que tienen mucho miedo al contagio, que no salen de sus casas».

Astrid dice haber vendido un 50% menos: «Suficiente para pagar los 300 euros que nos pide el Consistorio por alquilar la caseta de madera». Y por adelantado, de lo contrario no entregaba la llave. Cuando acabe el día 6, deberá esperar hasta el verano para volver como dependienta a una tienda donde vende ropa a turistas. En 2019 sólo trabajó dos meses.

«Remate final del covid»

Las ventas de la artesana Pilar Vidales han caído un 70%: «Nada que ver con lo que fue 2019. Da pena ver cómo está la zona. Es el remate final del covid». Considera que el descenso tan abrumador del negocio se debe a «la crisis sangrante: no hay dinero porque no ha habido ingresos. Pero además hay temor a gastar por lo que pueda pasar la próxima temporada».

Vidales cree que el Consistorio podría haber tenido el «detalle» de no cobrar o al menos reducir algo la factura de la caseta: «Sant Antoni es el único municipio que ha cobrado a los comerciantes de la isla. Ya que damos vidilla al pueblo, que pasamos tanto frío, nos la deberían dejar gratis. No creo que el Ayuntamiento se vaya a arruinar por 300 euros», critica. «Y en Vila -añade- al menos hay movimiento de gente. Por aquí no pasea nadie. Me imaginé que ocurriría esto, pero llevaba viniendo dos años, cómo no iba a estar aquí en el momento más difícil».

«No pasa nadie por aquí», coincide con ella Loli Hidalgo, pintora: «Esto está muy tristón». También subraya, como su vecina de puesto, que las casetas son gratis en Vila, donde el Consistorio decidió no cobrar la cuota a los artesanos para ayudarles en esta atípica campaña. Lo lógico en estos tiempos, alega Hidalgo: «Fíjate si vienen pocos clientes que hay días que cierro a las 18 horas, cuando el horario oficial es a las 21 horas. No dan facilidades, pese a que nosotros damos algo de ambiente a tanta tristeza».

El restaurante Es Ventall tomó nota en la Navidad 2019 del éxito que tuvo aquella zona reservada a casetas: «Vimos que funcionaba, que venía mucha gente. Nos propusimos estar presentes en 2020, pensando que esto sería de otra manera, claro», cuenta Matías Trelis, que a mediodía, junto a Jordi, empieza a colocar los panes artesanales (de centeno, de chocolate con jengibre, de arándanos con pipas...) recién horneados.

Y no ha sido, ni mucho menos, como se esperaban. Un solo dato describe la escasa actividad que hay allí estas Navidades: también venden en el mercado artesanal de la Cooperativa (los viernes), así como en el mercadillo de Forada (los sábados), donde hace dos días les compraron 60 panes, seis veces más que el mejor día que han estado en Sant Antoni. «Ayer por la tarde pasaron sólo 10 personas por aquí», lamenta Matías. Lo que sobra va al restaurante: «Si no, se habría perdido mucho pan». Lo que no pierden es el ánimo: los próximos días probarán suerte con los roscones de reyes.