Puntuales como cada año, la familia Hamersma y algunos amigos han cumplido un año más, y ya van diez, con el tradicional gélido chapuzón del año en la playa de ses Salines. Por culpa de la pandemia del covid, este año no ha habido concentración multitudinaria ni invitación a vino: «Todo lo demás nos lo han quitado, pero que la tradición siga». «Es una pena que este año, en el que se cumple el décimo aniversario de esta costumbre, no se pueda hacer como otros años por la crisis sanitaria», ha comentado Rosa Hamersma, sin tiritar, después de salir del agua.

Esta familia holandesa no ha sido la única que, pese al frío, se ha quitado la ropa y se ha lanzado al agua para estrenar el nuevo año. Grupos de familias, parejas, amigos y corredores han cumplido con la tradición de cada año. Para algunos, sobre todo para los primerizos, el agua está «congelada», para otros, los veteranos o los que se bañan durante el invierno, está «bien» o mejor de lo que se esperaba.

Nacho, natural de Segovia, que este año ha viajado junto a su familia a Ibiza nunca se había bañado el día de Año Nuevo. «Mi familia de Ibiza nos ha explicado que había esta tradición y no hemos dudado en seguirla». «Está algo fría», ha reconocido, aunque «peor» es el agua del deshielo del río. «Nunca había pasado la noche de final de año y la entrada del nuevo en la playa», ha remarcado Nacho, a lo que su cuñado Juan ha agregado: «Es un lujo».

A partir de las 12 horas, la playa de ses Salines se ha llenado de familias que han aprovechado el sol que se deja ver entre las nubes para pasear y ver cómo los más atrevidos desafían las bajas temperaturas y se tiran al agua. «Esto parece el paseo Vara de Rey», decía una ibicenca. Algunos han desplegado un mantel o una toalla sobre la arena para hacer un pícnic. Muchas personas paseaban por la playa sin mascarilla.